"En mi unidad de cuidados intensivos nos hemos puesto la norma grabada a fuego de que nadie se va a morir solo y creo que si nosotros lo estamos haciendo lo puede hacer cualquiera. Para hacer eso hace falta informar a la familia y equipos de protección individual. El coronavirus no nos puede quitar nuestra humanidad, ni nuestra dignidad como seres humanos”.
Esto lo decía el 16 de abril un médico intesivista, en un encuentro digital organizado por el grupo de profesionales que desde hace 6 años impulsan el Proyecto HU-CI (humanizando los cuidados intensivos, ver en 2 minutos). Ese día, según las cifras oficiales, fallecieron en España por Covid 551 personas, es decir, que todavía estábamos en medio del tsunami.
Un mes después, @OriolMatadepera, escribía en twitter la dramática situación de su familia, reclamando, rogando, que les dejaran acompañar a su padre, ingresado desde hace mes y medio en un hospital, para hacerle llegar “el medicamento familiar, nuestro calor, nuestro amor, nuestra presencia, aquél que puede aportarle ganas de vivir y cambiar la situación clínica”.
El discurso, más intuitivo, de la ciudadanía y el de los expertos, a la cabecera de la cama, coincide, pero las personas siguen muriendo solas. ¿Qué está pasando? Una vez superada la primera ola, ¿Por qué permanece el miedo y la deshumanización?
Esto lo decía el 16 de abril un médico intesivista, en un encuentro digital organizado por el grupo de profesionales que desde hace 6 años impulsan el Proyecto HU-CI (humanizando los cuidados intensivos, ver en 2 minutos). Ese día, según las cifras oficiales, fallecieron en España por Covid 551 personas, es decir, que todavía estábamos en medio del tsunami.
Un mes después, @OriolMatadepera, escribía en twitter la dramática situación de su familia, reclamando, rogando, que les dejaran acompañar a su padre, ingresado desde hace mes y medio en un hospital, para hacerle llegar “el medicamento familiar, nuestro calor, nuestro amor, nuestra presencia, aquél que puede aportarle ganas de vivir y cambiar la situación clínica”.
El discurso, más intuitivo, de la ciudadanía y el de los expertos, a la cabecera de la cama, coincide, pero las personas siguen muriendo solas. ¿Qué está pasando? Una vez superada la primera ola, ¿Por qué permanece el miedo y la deshumanización?
Este es el resumen de los twits que @OriolMatadepera escribía (en catalán). Un testimonio demoledor:
Mi padre (67 años) entró en el hospital por Covid. Hace mes y medio que no sale de las 4 paredes blancas y no lo podemos ver en persona. Hace 5 días ingresó en la UCI y empeora cada hora que pasa. Me he confinado con mi madre y mis hermanas para acompañarnos, para pasarlo juntas, para equilibrar la balanza del dolor. Sólo tenemos una demanda: queremos verlo. Nos dicen que hacen todo lo posible, que no dejan de probar todo lo que tienen a su alcance. No lo dudamos. Pero nos niegan sistemáticamente el único medicamento que nosotros le podemos administrar: el medicamento familiar, nuestro calor, nuestro amor, nuestra presencia, aquél que puede aportarle ganas de vivir y cambiar la situación clínica.
Empeora día a día. Si es necesario, podemos conseguir vestidos de bucear del color que nos digan. Si no tienen EPI, los encontraremos. Si utilizamos la misma protección que cualquiera de las personas que lo ve a diario, deberíamos poder entrar. Después quemamos la ropa y nos duchamos con hielo desinfectante y nos volvemos a confinar 15 días más.
Una videollamada no es el medicamento que reclamamos. Todos los profesionales con los que hablamos nos dan la razón respecto al medicamento familiar, pero nos dicen que es imposible. En casa ya hemos pasado la Covid con él. ¿Por qué no es posible? ¿Cuánto sufrimiento de miles de familiares, que no han podido ni siquiera despedirse de sus seres queridos, habrán vivido las entradas de los hospitales?
Si con esta pandemia nos queda claro que tenemos que poner la vida en el centro, también debemos valorar que la muerte forma parte de la vida y que debemos valorarla en la misma medida. Quizás mañana cambie el protocolo. Si es tarde para nosotros, no queremos que lo sea para los siguientes. No buscamos ninguna excepción. Queremos que este medicamento esté al alcance de todos los pacientes y que el distanciamiento social y el lavado de manos no sea la dinámica imperante a partir de ahora. Buscamos una ventana abierta, una rendija.
Mi padre (67 años) entró en el hospital por Covid. Hace mes y medio que no sale de las 4 paredes blancas y no lo podemos ver en persona. Hace 5 días ingresó en la UCI y empeora cada hora que pasa. Me he confinado con mi madre y mis hermanas para acompañarnos, para pasarlo juntas, para equilibrar la balanza del dolor. Sólo tenemos una demanda: queremos verlo. Nos dicen que hacen todo lo posible, que no dejan de probar todo lo que tienen a su alcance. No lo dudamos. Pero nos niegan sistemáticamente el único medicamento que nosotros le podemos administrar: el medicamento familiar, nuestro calor, nuestro amor, nuestra presencia, aquél que puede aportarle ganas de vivir y cambiar la situación clínica.
Empeora día a día. Si es necesario, podemos conseguir vestidos de bucear del color que nos digan. Si no tienen EPI, los encontraremos. Si utilizamos la misma protección que cualquiera de las personas que lo ve a diario, deberíamos poder entrar. Después quemamos la ropa y nos duchamos con hielo desinfectante y nos volvemos a confinar 15 días más.
Una videollamada no es el medicamento que reclamamos. Todos los profesionales con los que hablamos nos dan la razón respecto al medicamento familiar, pero nos dicen que es imposible. En casa ya hemos pasado la Covid con él. ¿Por qué no es posible? ¿Cuánto sufrimiento de miles de familiares, que no han podido ni siquiera despedirse de sus seres queridos, habrán vivido las entradas de los hospitales?
Si con esta pandemia nos queda claro que tenemos que poner la vida en el centro, también debemos valorar que la muerte forma parte de la vida y que debemos valorarla en la misma medida. Quizás mañana cambie el protocolo. Si es tarde para nosotros, no queremos que lo sea para los siguientes. No buscamos ninguna excepción. Queremos que este medicamento esté al alcance de todos los pacientes y que el distanciamiento social y el lavado de manos no sea la dinámica imperante a partir de ahora. Buscamos una ventana abierta, una rendija.
Del interesante encuentro digital (webinar) titulado #hablemosdelamuerte en aislamiento en tiempos de COVID, destaco algunas aportaciones de los intensivistas GH, Gabi Heras (médico), JMV, Jose Manuel Velasco (enfermero) y EB, Enric Benito (médico de paliativos).
Hace unos minutos, mientras escribo estas palabras, @OriolMatadepera decía en twitter: "El meu pare es mor: entra en final de vida. Entrem ara mateix les meves germanes, ma mare i jo a salvar-lo. Envieu-nos energia. Acompanyament familiar terapèutic." (Mi padre se muere: entra en final de vida. Entramos ahora mismo mis hermanas, mi madre y yo a salvarlo. Envíenos energía. Acompañamiento familiar terapéutico).
Demasiado tarde, demasiado mal. Por favor, ¡BASTA YA!
- Se están dando situaciones de estrés moral precisamente porque no podemos hacer las cosas como sentimos que tienen que hacerse (GH, 29:23)
- En mi unidad de cuidados intensivos nos hemos puesto la norma grabada a fuego de que nadie se va a morir solo y creo que si nosotros lo estamos haciendo lo puede hacer cualquiera. Para hacer eso hace falta informar a la familia y equipos de protección individual. El coronavirus no nos puede quitar nuestra humanidad, ni nuestra dignidad como seres humanos (GH, 29:42)
- La variabilidad que se produce entre cómo se muere en un sitio y otro, hace que dependa de nuestro código postal el que podamos morir acompañados o morir solos. Eso es tan ruin…, que depende de donde hayas nacido tengas derecho a morirte de una forma o de otra (JMV, 54:17)
- El problema no es sólo de esa muerte en soledad. A esta situación se están añadiendo otros hechos que están haciendo más doloroso aún esto como es la imposibilidad de despedirse siguiendo la ceremonia que cada uno crea adecuada (JMV, 31:17)
- Me pregunto quién ha decidido que esto sea así. ¿Hemos sido los profesionales? ¿Ha sido el sistema? ¿Alguien tiene el teléfono del sistema para llamarlo y decirle: sistema, que te estás equivocando, que no pueden ser las cosas así? El sistema en definitiva somos todos y entre todos probablemente hemos orquestado que esto, en estos momentos, ocurra de esta forma (JMV, 32:07)
- Esta pandemia nos ha cogido por sorpresa, nos ha pillado desprevenidos. Yo creo que con el modelo que tenemos de atención sanitaria, donde los hospitales son para curar enfermedades, no para cuidar personas, era inevitable. De lo que estamos constantemente informando a la gente es del Covid, el respirador, la saturación de oxígeno, la neumonía…, pero no se habla de toda la parte del cuidado invisible o intangible, de que hay una biografía que se cierra, hay una historia que se termina, una familia y una persona, que no se ha tenido en cuenta en los protocolos (EB, 49:13)
- Habitualmente mantenemos el mismo diagnóstico del paciente hasta el final. Pero hay un momento en el que la meningitis se puede ir a tomar por culo, porque ahora lo que importa es que ese paciente ha cambiado su diagnóstico. Su diagnóstico principal es que ha entrado en proceso de muerte y por lo tanto hay que cambiar las opciones terapéuticas, porque ahora ese es su diagnóstico principal. Ahora puede estar pasando algo parecido con la neumonía bilateral por infección por coronavirus. (JMV, 52:08)
- Los médicos nunca tratamos aquello que no diagnosticamos, por eso debemos diagnosticar el proceso de muerte, situación de últimos días, agonía... (EB, 53:04)
- La gestión del miedo ha dificultado que las puertas de las unidades de cuidados intensivos, incluso las puertas de los hospitales, se volvieran a cerrar a cal y canto. (GH, 55:15)
- El día que planteemos en sanidad en todos los países del mundo que morirse bien es un éxito terapéutico pues probablemente cambiarán mucho las cosas para todos. Para eso es fundamental normalizar el proceso de morir que es una cosa que no hacemos y hablar de la muerte (GH, 56:00)
- Nada va a volver a ser como antes y eso es una gran noticia, porque eso será que habremos aprendido que las cosas no pueden seguir igual. El coronavirus ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad del sistema y de la vida en general. Hemos gestionado esto desde el egoísmo en vez del altruismo. Claramente no puede seguir ocurriendo que cuando la gente fallezca, pongamos un biombo y nos vayamos a tomar un café. Hay que entrenar esa motivación compasiva de estar con arrojo, con valor y con coraje, sabiendo nosotros no somos los protagonistas, pero sí que tenemos la obligación de acompañar (GH, 95:40)
Hace unos minutos, mientras escribo estas palabras, @OriolMatadepera decía en twitter: "El meu pare es mor: entra en final de vida. Entrem ara mateix les meves germanes, ma mare i jo a salvar-lo. Envieu-nos energia. Acompanyament familiar terapèutic." (Mi padre se muere: entra en final de vida. Entramos ahora mismo mis hermanas, mi madre y yo a salvarlo. Envíenos energía. Acompañamiento familiar terapéutico).
Demasiado tarde, demasiado mal. Por favor, ¡BASTA YA!