Casi la mitad de los americanos están incapacitados para tomar decisiones sobre los tratamientos que prolongan la vida, debiendo los familiares decidir por ellos.
En este estudio realizado en la UCI, en el 5º día de respiración asistida, médicos y representantes estimaron la probabilidad de que el paciente sobreviviera a la hospitalización, existiendo una discordancia del 53% (98, 43%, más optimistas que los médicos y 24 más pesimistas).
¿Por qué los familiares tienen una percepción errónea? Primero, porque interpretan mal la información médica, pero también porque su optimismo y sus valores influyen en la percepción del riesgo, debido a las siguientes creencias:
- El optimismo mejorará la evolución del paciente o les protegerá a ellos de la aflicción y la angustia (“Si hacemos todo lo posible para tener buenas vibraciones podríamos ayudarlo.” “Me dijeron que siempre pensara en positivo, por eso estoy tratando de hacerme sentir mejor a mí mismo”).
-El paciente tiene fortalezas extraordinarias que el médico desconoce (“Yo lo conozco. Los médicos no lo conocen personalmente, no conocen sus ganas de vivir, su fuerza de voluntad, lo fuerte que es y su historia familiar”).
- Religiosas (“Si Dios quiere que alguien se cure, aunque el doctor piense que es imposible, creo que esa persona se puede recuperar”).
Las expectativas de los médicos fueron estadísticamente significativas en cuanto a su exactitud, pero las expectativas poco realistas de la familia son un obstáculo para mejorar la calidad de la muerte, porque dificultan llegar a una toma de decisiones compartida y provocan encarnizamiento terapéutico (más tratamientos invasivos en moribundos y menos paliativos).
La aceptación de un tratamiento está en función del resultado probable, en estos casos distorsionado por el optimismo. Por eso, los autores proponen:
Es natural que todos esperemos lo mejor y que nos sea difícil abandonar la posibilidad de un milagro, pero afrontar la muerte es crucial para un buen morir. Corresponde a los sanitarios facilitar este afrontamiento, redefinir la esperanza en la curación en la esperanza en una buena muerte, pero es complicado.
La solución es promover el testamento vital, que sea cada persona la que decida los tratamientos que rechaza para evitar tanto sufrimiento absurdo. No lo deje en manos de los demás, porque hasta que la eutanasia no desaparezca del código penal los médicos se sentirán coaccionados para no retirar medidas de soporte vital en contra del criterio de sus familiares.
En este estudio realizado en la UCI, en el 5º día de respiración asistida, médicos y representantes estimaron la probabilidad de que el paciente sobreviviera a la hospitalización, existiendo una discordancia del 53% (98, 43%, más optimistas que los médicos y 24 más pesimistas).
¿Por qué los familiares tienen una percepción errónea? Primero, porque interpretan mal la información médica, pero también porque su optimismo y sus valores influyen en la percepción del riesgo, debido a las siguientes creencias:
- El optimismo mejorará la evolución del paciente o les protegerá a ellos de la aflicción y la angustia (“Si hacemos todo lo posible para tener buenas vibraciones podríamos ayudarlo.” “Me dijeron que siempre pensara en positivo, por eso estoy tratando de hacerme sentir mejor a mí mismo”).
-El paciente tiene fortalezas extraordinarias que el médico desconoce (“Yo lo conozco. Los médicos no lo conocen personalmente, no conocen sus ganas de vivir, su fuerza de voluntad, lo fuerte que es y su historia familiar”).
- Religiosas (“Si Dios quiere que alguien se cure, aunque el doctor piense que es imposible, creo que esa persona se puede recuperar”).
Las expectativas de los médicos fueron estadísticamente significativas en cuanto a su exactitud, pero las expectativas poco realistas de la familia son un obstáculo para mejorar la calidad de la muerte, porque dificultan llegar a una toma de decisiones compartida y provocan encarnizamiento terapéutico (más tratamientos invasivos en moribundos y menos paliativos).
La aceptación de un tratamiento está en función del resultado probable, en estos casos distorsionado por el optimismo. Por eso, los autores proponen:
- Mejorar la comunicación médico familia, verificando siempre sus percepciones pronósticas antes de tomar decisiones.
- Explorar otras causas de discordancia, como las creencias mencionadas, prestando atención a las fuentes emocionales y psicológicas del optimismo.
Es natural que todos esperemos lo mejor y que nos sea difícil abandonar la posibilidad de un milagro, pero afrontar la muerte es crucial para un buen morir. Corresponde a los sanitarios facilitar este afrontamiento, redefinir la esperanza en la curación en la esperanza en una buena muerte, pero es complicado.
La solución es promover el testamento vital, que sea cada persona la que decida los tratamientos que rechaza para evitar tanto sufrimiento absurdo. No lo deje en manos de los demás, porque hasta que la eutanasia no desaparezca del código penal los médicos se sentirán coaccionados para no retirar medidas de soporte vital en contra del criterio de sus familiares.