La belleza de la muerte no es sólo estética: dormir, tranquilo en la cama, con una agonía mitigada, nada escandalosa, sin esa mirada de angustia del que siente que se ahoga, que se le va la vida... La belleza también está en la vivencia intensa y serena de las últimas horas, cuando se espera a la muerte como una liberación de un cuerpo enfermo, gravemente deteriorado, como la culminación de una vida -sea ésta más corta o más larga-, en un final apacible, que da paz. Recibir a la muerte como quien pinta un cuadro, dándole los últimos retoques, cuidando los detalles. Cuando el enfermo se ha despedido de los suyos y sus seres queridos le dejan marchar, cuando éste es el que consuela a los que se quedan con una sonrisa y un mensaje de agradecimiento antes de dormir para siempre, la muerte puede ser bella.
(Imágenes: Naco Puerto)