La demencia, que afecta al 7% de >65 años y al 50% >80 años (1,5 millones de enfermos), es un gigantesco problema socio-sanitario, que aumentará por el envejecimiento de la población.
En los últimos 14 años, sólo tres medicamentos han sido aprobados para la enfermedad de Alzheimer. Más de 100 han sido suspendidos en las fases de desarrollo debido a su ineficacia. El desarrollo de estos fármacos es todo un reto, que las compañías farmacéuticas no están dispuestas a afrontar, por los riesgos de fracaso que conlleva.
Por ello, están pidiendo que se relajen los requisitos para la aprobación de nuevos fármacos, con el mismo paradigma que en cáncer: acceso temprano a los nuevos tratamientos, con ensayos clínicos más cortos, con menos participantes, más baratos, pero menos fiables. Aceptar este chantaje en nombre de la desesperación sería un grave error. Los nuevos tratamientos “personalizados” del cáncer fallan estrepitosamente, porque lo único que se consigue es tener en el mercado muchos malos fármacos, a unos precios desorbitados, sin que mejore nada la salud de los enfermos.
La investigación contra las enfermedades neurodegenerativas necesita superar las limitaciones que impone el actual modelo de innovación basado en patentes que compiten entre sí, no rebajar su calidad.
Los fármacos contra el Alzheimer fueron introducidos en el mercado sin garantías científicas suficientes, pero ante la falta de alternativas son muy utilizados. En España, campeona del mundo en este uso (230 millones cada año), hemos decidido gastar los recursos para ayudar a los enfermos con demencia fundamentalmente en inútiles, peligrosos y caros medicamentos y en ingresos hospitalarios que suelen empeorar la situación funcional, mientras abandonamos a las familias, sobre todo a las más pobres y las dejamos con escasas ayudas sociales.
En Francia han dicho basta y estos medicamentos (donepezil, galantamina, rivastigmina y memantina) dejarán de ser financiados por el sistema nacional de seguro médico. Existe un balance negativo de riesgo beneficio con estos medicamentos, porque “ninguno de los medicamentos disponibles en 2018 ofrece ninguna mejora duradera. Estas drogas excluidas incluso aceleran la muerte en algunos casos. Es justo que se des-financien. El siguiente paso lógico sería retirarlos del mercado en Francia y en toda Europa.”
Basta de falsas esperanzas y de erróneas prioridades: “Estos pacientes y sus cuidadores necesitan principalmente asistencia práctica y apoyo, no medicamentos: ayuda práctica con las tareas diarias, actividades de estimulación cognitiva para los pacientes, apoyo psicológico para los cuidadores, descanso temporal o duradero para los miembros de la familia. Lo menos que la sociedad puede hacer ahora es utilizar el dinero que se desperdiciaba anteriormente en el reembolso de estos medicamentos para financiar iniciativas de este tipo.”
Chapeau