
Existen tres dimensiones espirituales:
- Intrapersonal: aspectos más significativos de nuestras relaciones con uno mismo, necesidad de sentido y coherencia.
- Interpersonal: relación con otros, conexión, armonía en nuestras relaciones con las personas que más nos preocupan y la necesidad de sentirnos amados y amar.
- Transpersonal: relación con lo trascendente, pertenencia, necesidad de tener esperanza y dejar un legado que va más allá de nosotros mismos.
En su situación actual:
- ¿Qué es lo que más le preocupa?
- ¿Qué es lo que más le molesta?
- ¿Qué es lo que más le ayuda?
- ¿En qué o en quién se apoya en situaciones de crisis?
- ¿Qué le hace sentir seguro, a salvo?
- ¿Qué es lo que la gente valora más de usted?
Dimensión Contenido
1. Intrapersonal: Revisando mi vida me siento satisfecho con lo que he vivido y conmigo mismo
2. Intrapersonal: He hecho en mi vida lo que sentía que tenía que hacer
3. Intrapersonal: Encuentro sentido a mi vida
4. Intrapersonal: Me siento querido por las personas que me importan
5. Intrapersonal: Me siento en paz y reconciliado con los demás
6. Intrapersonal: Creo que he podido aportar algo valioso a la vida de los demás
7. Transpersonal: A pesar de mi enfermedad mantengo la esperanza de que sucedan cosas positivas
8. Transpersonal: Me siento conectado con una realidad superior (la naturaleza, Dios, etc.)
Espiritualidad y sufrimiento son de naturaleza intangible, es importante tratar de concretar de qué estamos hablando; aprender a explorar con el paciente aquello que realmente le está pasando, su entraña, con preguntas difíciles que muchas veces no tienen respuesta. A las clásicas preguntas de Hipócrates (qué le pasa, desde cuándo y a qué lo atribuye) hay que añadir otras sobre “cómo lo lleva”: qué le preocupa, qué le molesta, qué y quién le ayuda, de qué tiene miedo, qué sentido tiene su vida en este preciso momento, qué le hace seguir adelanta o si a veces siente que nada merece la pena. Aspectos que en el contexto de una relación de ayuda, de confianza mutua, deben surgir de forma natural.
Todo médico debería interesarse por conocer con quién habla, una misión que es imprescindible en la etapa final de la vida, cuando surgen esas preguntas radicales que no tienen respuesta, pero que hay que escuchar y sobre las que se debe deliberar ("ahora o nunca"). Comprender quién es esa persona es esencial, pero asumiendo con humildad que la varita mágica no existe, es decir, que probablemente no exista ninguna intervención capaz de dotar de sentido, conexión y pertenencia, es decir, de espiritualidad, la vida de otra persona, pero que solo el acto de compartir sus preocupaciones es de gran ayuda y consuelo.
En el trabajo realizado, lo que más ayuda a los pacientes es la familia (55,8%), seguida por las creencias (25%), las propias capacidades (17.5%), el equipo médico (16.3%), las distracciones (16.3%) y otros. Sus preocupaciones son: familia (51%), dolor (33,7%), dependencia (21,2%), muerte (11.5%), soledad (6.7%) y otras. Las mayores molestias son los síntomas (34,6%), la dependencia (22,1%), los valores (15.4%), dificultades familia (10.6%), nada (9.6%), comida (5.8%) y espiritual (1.9%). ¿En cuántas de estas categorías se puede intervenir? En muy pocas, porque “se muere como se vive”.
La espiritualidad es un recurso para afrontar el sufrimiento al final de la vida, pero mientras no exista una regulación de la muerte voluntaria, afirmar que cuanto mayor espiritualidad menor deseo de apresurar la muerte y menor desesperación e ideación suicida es un brindis al sol. Una vez más, como ya mencionaba a propósito del trabajo Deseo de acelerar la muerte, es mejor no dejarse llevar por los prejuicios o las creencias personales (morir voluntariamente es malo) y limitarse a los objetivos profesionales (acompañar y comprender al otro).