Y pido una muerte digna
Cuando mis palabras se enrosquen en un idioma indescifrable,
cuando mire sin ver,
cuando vea sin mirar, vagabunda, ajena a lo que sucede,
cuando me duerma recién vestida
o me despierte recién dormida,
cuando reaccione a un sonido amable
o me asuste una vaguedad indescifrable,
cuando mi cuerpo no responda a un estímulo
aunque obediente se pliegue al sonido conocido,
cuando las voces amadas no me arranquen una sonrisa
o las poesías preferidas ya no rieguen mi rostro
con gotas suaves como caricias,
entonces, quiero una muerte digna.
El periodista, experto en memoria histórica, Augusto Góngora, no habla de muerte digna, sino de dignidad, de sus libros, de sus amigos, de la desorientación y el borrado de la personalifdad, en una obra bellísima, que rezuma amor y sensibilidad. El cine, ese medio de comunicación total, ese arte tan maravilloso, es una escuela de vida.