
Compañeros de viaje (youtube) es un documental que muestra un abordaje de la muerte posible. Pero morir no siempre es un paseo por un bucólico paisaje de puesta de sol. También puede ser un viaje por el infierno, cuando enfermo y familia consideran que su experiencia de sufrimiento es absurda. Hablamos de esos procesos de dolor intratable o de aquellos otros que van estrujando al enfermo hasta dejarle agotado, sin una pizca de energía, como el tremendo deterioro que provoca una enfermedad como la ELA o una demencia avanzada. La diferencia entre unos y otros, entre la puesta de sol y el infierno, no depende tanto de la asistencia recibida, como del sentido de la vida a pesar del sufrimiento, de la biografía de cada individuo, de sus valores, en definitiva de su libertad para aceptar o no lo que le depara el destino.

¿Y si en ese contexto el enfermo decide adelantar su muerte? Ellos también necesitan compañeros de viaje. ¿Le tratarían con la misma delicadeza, con el mismo respeto? Los paliativos surgen ante la indiferencia y el fracaso de la medicina en el final de la vida ("ya no hay nada que hacer"). En la era de la autonomía, la negación de los paliativos de la muerte voluntaria les conduce a un nuevo fracaso. Si el enfermo dice "basta, aquí me quedo", la única opción coherente con la filosofía paliativa, con ese espíritu de la delicadeza, es ayudarle a morir. En estos casos, como en todos, respetar su voluntad es la única manera de tratar de que el infierno se convierta en una puesta de sol.
El documental compañeros de viaje es magnífico, pero se echan en falta otros viajes que no aparecen y que cada día transitan más familias.
Compañeros de viaje es un magnífico documental (ver en YOUTUBE) sobre el proceso de morir, que aborda con claridad muchos temas interesantes: Los objetivos de los cuidados paliativos (aliviar el sufrimiento, mejorar el confort, morir sin dolor, agitación o angustia). La sedación paliativa, cuando las medidas que no disminuyen la conciencia ya se han agotado. La necesidad de preservar la dignidad durante el proceso de muerte. Esa jaula de incomunicación que es la conspiración del silencio, en la que se simula que no llegará la muerte. La culpa por desear la muerte del enfermo para que no sufra, un sentimiento lícito, pero socialmente no aceptado. Las fases del proceso. La necesidad del enfermo de desapegarse, de prescindir de los demás y del mundo. La conveniencia de los seres queridos de dejar marchar al enfermo, permitirle esa desvinculación y darle permiso para morir, quitándole drama al asunto, riéndose con el enfermo, sin obligarle a nada, ni siquiera a comer. En un tiempo en el que surgen preguntas acerca del sentido de la vida, de los valores, en el que la persona hace una reconstrucción de su propia vida para encontrarle un significado, para reconciliarse, reviviendo momentos felices, agradeciendo a quien sea, o a nadie, el tiempo pasado. La necesidad de cerrar el ciclo vital, cambiando las prioridades: lo más importante es sentirnos queridos y poder querer, vivir esa trascendencia.
La muerte no tiene que ser aterradora o triste. También puede ser aceptada con profunda paz. Una muerte serena es de gran consuelo para los acompañantes. Vivir ese proceso de morir es una fuente de satisfacción para los acompañantes, un motivo para sentirse bien consigo mismos: “Lo he hecho todo, no pensaba que iba a ser capaz de ser tan fuerte. Me enfrenté cara a cara con la vida”, dice una viuda. “Cuanto más amas, más personas caben en tu corazón; la muerte es una escuela de vida”, comenta en un momento muy emotivo una profesional.
"El acompañamiento a una persona al final de su vida es un tiempo de convivencia que puede ser muy rico, un tiempo de compartir, de ganar en coherencia personal. No se trata de decir nada, de hacer nada, se trata de escuchar, de estar ahí, tratando de poner palabras a lo que se está viviendo, de explorar el camino que transita la otra persona. Sentirse escuchado es una experiencia que libera el alma, a la vez que esa transmisión de una historia de vida es un legado que servirá a los que se quedan durante toda su vida".
El documental compañeros de viaje es magnífico, pero se echan en falta otros viajes que no aparecen y que cada día transitan más familias.
Compañeros de viaje es un magnífico documental (ver en YOUTUBE) sobre el proceso de morir, que aborda con claridad muchos temas interesantes: Los objetivos de los cuidados paliativos (aliviar el sufrimiento, mejorar el confort, morir sin dolor, agitación o angustia). La sedación paliativa, cuando las medidas que no disminuyen la conciencia ya se han agotado. La necesidad de preservar la dignidad durante el proceso de muerte. Esa jaula de incomunicación que es la conspiración del silencio, en la que se simula que no llegará la muerte. La culpa por desear la muerte del enfermo para que no sufra, un sentimiento lícito, pero socialmente no aceptado. Las fases del proceso. La necesidad del enfermo de desapegarse, de prescindir de los demás y del mundo. La conveniencia de los seres queridos de dejar marchar al enfermo, permitirle esa desvinculación y darle permiso para morir, quitándole drama al asunto, riéndose con el enfermo, sin obligarle a nada, ni siquiera a comer. En un tiempo en el que surgen preguntas acerca del sentido de la vida, de los valores, en el que la persona hace una reconstrucción de su propia vida para encontrarle un significado, para reconciliarse, reviviendo momentos felices, agradeciendo a quien sea, o a nadie, el tiempo pasado. La necesidad de cerrar el ciclo vital, cambiando las prioridades: lo más importante es sentirnos queridos y poder querer, vivir esa trascendencia.
La muerte no tiene que ser aterradora o triste. También puede ser aceptada con profunda paz. Una muerte serena es de gran consuelo para los acompañantes. Vivir ese proceso de morir es una fuente de satisfacción para los acompañantes, un motivo para sentirse bien consigo mismos: “Lo he hecho todo, no pensaba que iba a ser capaz de ser tan fuerte. Me enfrenté cara a cara con la vida”, dice una viuda. “Cuanto más amas, más personas caben en tu corazón; la muerte es una escuela de vida”, comenta en un momento muy emotivo una profesional.
"El acompañamiento a una persona al final de su vida es un tiempo de convivencia que puede ser muy rico, un tiempo de compartir, de ganar en coherencia personal. No se trata de decir nada, de hacer nada, se trata de escuchar, de estar ahí, tratando de poner palabras a lo que se está viviendo, de explorar el camino que transita la otra persona. Sentirse escuchado es una experiencia que libera el alma, a la vez que esa transmisión de una historia de vida es un legado que servirá a los que se quedan durante toda su vida".