Algunos medios de comunicación han planteado de una forma torticera la eutanasia de Sophie, una mujer de Canadá de 51 años, relativamente joven, con una extraña enfermedad llamada Sensibilidad Química Múltiple (SQM), que vivía de una prestación social de 1.169 $ .
Durante dos años había solicitado una vivienda sin humos, ni contaminantes, y unos días antes de morir hizo público un video, al parecer reivindicativo, en el que decía “el gobierno me ve como una basura prescindible, quejosa, inútil y un coñazo”. Después de Sophie, otra mujer son SQM ha solicitado la eutanasia.
El contexto es ideal para la demagogia más estrepitosa (y esperpéntica, cuando hablan de los nazis o la eugenesia), con titulares como “La eutanasia de los pobres desata la indignación en Canadá” (LaRazón). Las fuentes de Canadá son más sutiles y de ahí extraigo la información: ¿Los canadienses están siendo llevados al suicidio asistido por la pobreza o la crisis de salud?;
Una mujer con sensibilidad química múltiple eligió la muerte médicamente asistida después de un solicitar sin éxito una casa mejor.
La enfermedad de Sophie (SQM), sus circunstancias sociales y sus palabras, le dan una especial complejidad.
Durante dos años había solicitado una vivienda sin humos, ni contaminantes, y unos días antes de morir hizo público un video, al parecer reivindicativo, en el que decía “el gobierno me ve como una basura prescindible, quejosa, inútil y un coñazo”. Después de Sophie, otra mujer son SQM ha solicitado la eutanasia.
El contexto es ideal para la demagogia más estrepitosa (y esperpéntica, cuando hablan de los nazis o la eugenesia), con titulares como “La eutanasia de los pobres desata la indignación en Canadá” (LaRazón). Las fuentes de Canadá son más sutiles y de ahí extraigo la información: ¿Los canadienses están siendo llevados al suicidio asistido por la pobreza o la crisis de salud?;
Una mujer con sensibilidad química múltiple eligió la muerte médicamente asistida después de un solicitar sin éxito una casa mejor.
La enfermedad de Sophie (SQM), sus circunstancias sociales y sus palabras, le dan una especial complejidad.
Sobre la enfermedad, “existe una clara controversia en cuanto a los mecanismos biológicos que la originan y no existen criterios comunes para su diagnóstico y tratamiento”. Tras este caso, algunos profesionales y ONG reivindican casas “libres de humos” para la SQM (conocidos de Sophie hicieron una campaña dos años antes de su muerte, pero no consiguieron el dinero necesario). Otros profesionales afirman que una casa con un flujo de aire controlado, a medio plazo no serviría de nada, porque es casi imposible crear una burbuja que evite todos los tóxicos de la vida cotidiana. O sea, que quizás otra casa podría haber mejorado su salud, pero sin evidencia de que fuera una solución, un posible tratamiento que aliviara su sufrimiento de una forma significativa para ella.
Sobre su precariedad social, como dice una médica canadiense, “la vivienda inadecuada no es un requisito para recibir asistencia médica para morir. Las circunstancias de vida de una persona pueden contribuir a su sufrimiento, pero no constituyen la condición médica grave e irremediable que debe existir”.
La idea de que las condiciones sociales, incluso de pobreza, determinan o interfieren en la voluntad de morir de una persona es paternalista y discriminatoria, porque no respeta la libertad de esas personas para decidir sobre sí mismas, ni la esencia de un proceso deliberativo, en las mismas condiciones que otros adultos con capacidad de discernimiento.
Canadá aprobó su ley de eutanasia en 2016 para aquellos casos de “muerte razonablemente previsible”. Como en Países Bajos y en Bélgica, no ha existido ninguna pendiente resbaladiza de casos descontrolados o fuera de la Ley. Era mentira, nunca, en ningún lugar, ha sucedido tal cosa. Pero además, el Tribunal Supremo que obligó a legislar, dijo que excluir a las personas en situación de discapacidad (por una enfermedad crónica coo la ELA o un trastorno mental) era inconstitucional, por lo que en 2021 se modificó la Ley, ampliando los requisitos. A partir de entonces, cuando la muerte no es "razonablemente previsible", existe un período de espera de 90 días entre la solicitud y la eutanasia para determinar “si algunos tratamientos o servicios podrían ayudar a reducir su sufrimiento, como servicios de asesoramiento, servicios de apoyo para personas con discapacidad y salud mental, servicios comunitarios”. En 2024 se incluirá la enfermedad mental como causa de la muerte asistida y eso ya ha provocado las iras de los fundamentalistas.
Que la eutanasia sea frecuente entre personas económicamente desfavorecidas o socialmente vulnerables es un mito. Pero, si ocurre, si una persona pide ayuda para morir, discriminarla por ser pobre sería una barbaridad. Efectivamente, los casos (de padecimiento grave, crónico e imposibilitante) pueden ser muy complejos. Para eso existe un proceso deliberativo, en el que se profundiza sobre la voluntad de morir y sobre la información de la persona solicitante de ayuda. Desde un enfoque bio-psico-social, se contemplan todas las alternativas existentes, y se descartan coacciones externas, con la finalidad última de verificar la voluntad libre de esa persona, pero sin paternalismo. Ignorar una solicitud por las condiciones sociales, es una falta de respeto a su dignidad.
Muchas personas con enfermedades incurables se quejan de la falta de investigación o de recursos sociales, pero no por eso deciden morir. Sophie denunció de una manera quizás inoportuna lo mal que la medicina y la sociedad la trató. Pero lo que adelantó su muerte no fue el Estado, ni la ciencia, ni sus circunstancias sociales, sino su decisión clara, inequívoca y reiterada de morir, que nadie puso en duda, por un sufrimiento que para ella era contante e intolerable, y que varios profesionales verificaron.
Tras el caso de Sophie más personas con SQM están preguntando sobre la muerte asistida. “Hacemos este trabajo porque creemos en el derecho de las personas a la muerte asistida. No siempre es fácil de hacer. Pero sabemos que los pacientes lo necesitan y lo valoran. Vivimos este trabajo como un desafío, en parte porque es importante aliviar ese sufrimiento”.
Prepárense, allá y acá, para los titulares que vendrán, por ejemplo tras la muerte voluntaria de una persona joven con un trastorno mental grave (crónico e imposibilitante). “Lo sabía, ya lo dijimos…, es la pendiente resbaladiza, esto es una catástrofe, etc., etc.” Siempre ha sido igual, los guardianes de la moral integrista perciben la libertad como una amenaza y son incapaces de comprender que la eutanasia es un bien, que nos hace más libres y más felices. Además, los ultras van escasos de respeto, a la verdad y a los demás, así que podemos esperar cualquier memez.
Sobre su precariedad social, como dice una médica canadiense, “la vivienda inadecuada no es un requisito para recibir asistencia médica para morir. Las circunstancias de vida de una persona pueden contribuir a su sufrimiento, pero no constituyen la condición médica grave e irremediable que debe existir”.
La idea de que las condiciones sociales, incluso de pobreza, determinan o interfieren en la voluntad de morir de una persona es paternalista y discriminatoria, porque no respeta la libertad de esas personas para decidir sobre sí mismas, ni la esencia de un proceso deliberativo, en las mismas condiciones que otros adultos con capacidad de discernimiento.
Canadá aprobó su ley de eutanasia en 2016 para aquellos casos de “muerte razonablemente previsible”. Como en Países Bajos y en Bélgica, no ha existido ninguna pendiente resbaladiza de casos descontrolados o fuera de la Ley. Era mentira, nunca, en ningún lugar, ha sucedido tal cosa. Pero además, el Tribunal Supremo que obligó a legislar, dijo que excluir a las personas en situación de discapacidad (por una enfermedad crónica coo la ELA o un trastorno mental) era inconstitucional, por lo que en 2021 se modificó la Ley, ampliando los requisitos. A partir de entonces, cuando la muerte no es "razonablemente previsible", existe un período de espera de 90 días entre la solicitud y la eutanasia para determinar “si algunos tratamientos o servicios podrían ayudar a reducir su sufrimiento, como servicios de asesoramiento, servicios de apoyo para personas con discapacidad y salud mental, servicios comunitarios”. En 2024 se incluirá la enfermedad mental como causa de la muerte asistida y eso ya ha provocado las iras de los fundamentalistas.
Que la eutanasia sea frecuente entre personas económicamente desfavorecidas o socialmente vulnerables es un mito. Pero, si ocurre, si una persona pide ayuda para morir, discriminarla por ser pobre sería una barbaridad. Efectivamente, los casos (de padecimiento grave, crónico e imposibilitante) pueden ser muy complejos. Para eso existe un proceso deliberativo, en el que se profundiza sobre la voluntad de morir y sobre la información de la persona solicitante de ayuda. Desde un enfoque bio-psico-social, se contemplan todas las alternativas existentes, y se descartan coacciones externas, con la finalidad última de verificar la voluntad libre de esa persona, pero sin paternalismo. Ignorar una solicitud por las condiciones sociales, es una falta de respeto a su dignidad.
Muchas personas con enfermedades incurables se quejan de la falta de investigación o de recursos sociales, pero no por eso deciden morir. Sophie denunció de una manera quizás inoportuna lo mal que la medicina y la sociedad la trató. Pero lo que adelantó su muerte no fue el Estado, ni la ciencia, ni sus circunstancias sociales, sino su decisión clara, inequívoca y reiterada de morir, que nadie puso en duda, por un sufrimiento que para ella era contante e intolerable, y que varios profesionales verificaron.
Tras el caso de Sophie más personas con SQM están preguntando sobre la muerte asistida. “Hacemos este trabajo porque creemos en el derecho de las personas a la muerte asistida. No siempre es fácil de hacer. Pero sabemos que los pacientes lo necesitan y lo valoran. Vivimos este trabajo como un desafío, en parte porque es importante aliviar ese sufrimiento”.
Prepárense, allá y acá, para los titulares que vendrán, por ejemplo tras la muerte voluntaria de una persona joven con un trastorno mental grave (crónico e imposibilitante). “Lo sabía, ya lo dijimos…, es la pendiente resbaladiza, esto es una catástrofe, etc., etc.” Siempre ha sido igual, los guardianes de la moral integrista perciben la libertad como una amenaza y son incapaces de comprender que la eutanasia es un bien, que nos hace más libres y más felices. Además, los ultras van escasos de respeto, a la verdad y a los demás, así que podemos esperar cualquier memez.