Su médica le propuso un tratamiento de radioterapia para aliviar el dolor por las metástasis óseas. El cáncer estaba muy avanzado, se había diseminado por varios órganos vitales. El tratamiento no mejoraría su deterioro y corría el riesgo de pasar sus últimos días de vida yendo de casa al hospital, malgastando la poca energía que le quedaba.
"Doctora: ya no puedo más, no es el dolor lo que más me preocupa, sino mi debilidad. No puedo salir a la calle, apenas soy capaz de ir de la cama al sillón, no tengo fuerzas para realizar casi ninguna actividad satisfactoria. Le agradezco todo lo que ha hecho por mí durante estos años, pero ya es tiempo de morir".
La médica no estaba de acuerdo, pero no tenía otra opción que respetar la decisión de su paciente. Antes de despedirse se dirigió a su bolso, sacó una estampita de un santo y le dijo: "A partir de ahora todo está en manos de Dios. Rezar te ayudará a sufrir con dignidad".
Esto ocurría hace unos días en un hospital privado de Madrid, un hotel de cuatro estrellas con la última tecnología, uno de esos donde van los famosos que salen en televisión. Al día siguiente la enferma solicitó al equipo de paliativos del sistema público (ESAD) una sedación y murió poco después, en su cama, tras despedirese de los suyos, tal y como ella deseaba.
Vivir para ver, esta mujer no daba crédito a lo que había ocurrido. Esperpéntico, fue su calificativo.
"Doctora: ya no puedo más, no es el dolor lo que más me preocupa, sino mi debilidad. No puedo salir a la calle, apenas soy capaz de ir de la cama al sillón, no tengo fuerzas para realizar casi ninguna actividad satisfactoria. Le agradezco todo lo que ha hecho por mí durante estos años, pero ya es tiempo de morir".
La médica no estaba de acuerdo, pero no tenía otra opción que respetar la decisión de su paciente. Antes de despedirse se dirigió a su bolso, sacó una estampita de un santo y le dijo: "A partir de ahora todo está en manos de Dios. Rezar te ayudará a sufrir con dignidad".
Esto ocurría hace unos días en un hospital privado de Madrid, un hotel de cuatro estrellas con la última tecnología, uno de esos donde van los famosos que salen en televisión. Al día siguiente la enferma solicitó al equipo de paliativos del sistema público (ESAD) una sedación y murió poco después, en su cama, tras despedirese de los suyos, tal y como ella deseaba.
Vivir para ver, esta mujer no daba crédito a lo que había ocurrido. Esperpéntico, fue su calificativo.