En la entrada del blog médicoacuadros cuado sea vieja, me moriré, su autora denuncia el obstinamiento terapéutico. (...) "La realidad sanitaria es una tragedia: ancianos sometidos a procedimientos agresivos (endoscopias, marcapasos….), tan demenciados que no pueden firmar su propio consentimiento, atados para evitar que se arranquen las sondas naso-gástrica; vías, radiografías, antibióticos, trasfusiones... Tanto preocuparnos en vivir, nos hemos olvidado de morir.
(...) Si me demencio quiero acabar cuanto antes la tragedia de no ser yo. No quiero médicos majaderos que alarguen mi vida solo porque la ciencia se lo permite. Ya está bien de esta medicina agresiva, inhumana, descabellada y absurda. Ya está bien de jugar a ser dios. Ya está bien".
Oportuna reflexión e interesantes comentarios, un botón de muestra de cómo está la situación: hoy por hoy, te mueres bien o mal dependiendo del médico que te toque (o del que te busques).
Por un lado, hay mucha gente que, por diversas razones, aunque se esté muriendo niega la muerte, manteniendo la conspiración del silencio hasta el final. Es una situación muy difícil para intervenir, el paciente deja de ser protagonista de su historia y se deja llevar (de lo que no se habla es imposible tomar decisiones). Pero otra mucha gente, cada vez más, desea saber qué le ocurre y cuál será su futuro más probable. A ellos me refiero en los siguientes comentarios.
El problema de fondo es la disponibilidad de la propia vida. ¿A quién pertenece mi vida? ¿Puedo renunciar a cualquier tratamiento aunque con ello se precipite mi muerte? Si afirmo que si no sé quién soy mi vida no tiene sentido (ya sea por una demencia o por cualquier otra causa) ¿Puedo confiar en que se respetará mi voluntad de que no se alargue una situación que para mí es inaceptable? La respuesta es es que SI. En ese contexto de deterioro irreversible, ¿Puedo solicitar una inyección que acabe con mi sufirmiento de forma rápida e indolora? La respuesta es que NO. Con la legislación actual, morir voluntariamente es un derecho sólo cuando la vida depende de un tratamiento, que uno puede rechazar (es ese absurdo debate entre permitir la muerte y provocar la muerte).
El segundo problema es la falta de respeto a las opciones personales. Cuando no se acepta que la sociedad es plural, la 1ª persona (lo que yo deseo para mi), se confunde con la 3ª (lo que deseo para el otro), un error que los médicos, influídos por la tradición paternalista, cometen con frecuencia ("mi" paciente, "mi" ética, "mi" juramento...). Entonces es imposible entenderse. Por favor, lo que yo considere sobre MI vida, no es un jucio de valor sobre la vida de ningún otro. Usted haga lo que quiera, apártese de mí si tiene problemas son SU conciencia, pero haga que se RESPETE mi voluntad de morir cuando finalice mi biografía.
Cuando un enfermo avanzado que fallecerá en días, semanas o meses, está sufriendo, sin que su vida vaya a mejorar, lo que porcede es sentarse y HABLAR (cambiar el TAC por la silla), facilitando la reflexión con una deliberación moral: valores enfrentados, cursos de acción y opción más prudente que respete el valor más importante (libertad, autonomía, dignidad, confort, o llámese x). En cualquier caso, cuando ni enfermo ni familia se expresan porque no saben, no se les facilita o no pueden, el obstinamiento diagnóstico o terapéutico es una mala praxis.
Por otra parte, en un estado de democrático los valores se expresan como derechos, que no se regalan, hay que luchar por ellos. La libertad tiene un precio, si quiere ser protagonista de su proceso de morir firme su testamento vital, comparta con los suyos cuál es su voluntad, búsquese profesionales que se comprometan a respetarla y exija que así sea.
Los cambios no vendrán de la mano de los profesionales sanitarios, sino de la ciudadanía en general, de la que por cierto todos formamos parte. Si le preocupa cómo morir únase al movimiento ciudadano por una muerte digna.
Por un lado, hay mucha gente que, por diversas razones, aunque se esté muriendo niega la muerte, manteniendo la conspiración del silencio hasta el final. Es una situación muy difícil para intervenir, el paciente deja de ser protagonista de su historia y se deja llevar (de lo que no se habla es imposible tomar decisiones). Pero otra mucha gente, cada vez más, desea saber qué le ocurre y cuál será su futuro más probable. A ellos me refiero en los siguientes comentarios.
El problema de fondo es la disponibilidad de la propia vida. ¿A quién pertenece mi vida? ¿Puedo renunciar a cualquier tratamiento aunque con ello se precipite mi muerte? Si afirmo que si no sé quién soy mi vida no tiene sentido (ya sea por una demencia o por cualquier otra causa) ¿Puedo confiar en que se respetará mi voluntad de que no se alargue una situación que para mí es inaceptable? La respuesta es es que SI. En ese contexto de deterioro irreversible, ¿Puedo solicitar una inyección que acabe con mi sufirmiento de forma rápida e indolora? La respuesta es que NO. Con la legislación actual, morir voluntariamente es un derecho sólo cuando la vida depende de un tratamiento, que uno puede rechazar (es ese absurdo debate entre permitir la muerte y provocar la muerte).
El segundo problema es la falta de respeto a las opciones personales. Cuando no se acepta que la sociedad es plural, la 1ª persona (lo que yo deseo para mi), se confunde con la 3ª (lo que deseo para el otro), un error que los médicos, influídos por la tradición paternalista, cometen con frecuencia ("mi" paciente, "mi" ética, "mi" juramento...). Entonces es imposible entenderse. Por favor, lo que yo considere sobre MI vida, no es un jucio de valor sobre la vida de ningún otro. Usted haga lo que quiera, apártese de mí si tiene problemas son SU conciencia, pero haga que se RESPETE mi voluntad de morir cuando finalice mi biografía.
Cuando un enfermo avanzado que fallecerá en días, semanas o meses, está sufriendo, sin que su vida vaya a mejorar, lo que porcede es sentarse y HABLAR (cambiar el TAC por la silla), facilitando la reflexión con una deliberación moral: valores enfrentados, cursos de acción y opción más prudente que respete el valor más importante (libertad, autonomía, dignidad, confort, o llámese x). En cualquier caso, cuando ni enfermo ni familia se expresan porque no saben, no se les facilita o no pueden, el obstinamiento diagnóstico o terapéutico es una mala praxis.
Por otra parte, en un estado de democrático los valores se expresan como derechos, que no se regalan, hay que luchar por ellos. La libertad tiene un precio, si quiere ser protagonista de su proceso de morir firme su testamento vital, comparta con los suyos cuál es su voluntad, búsquese profesionales que se comprometan a respetarla y exija que así sea.
Los cambios no vendrán de la mano de los profesionales sanitarios, sino de la ciudadanía en general, de la que por cierto todos formamos parte. Si le preocupa cómo morir únase al movimiento ciudadano por una muerte digna.