“¿Qué efectos tiene un antidepresivo sobre la experiencia de duelo? –se pregunta Kleinman- ¿Qué significa para quienes sufren, para los miembros de su familia y para la sociedad convertir un problema moral, (la pena) en uno médico (la depresión)?.” De igual manera y en el ámbito de la terminalidad sigue diciendo “Cuando llamamos “deprimido” a un paciente moribundo que está recibiendo cuidados terminales por un cáncer de pulmón o de próstata, estamos en la misma situación.
Muchos pacientes con cánceres o cardiopatías terminales, fallos renales e infartos pueden cumplir con los criterios, basados en entrevistas, que definen la depresión clínica. Sus frecuentemente serios disturbios en el apetito, el sueño o la vitalidad, como así también el dolor, la agitación y la tristeza son producidos por su condición terminal, aunque también por los tratamientos que recibe y por las tribulaciones que supone enfrentarse con la muerte y con el hallar un modo de morir propio. Pero como estos son los mismos síntomas de una enfermedad depresiva, no hay medio científico alguno que permita separarlos. Resultaría grotesco etiquetar a estos pacientes como mentalmente enfermos y a sus perturbaciones un desorden depresivo: un ejemplo extremo de la transformación institucional del sufrimiento en enfermedad.” (Kleinman, A. (1999) “Experience and Its Moral Modes: Culture, Human Conditions, and Disorder” The Tanner Lectures on Human Values, vol.20 pp. 355-420).
Ayudar a las personas que se acercan a la muerte es todo un reto para la medicina, cuyas dificultades han sido ampliamente tratadas en este blog (ver índice)
Muchos pacientes con cánceres o cardiopatías terminales, fallos renales e infartos pueden cumplir con los criterios, basados en entrevistas, que definen la depresión clínica. Sus frecuentemente serios disturbios en el apetito, el sueño o la vitalidad, como así también el dolor, la agitación y la tristeza son producidos por su condición terminal, aunque también por los tratamientos que recibe y por las tribulaciones que supone enfrentarse con la muerte y con el hallar un modo de morir propio. Pero como estos son los mismos síntomas de una enfermedad depresiva, no hay medio científico alguno que permita separarlos. Resultaría grotesco etiquetar a estos pacientes como mentalmente enfermos y a sus perturbaciones un desorden depresivo: un ejemplo extremo de la transformación institucional del sufrimiento en enfermedad.” (Kleinman, A. (1999) “Experience and Its Moral Modes: Culture, Human Conditions, and Disorder” The Tanner Lectures on Human Values, vol.20 pp. 355-420).
Ayudar a las personas que se acercan a la muerte es todo un reto para la medicina, cuyas dificultades han sido ampliamente tratadas en este blog (ver índice)