Según un artículo del editor de la revista de la End of Life Choice Society (Nueva Zelanda), en realidad no hay nada nuevo en el concepto de que un médico que acelere el final para evitar dolor y sufrimiento. No es una idea fantasiosa de la Nueva Era, como algunos parecen pensar cuando ven iniciativas legislativas en todo el mundo.
La eutanasia se practicó en la antigua Grecia y Roma, donde escritores y filósofos informaron que los buenos emperadores oraron para una despedida digna y sin dolor. Ahora, el derecho a morir cuando y como cada persona elija es un derecho humano por conquistar. Más de 200 millones de personas en las Américas, Europa y Australia viven en países que permiten la muerte asistida. El apoyo de la población es mayoritario, pero la mayoría de las asociaciones médicas (bastante conservadoras) se oponen a la muerte asistida, en muchos casos sin haber preguntado a sus miembros y negando que muchos profesionales apoyan su regulación (como en España, donde se encuestó al 25% de colegiados). Argumentan que el Juramento Hipocrático prohíbe la eutanasia, pero eso no es cierto.
La eutanasia se practicó en la antigua Grecia y Roma, donde escritores y filósofos informaron que los buenos emperadores oraron para una despedida digna y sin dolor. Ahora, el derecho a morir cuando y como cada persona elija es un derecho humano por conquistar. Más de 200 millones de personas en las Américas, Europa y Australia viven en países que permiten la muerte asistida. El apoyo de la población es mayoritario, pero la mayoría de las asociaciones médicas (bastante conservadoras) se oponen a la muerte asistida, en muchos casos sin haber preguntado a sus miembros y negando que muchos profesionales apoyan su regulación (como en España, donde se encuestó al 25% de colegiados). Argumentan que el Juramento Hipocrático prohíbe la eutanasia, pero eso no es cierto.
Concretamente, el Juramento dice “y no daré ninguna droga letal a nadie, aunque me la pidan, ni sugeriré un tal uso, y del mismo modo, tampoco a ninguna mujer daré pesario abortivo”.
Hace 2.500 años ayudar a una muerte voluntaria no solo no estaba prohibido, sino que hay una amplia evidencia de que los médicos ayudaban en el suicidio asistido. Lo que se menciona no es eso, sino el envenenamiento de una persona sin su consentimiento, un método frecuente en aquella época, en la que no existían autopsias que detectaran el homicidio (ver el magnífico trabajo de Anton JL Vanhoof Good Death and the Doctor in the Graeco-Roman World).
Sin embargo, el Código de Deontología Médica de España (2011) mantiene este error: “El médico nunca provocará intencionadamente la muerte de ningún paciente, ni siquiera en caso de petición expresa por parte de éste” (art. 36.3).
Es obvio que el Juramento Hipocrático es un anacronismo, no solo para la eutanasia y el aborto, sino para todos los derechos de las personas. Por eso la Asociación Médica Mundial ha tratado de actualizarlo con su equivalente, la llamada Declaración de Ginebra, cuya última enmienda de 2017 incorpora, por primera vez, la autonomía del paciente.
Para empezar, no dice juro por Apolo y no sé cuántos dioses más, sino prometo, un término más acorde con una sociedad plural, lo siguiente:
A diferencia de las tres grandes religiones monoteístas, aunque lo repitan como loros, el Juramento Hipocrático no prohíbe la eutanasia. Las creencias de cada cual son respetables, allá cada una con lo que cree. Lo que no está bien es utilizar una determinada interpretación del Juramento Hipocrático, que además es errónea, para tratar de imponer esas creencias particulares a toda una profesión. Esperemos que poco a poco vayamos superando esa obsesión y cuando el nuevo Código Deontológico se actualice tome nota de la Declaración de Ginebra, dejando el Juramento Hipocrático de una vez por todas para las clases de historia de la medicina, que es donde debe estar.
Hace 2.500 años ayudar a una muerte voluntaria no solo no estaba prohibido, sino que hay una amplia evidencia de que los médicos ayudaban en el suicidio asistido. Lo que se menciona no es eso, sino el envenenamiento de una persona sin su consentimiento, un método frecuente en aquella época, en la que no existían autopsias que detectaran el homicidio (ver el magnífico trabajo de Anton JL Vanhoof Good Death and the Doctor in the Graeco-Roman World).
Sin embargo, el Código de Deontología Médica de España (2011) mantiene este error: “El médico nunca provocará intencionadamente la muerte de ningún paciente, ni siquiera en caso de petición expresa por parte de éste” (art. 36.3).
Es obvio que el Juramento Hipocrático es un anacronismo, no solo para la eutanasia y el aborto, sino para todos los derechos de las personas. Por eso la Asociación Médica Mundial ha tratado de actualizarlo con su equivalente, la llamada Declaración de Ginebra, cuya última enmienda de 2017 incorpora, por primera vez, la autonomía del paciente.
Para empezar, no dice juro por Apolo y no sé cuántos dioses más, sino prometo, un término más acorde con una sociedad plural, lo siguiente:
- Respetar la autonomía y la dignidad de mis pacientes.
- Velar con el máximo respeto por la vida humana.
- No emplear mis conocimientos médicos para violar los derechos humanos y las libertades ciudadanas, ni siquiera bajo amenaza.
A diferencia de las tres grandes religiones monoteístas, aunque lo repitan como loros, el Juramento Hipocrático no prohíbe la eutanasia. Las creencias de cada cual son respetables, allá cada una con lo que cree. Lo que no está bien es utilizar una determinada interpretación del Juramento Hipocrático, que además es errónea, para tratar de imponer esas creencias particulares a toda una profesión. Esperemos que poco a poco vayamos superando esa obsesión y cuando el nuevo Código Deontológico se actualice tome nota de la Declaración de Ginebra, dejando el Juramento Hipocrático de una vez por todas para las clases de historia de la medicina, que es donde debe estar.