El 30 de enero, el Gobierno holandés hizo público el estudio “Perspectivas sobre los ancianos con un deseo de muerte sin estar gravemente enfermos: las personas y las cifras", que rápidamente se convirtió en la siguiente fake news: “Holanda aprobará una pastilla letal para personas mayores de 70 años cansadas de vivir”. Algunos medios trataron de aclararlo, e incluso la embajada de Países Bajos (así es como se llama el país) se vio en la obligación de desmentirlo. Sin embargo, mucha gente se fijó en el titular y cree que es así. Son los efectos perversos del periodismo basura, que ya mencionamos hace unos meses, cuando se forma miserable se utilizó el dolor de la joven Noa Pothoven para hacer campaña contra la eutanasia.
La historia real es que el partido Demócratas 66 (D66), incluyó en su acuerdo de coalición de 2017 con otros partidos (VVD, CDA y CU), impulsar el debate social sobre la muerte voluntaria de personas mayores que están hartas de vivir. Pero nada más, la iniciativa no ha sido presentada, ni debatida, ni lo será, porque no tiene suficientes apoyos. El acuerdo era realizar el estudio y eso es lo que se hizo. Punto.
La historia real es que el partido Demócratas 66 (D66), incluyó en su acuerdo de coalición de 2017 con otros partidos (VVD, CDA y CU), impulsar el debate social sobre la muerte voluntaria de personas mayores que están hartas de vivir. Pero nada más, la iniciativa no ha sido presentada, ni debatida, ni lo será, porque no tiene suficientes apoyos. El acuerdo era realizar el estudio y eso es lo que se hizo. Punto.
El debate viene de lejos. En Países Bajos existe un movimiento ciudadano que lo reclama. En 2013 se fundó la Cooperativa Última Voluntad con la misión de promoverlo y de facilitar a sus socios un método de autoliberación apacible y seguro. En 2017, el Colegio de Médicos realizó un informe posicionándose en contra de la muerte voluntaria de ancianos por vida completa (traducido por DMD). Con estos antecedentes, el Ministerio de Sanidad encargó el estudio y lo publicó. El ministro declaró que considera importante trabajar en la soledad que sienten los ancianos y tratar de entender las razones que los llevan a querer terminar con sus vidas. La noticia, por tanto, no es la píldora de Drion*, sino que hay debate, pero eso interesa menos.
*Huib Drion, fallecido en 2004 a los 87 años de edad, fue un juez de la Corte Suprema holandesa que en 1991 escribió un ensayo en el que defendía que las personas mayores de 70 años con enfermedad incurable deberían poder solicitar a su médico un medicamento para terminar con su vida, conocido desde entonces en los medios como “la píldora de Drion”.
El estudio se hizo entrevistando a 21 mil personas mayores de 55 años y 1.600 médicos de cabecera. Concluyó que existen tres tipos de deseos de muerte: un deseo pasivo, sin planes, presente en un 0.47% de la muestra; un deseo de muerte activa, con un plan, en el 0.77% y un deseo claro de acabar en el 0.18% de los mayores de 55 años, lo que serían unas diez mil personas.
Pero el primer estudio realizado a gran escala sobre la naturaleza y el alcance del deseo de muerte en todo el mundo, ha sido criticado en Países Bajos, considerándolo una oportunidad perdida, fundamentalmente por la elección de la muestra.
¿Por qué se eligió a personas de 55 años o más? El proyecto de ley sobre la ayuda a morir por vida completa, es para mayores de 75 años. La diferencia de opinión sobre el término "vida completa" en esa franja tan amplia va desde una interpretación positiva (“he tenido una buena vida, que se ha completado y sería hermoso finalizarla cuando yo decida”), a consideraciones negativas sobre el envejecimiento protagonizadas por el miedo al futuro (“todo irá a peor, preferiría no experimentar la soledad, la incapacidad de vivir de forma independiente, los problemas financieros o la atención inadecuada”). Probablemente, si la investigación se hubiera hecho con personas mayores, la visión negativa sería mucho menor, evitando una confusión innecesaria.
Otras críticas acerca de si la muestra, en un panel en línea, era aleatoria, fueron rebatidas por los autores, que argumentaron que investigaciones previas sugieren que a medida que avanza la edad, aumenta la prevalencia de pensamientos suicidas, pero el tema realmente no es el suicidio, sino otro, que exige unos matices que parace ser el estudio no tenía.
También se criticó que el cuestionario enviado ponía demasiado énfasis en el sufrimiento, adoptando una visión de la vida "completa", que dejaba al margen lo más importante: el derecho a la autodeterminación. Por ello, la pregunta correcta a los médicos generales no era "cuántas personas mayores desean morir”, sino "cuántas personas mayores piensan que pueden decidir por sí mismas sobre el final de su vida".
Para los autores del estudio, ya se han realizado encuestas sobre cuántas personas piensan que deberían poder decidir por sí mismas, por lo que esa información ya se conoce. “Nuestras conclusiones se basan en evidencia acumulada de 7 subestudios: más de 21.000 cuestionarios, 34 entrevistas en profundidad, 18 casos cualitativos a largo plazo, más de 200 solicitudes de eutanasia y más de 1.600 cuestionarios de médicos generales que han explicado más de 1.000 casos. Sobre la base de esta gran cantidad de datos, basados en experiencias personales concretas, llegamos a la conclusión de que en los ancianos con un deseo de muerte sin una enfermedad grave (¡también los ancianos mayores de 75 años!) siempre parece haber una acumulación de quejas y/o experiencias de tristeza o pérdida. Eso no quiere decir que no exista "una visión positiva" de la muerte, pero no parece ser una característica esencial del grupo para el cual los políticos ahora quieren formular políticas. Nos parece muy importante reconocer estos hallazgos, en lugar de descartarlos como una "oportunidad perdida".
Los investigadores hicieron un gran trabajo, pero las conclusiones quizá habrían sido diferentes si hubieran aprovechado la oportunidad para contribuir a una discusión más profunda sobre el final de la vida elegido por los ancianos. Mejorar la calidad de vida de las personas mayores, para que vean su propio futuro de manera más positiva, es importante, pero el debate no es ese.
*Huib Drion, fallecido en 2004 a los 87 años de edad, fue un juez de la Corte Suprema holandesa que en 1991 escribió un ensayo en el que defendía que las personas mayores de 70 años con enfermedad incurable deberían poder solicitar a su médico un medicamento para terminar con su vida, conocido desde entonces en los medios como “la píldora de Drion”.
El estudio se hizo entrevistando a 21 mil personas mayores de 55 años y 1.600 médicos de cabecera. Concluyó que existen tres tipos de deseos de muerte: un deseo pasivo, sin planes, presente en un 0.47% de la muestra; un deseo de muerte activa, con un plan, en el 0.77% y un deseo claro de acabar en el 0.18% de los mayores de 55 años, lo que serían unas diez mil personas.
Pero el primer estudio realizado a gran escala sobre la naturaleza y el alcance del deseo de muerte en todo el mundo, ha sido criticado en Países Bajos, considerándolo una oportunidad perdida, fundamentalmente por la elección de la muestra.
¿Por qué se eligió a personas de 55 años o más? El proyecto de ley sobre la ayuda a morir por vida completa, es para mayores de 75 años. La diferencia de opinión sobre el término "vida completa" en esa franja tan amplia va desde una interpretación positiva (“he tenido una buena vida, que se ha completado y sería hermoso finalizarla cuando yo decida”), a consideraciones negativas sobre el envejecimiento protagonizadas por el miedo al futuro (“todo irá a peor, preferiría no experimentar la soledad, la incapacidad de vivir de forma independiente, los problemas financieros o la atención inadecuada”). Probablemente, si la investigación se hubiera hecho con personas mayores, la visión negativa sería mucho menor, evitando una confusión innecesaria.
Otras críticas acerca de si la muestra, en un panel en línea, era aleatoria, fueron rebatidas por los autores, que argumentaron que investigaciones previas sugieren que a medida que avanza la edad, aumenta la prevalencia de pensamientos suicidas, pero el tema realmente no es el suicidio, sino otro, que exige unos matices que parace ser el estudio no tenía.
También se criticó que el cuestionario enviado ponía demasiado énfasis en el sufrimiento, adoptando una visión de la vida "completa", que dejaba al margen lo más importante: el derecho a la autodeterminación. Por ello, la pregunta correcta a los médicos generales no era "cuántas personas mayores desean morir”, sino "cuántas personas mayores piensan que pueden decidir por sí mismas sobre el final de su vida".
Para los autores del estudio, ya se han realizado encuestas sobre cuántas personas piensan que deberían poder decidir por sí mismas, por lo que esa información ya se conoce. “Nuestras conclusiones se basan en evidencia acumulada de 7 subestudios: más de 21.000 cuestionarios, 34 entrevistas en profundidad, 18 casos cualitativos a largo plazo, más de 200 solicitudes de eutanasia y más de 1.600 cuestionarios de médicos generales que han explicado más de 1.000 casos. Sobre la base de esta gran cantidad de datos, basados en experiencias personales concretas, llegamos a la conclusión de que en los ancianos con un deseo de muerte sin una enfermedad grave (¡también los ancianos mayores de 75 años!) siempre parece haber una acumulación de quejas y/o experiencias de tristeza o pérdida. Eso no quiere decir que no exista "una visión positiva" de la muerte, pero no parece ser una característica esencial del grupo para el cual los políticos ahora quieren formular políticas. Nos parece muy importante reconocer estos hallazgos, en lugar de descartarlos como una "oportunidad perdida".
Los investigadores hicieron un gran trabajo, pero las conclusiones quizá habrían sido diferentes si hubieran aprovechado la oportunidad para contribuir a una discusión más profunda sobre el final de la vida elegido por los ancianos. Mejorar la calidad de vida de las personas mayores, para que vean su propio futuro de manera más positiva, es importante, pero el debate no es ese.