Tras la edición de 2010, la Fundación Lien publicó en 2015 el Indice de calidad de Muerte en 80 países del mundo.
Todo el mundo espera morir bien, pero los esfuerzos para hacer que eso sea posible, especialmente los cuidados paliativos (CP) son recientes. Si los gobiernos de todo el mundo trabajan para mejorar la vida de sus ciudadanos, también deben estudiar cómo ayudar a morir bien, un tema que no debe subestimarse en sociedades envejecidas que cada vez tendrán más necesidades de cuidados al final de la vida.
El estudio utilizó 20 indicadores cualitativos y cuantitativos, agrupados en 5 categorías:
Según el informe, el problema es que en todo el mundo, los sistemas de salud están diseñados para la asistencia aguda, cuando lo que necesitamos es atención en la cronicidad. Se centran en el diagnóstico y tratamiento, pero son manifiestamente negligentes en cubrir las necesidades de los pacientes y familias al final de la vida.
Lo que hay que hacer para mejorar la calidad de la muerte es muy simple: mejorar los conocimientos sobre el tratamiento del dolor y conversar con la gente sobre el tema.
¿Por qué España, con un sistema público de salud excelente ocupa el puesto 23? Porque los gestores no se toman en serio los cuidados al final de la vida.
Derecho a morir y paliativos
Según el informe, ambos planteamientos pretenden mejorar la calidad de la muerte, pero los profesionales de paliativos argumentan que el apoyo mayoritario del derecho a morir refleja, por un lado, la incapacidad de atender adecuadamente a todas las personas al final de su vida, y por otro, el miedo, la ira y la desconfianza de la población en el proceso de morir. Para ellos el apoyo social al suicidio asistido y la eutanasia son un fracaso de los paliativos y no deben ser vistos como una alternativa, porque la mayoría de la gente no solicita una muerte voluntaria cuando está bien atendida.
Es la conocida coartada paliativa: "yo no estaba allí", "eso a mí no me pasa", "nadie me ha pedido morir", "con CP nadie piede la eutanasia" y otras excusas. Pero, como se puede ver, los países de la eutanasia o el suicidio asistido están en los primeros puestos del ranking.
Curiosamente, Bélgica, el país más avanzado en la regulación de la eutanasia y el suicidio asistido, ocupa en el ranking el lugar número uno en la implicación de la comunidad, porque la muerte voluntaria no es una alternativa a los cuidados, sino una opción más, que la inmensa mayoría quiere tener "por si acaso", aunque sólo un 3 o 4% decida finalmente disponer de su vida. No compiten, ellos lo saben, pero no están dispuestos a aceptar que cada persona decida cómo y cuándo morir (es pecado).
El estudio utilizó 20 indicadores cualitativos y cuantitativos, agrupados en 5 categorías:
- Desarrollo de la asistencia sanitaria y los CP (20% puntuación)
- Recursos humanos (20%)
- Cuidados económicamente asequibles (20%)
- Calidad asistencial (30%)
- Participación de los ciudadanos (10%)
Según el informe, el problema es que en todo el mundo, los sistemas de salud están diseñados para la asistencia aguda, cuando lo que necesitamos es atención en la cronicidad. Se centran en el diagnóstico y tratamiento, pero son manifiestamente negligentes en cubrir las necesidades de los pacientes y familias al final de la vida.
Lo que hay que hacer para mejorar la calidad de la muerte es muy simple: mejorar los conocimientos sobre el tratamiento del dolor y conversar con la gente sobre el tema.
¿Por qué España, con un sistema público de salud excelente ocupa el puesto 23? Porque los gestores no se toman en serio los cuidados al final de la vida.
Derecho a morir y paliativos
Según el informe, ambos planteamientos pretenden mejorar la calidad de la muerte, pero los profesionales de paliativos argumentan que el apoyo mayoritario del derecho a morir refleja, por un lado, la incapacidad de atender adecuadamente a todas las personas al final de su vida, y por otro, el miedo, la ira y la desconfianza de la población en el proceso de morir. Para ellos el apoyo social al suicidio asistido y la eutanasia son un fracaso de los paliativos y no deben ser vistos como una alternativa, porque la mayoría de la gente no solicita una muerte voluntaria cuando está bien atendida.
Es la conocida coartada paliativa: "yo no estaba allí", "eso a mí no me pasa", "nadie me ha pedido morir", "con CP nadie piede la eutanasia" y otras excusas. Pero, como se puede ver, los países de la eutanasia o el suicidio asistido están en los primeros puestos del ranking.
Curiosamente, Bélgica, el país más avanzado en la regulación de la eutanasia y el suicidio asistido, ocupa en el ranking el lugar número uno en la implicación de la comunidad, porque la muerte voluntaria no es una alternativa a los cuidados, sino una opción más, que la inmensa mayoría quiere tener "por si acaso", aunque sólo un 3 o 4% decida finalmente disponer de su vida. No compiten, ellos lo saben, pero no están dispuestos a aceptar que cada persona decida cómo y cuándo morir (es pecado).