Gabino sufre desde hace casi diez años un dolor extremo, que no se puede aliviar, y una cardiopatía severa, que le obliga a vivir en la cama. Pero como puede hablar por teléfono y salir a los médicos en silla de ruedas, según la Comisión de Garantía y Evaluación de Andalucía y la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, no tiene derecho a la prestación de ayuda para morir.
Como diría Ramón Sampedro, “señores jueces, autoridades políticas y religiosas: no es que mi conciencia se halle atrapada en la deformidad de mi cuerpo atrofiado e insensible, sino en la deformidad, atrofia e insensibilidad de vuestras conciencias”.
Como dice una amiga jurista, la sentencia ofende, es una burla a la LORE y a la persona a la que le deniega la eutanasia.



