Bioética y deliberación moral
La deliberación analiza los problemas en toda su complejidad, pondera los principios, los valores, las circunstancias y las consecuencias de los cursos de acción posibles.
Para algunos "expertos" en bioética, siempre debería haber al menos 5 cursos de acción, y el curso óptimo no estaría generalmente en los extremos, sino en el medio o cercano a él. “La deliberación exige la escucha atenta (la angustia no deja por lo general escuchar al otro, precisamente porque se tiene miedo de lo que pueda decir), el esfuerzo por comprender la situación, el análisis de los valores implicados, la argumentación racional sobre los cursos de acción posibles y los cursos óptimos, la aclaración del marco legal, el consejo no directivo y la ayuda aun en el caso de que la opción elegida por quien tiene el derecho y el deber de tomarla no coincida con la que el profesional considera correcta. […] La deliberación es en sí un método, un procedimiento” (Gracia y Judez, ética y deliberación moral).
Según otras autoras, "no se puede hablar propiamente de “expertos” en ética. La bioética sería la “multi” o “transdisciplina” donde diversas perspectivas (médica, biológica, jurídica, filosófica) tienen, en principio, la misma “autoridad”, y entre todas se va generando el diálogo plural y abierto que caracteriza la deliberación bioética, clave de sus juicios y decisiones. Si la ética y la ético-política no fueran “vocación universal” no tendría sentido hablar de “hacernos dueños del proceso”. Esta es acción colectiva y plural; es conciencia y tarea compartidas, voluntad común (Juliana González).
"Es más que probable que el consenso de los expertos tenga que ser reemplazado por otro tipo de consenso, con bases más amplias, más “republicanas” por así decirlo. Es decir, con mayor participación de todos los afectados, sensible también a las diferencias y a las identidades. Un
consenso más cosmopolita, más cívico en definitiva. Este nuevo tipo de consenso será más modesto, provisional. Tal vez esté menos centrado
en los aspectos técnicos o en la opinión de los expertos, pero así favorecerá los acuerdos en la esfera pública. En suma, será el consenso de los ciudadanos, sin otra autoridad que su competencia moral" (López de la Vieja, en La deliberación moral en bioética).
El deterioro irreversible de la salud puede provocar una experiencia de sufrimiento que sea inaceptable para la persona, o unas condiciones de vida en las que, para esa persona, la vida quede desprovista de sentido y de dignidad. En las sociedades democráticas el valor vida biológica (supervivencia) no es absoluto y está supeditado a otros valores como la dignidad (entendido como un valor individual, como una vida aceptable para el que la vive) y la autonomía, la decisión de prolongar o no una situación que es irreversible, mediante el rechazo de tratamientos, o de solicitar ayuda para morir con una eutanasia.
La deliberación analiza los problemas en toda su complejidad, pondera los principios, los valores, las circunstancias y las consecuencias de los cursos de acción posibles.
Para algunos "expertos" en bioética, siempre debería haber al menos 5 cursos de acción, y el curso óptimo no estaría generalmente en los extremos, sino en el medio o cercano a él. “La deliberación exige la escucha atenta (la angustia no deja por lo general escuchar al otro, precisamente porque se tiene miedo de lo que pueda decir), el esfuerzo por comprender la situación, el análisis de los valores implicados, la argumentación racional sobre los cursos de acción posibles y los cursos óptimos, la aclaración del marco legal, el consejo no directivo y la ayuda aun en el caso de que la opción elegida por quien tiene el derecho y el deber de tomarla no coincida con la que el profesional considera correcta. […] La deliberación es en sí un método, un procedimiento” (Gracia y Judez, ética y deliberación moral).
Según otras autoras, "no se puede hablar propiamente de “expertos” en ética. La bioética sería la “multi” o “transdisciplina” donde diversas perspectivas (médica, biológica, jurídica, filosófica) tienen, en principio, la misma “autoridad”, y entre todas se va generando el diálogo plural y abierto que caracteriza la deliberación bioética, clave de sus juicios y decisiones. Si la ética y la ético-política no fueran “vocación universal” no tendría sentido hablar de “hacernos dueños del proceso”. Esta es acción colectiva y plural; es conciencia y tarea compartidas, voluntad común (Juliana González).
"Es más que probable que el consenso de los expertos tenga que ser reemplazado por otro tipo de consenso, con bases más amplias, más “republicanas” por así decirlo. Es decir, con mayor participación de todos los afectados, sensible también a las diferencias y a las identidades. Un
consenso más cosmopolita, más cívico en definitiva. Este nuevo tipo de consenso será más modesto, provisional. Tal vez esté menos centrado
en los aspectos técnicos o en la opinión de los expertos, pero así favorecerá los acuerdos en la esfera pública. En suma, será el consenso de los ciudadanos, sin otra autoridad que su competencia moral" (López de la Vieja, en La deliberación moral en bioética).
El deterioro irreversible de la salud puede provocar una experiencia de sufrimiento que sea inaceptable para la persona, o unas condiciones de vida en las que, para esa persona, la vida quede desprovista de sentido y de dignidad. En las sociedades democráticas el valor vida biológica (supervivencia) no es absoluto y está supeditado a otros valores como la dignidad (entendido como un valor individual, como una vida aceptable para el que la vive) y la autonomía, la decisión de prolongar o no una situación que es irreversible, mediante el rechazo de tratamientos, o de solicitar ayuda para morir con una eutanasia.
Cuando el enfermo no se puede expresar y no tiene testamento vital, para resolver el conflicto de valores se recurre a la historia de valores. Se trata de recuperar testimonios, comentarios, actitudes sobre la enfermedad, el deterioro, la muerte… que aporten datos sobre lo que esa persona diría si pudiera hacerlo.
En la película de animación Up aparece resumida la biografía de una pareja en unos pocos minutos. Se trata de hacer algo así, pero en relación a la enfermedad y la muerte (ver video).
Es sorprendente, pero existen parejas, no digamos hijos e hijas, que han convivido toda una vida y que jamás han hablado del morir. En estos casos, cuando no hay datos, le corresponde a sus representantes, al cónyuge y luego a los hijos, elegir lo mejor para esa persona, de acuerdo con su concepto personal de dignidad.
Si en la enfermedad avanzada el valor a proteger por encima de cualquier otro es la dignidad, todos los tratamientos y las pruebas que no mejoren de forma inmediata el confort del enfermo se pueden rechazar. No existe una regla general, la dignidad es una vivencia muy personal. Para algunas personas, no poder ir al servicio, que les pongan un pañal, la alimentación con una jeringa o una sonda, no levantarse de la cama, que las coloquen en un sillón, ser atadas a la cama y tantas otras medidas imprescindibles en el cuidado, son inaceptables. Rechazan una situación de dependencia que es degradante en sí misma y que no desean que se prolongue con ningún tratamiento. Podremos compartir, o no, su modo de estar en el mundo, pero en cualquier caso deberíamos respetarlo.
Ni siquiera la vida biológica es un valor absoluto, dejando a criterio de los profesionales la limitación del esfuerzo terapéutico cuando los resultados esperados empeoren un estado grave e irreversible. En cualquier caso, siempre es mejor disponer de una TESTAMENTO VITAL.
La tarea del profesional no es iluminar con sus creencias o sus valores -a veces camuflados tras su “experiencia”- la deliberación de enfermo-familia, sino facilitar el proceso de reflexión, informando sobre la evolución de la enfermedad con y sin determinados tratamientos (cursos de acción). Ayudar a morir en paz es un objetivo irrenunciable de la medicina del siglo XXI, aliviar el sufrimiento de enfermo y familia, dar a cada uno su propia muerte, respetando a cada ser humano hasta el último instante de su vida.
En la película de animación Up aparece resumida la biografía de una pareja en unos pocos minutos. Se trata de hacer algo así, pero en relación a la enfermedad y la muerte (ver video).
Es sorprendente, pero existen parejas, no digamos hijos e hijas, que han convivido toda una vida y que jamás han hablado del morir. En estos casos, cuando no hay datos, le corresponde a sus representantes, al cónyuge y luego a los hijos, elegir lo mejor para esa persona, de acuerdo con su concepto personal de dignidad.
Si en la enfermedad avanzada el valor a proteger por encima de cualquier otro es la dignidad, todos los tratamientos y las pruebas que no mejoren de forma inmediata el confort del enfermo se pueden rechazar. No existe una regla general, la dignidad es una vivencia muy personal. Para algunas personas, no poder ir al servicio, que les pongan un pañal, la alimentación con una jeringa o una sonda, no levantarse de la cama, que las coloquen en un sillón, ser atadas a la cama y tantas otras medidas imprescindibles en el cuidado, son inaceptables. Rechazan una situación de dependencia que es degradante en sí misma y que no desean que se prolongue con ningún tratamiento. Podremos compartir, o no, su modo de estar en el mundo, pero en cualquier caso deberíamos respetarlo.
Ni siquiera la vida biológica es un valor absoluto, dejando a criterio de los profesionales la limitación del esfuerzo terapéutico cuando los resultados esperados empeoren un estado grave e irreversible. En cualquier caso, siempre es mejor disponer de una TESTAMENTO VITAL.
La tarea del profesional no es iluminar con sus creencias o sus valores -a veces camuflados tras su “experiencia”- la deliberación de enfermo-familia, sino facilitar el proceso de reflexión, informando sobre la evolución de la enfermedad con y sin determinados tratamientos (cursos de acción). Ayudar a morir en paz es un objetivo irrenunciable de la medicina del siglo XXI, aliviar el sufrimiento de enfermo y familia, dar a cada uno su propia muerte, respetando a cada ser humano hasta el último instante de su vida.
Ley 3/2021 de regulación de la eutanasia. Manual de Buenas Prácticas
4.2.2.- Proceso deliberativo con el médico/a responsable (pág. 13 y 14)
"Una vez admitida la primera solicitud de prestación de ayuda para morir, el médico/a responsable iniciará el proceso deliberativo con el paciente, explicándole las diferentes alternativas y posibilidades de actuación, incluida la de acceder a cuidados paliativos integrales comprendidos en la cartera común de servicios y a las prestaciones que tuviera derecho de conformidad a la normativa de atención a la dependencia.
Para que el paciente pueda tomar una decisión autónoma y fundada en el conocimiento sobre su proceso médico, el médico/a responsable deberá facilitar al paciente la información sobre su proceso médico por escrito o por otro medio en los tres días naturales siguientes al inicio del proceso deliberativo."
Además de la información sobre su proceso, el/la médico/ca responsable deberá facilitar al paciente por escrito la información sobre la prestación de ayuda para morir, incluyendo las modalidades de prestación y como se realizaría la misma.
El proceso deliberativo debe contemplar la escucha activa y empática de su relato, de sus razones, de sus sentimientos y de sus valores.
Es de suma importancia y tiene como finalidad certificar que lo indicado en la solicitud del paciente responde a la realidad. Es decir, que la petición se realiza "de manera voluntaria... y que no sea el resultado de ninguna presión externa".
Esto hace que el proceso deliberativo del médico/a responsable con el paciente requiera de una especial atención para que la entrevista sea, empática en lo emocional, clara respecto a los contenidos y basada en la mutua confianza.
En consecuencia y como en todo proceso asistencial, la deliberación es la parte más importante de la entrevista asistencial, que busca conocer la voluntad del paciente como sus condicionamientos y obtener, en su caso, su consentimiento en esta prestación.
Se sugiere que se aborden las cuestiones médicas y psicológicas, familiares o sociales, espirituales, que comúnmente se tiene en cuenta en la práctica asistencial diaria para ayudar a que el médico/a responsable pueda discernir si el paciente actúa de forma voluntaria, sin presiones externas de ninguna índole y con conocimiento de causa sobre la prestación que solicita.
4.2.2.- Proceso deliberativo con el médico/a responsable (pág. 13 y 14)
"Una vez admitida la primera solicitud de prestación de ayuda para morir, el médico/a responsable iniciará el proceso deliberativo con el paciente, explicándole las diferentes alternativas y posibilidades de actuación, incluida la de acceder a cuidados paliativos integrales comprendidos en la cartera común de servicios y a las prestaciones que tuviera derecho de conformidad a la normativa de atención a la dependencia.
Para que el paciente pueda tomar una decisión autónoma y fundada en el conocimiento sobre su proceso médico, el médico/a responsable deberá facilitar al paciente la información sobre su proceso médico por escrito o por otro medio en los tres días naturales siguientes al inicio del proceso deliberativo."
Además de la información sobre su proceso, el/la médico/ca responsable deberá facilitar al paciente por escrito la información sobre la prestación de ayuda para morir, incluyendo las modalidades de prestación y como se realizaría la misma.
El proceso deliberativo debe contemplar la escucha activa y empática de su relato, de sus razones, de sus sentimientos y de sus valores.
Es de suma importancia y tiene como finalidad certificar que lo indicado en la solicitud del paciente responde a la realidad. Es decir, que la petición se realiza "de manera voluntaria... y que no sea el resultado de ninguna presión externa".
Esto hace que el proceso deliberativo del médico/a responsable con el paciente requiera de una especial atención para que la entrevista sea, empática en lo emocional, clara respecto a los contenidos y basada en la mutua confianza.
En consecuencia y como en todo proceso asistencial, la deliberación es la parte más importante de la entrevista asistencial, que busca conocer la voluntad del paciente como sus condicionamientos y obtener, en su caso, su consentimiento en esta prestación.
Se sugiere que se aborden las cuestiones médicas y psicológicas, familiares o sociales, espirituales, que comúnmente se tiene en cuenta en la práctica asistencial diaria para ayudar a que el médico/a responsable pueda discernir si el paciente actúa de forma voluntaria, sin presiones externas de ninguna índole y con conocimiento de causa sobre la prestación que solicita.