
Tras la muerte de un joven con leucemia en Málaga leo un lúcido comentario, con transfondo político, sobre la cultura del pensamiento positivo y ese buenismo que tanto daño hace. En resumen, los enfermos no son gladiadores, atletas olímpicos a los que se exige que luchen para curarse, echando mano de la filosofía de baratillo de un libro de autoayuda. Un paciente es una víctima arbitraria de algo tan injusto como la enfermedad. La responsabilidad de curarse no es suya, sino de la inversión pública en investigación médica y en la calidad del sistema público de salud. Cuando fallece, afirmar que ha perdido la batalla porque no ha luchado lo suficiente es de una perversidad monstruosa.
Nadie sale a flote de ninguna cuestión importante de la vida luchando en soledad ni aplicando un libro de citas célebres de Paulo Coelho. Nadie sale airoso de un cáncer luchando como si fuera un atleta olímpico. Nadie se convierte en un empresario de éxito sólo teniendo una buena idea de negocio. Nadie consigue sus objetivos sólo soñándolos. Nadie abandona la exclusión social sólo riéndole a la vida. Nadie arregla su relación de pareja mirando de otra forma a su pareja. Nada, absolutamente nada, se soluciona con una frase de azucarillo.
Ya está bien de convertir cualquier faceta de nuestra vida en un hecho individual del que sólo dependemos de nosotros mismos. Nadie se hace a sí mismo, que es la frase preferida de la insolidaridad, el individualismo y la falta de empatía. Nos hacemos unos a otros, en la salud y en la enfermedad. En lugar de exigirle a las personas enfermas que luchen, sería más útil que lucháramos nosotros por ellos y por nosotros, por todos, y que, por lo menos, dejáramos de votar opciones políticas que recortan de manera homicida en investigación científica y en el sistema público de salud.
Nadie sale a flote de ninguna cuestión importante de la vida luchando en soledad ni aplicando un libro de citas célebres de Paulo Coelho. Nadie sale airoso de un cáncer luchando como si fuera un atleta olímpico. Nadie se convierte en un empresario de éxito sólo teniendo una buena idea de negocio. Nadie consigue sus objetivos sólo soñándolos. Nadie abandona la exclusión social sólo riéndole a la vida. Nadie arregla su relación de pareja mirando de otra forma a su pareja. Nada, absolutamente nada, se soluciona con una frase de azucarillo.
Ya está bien de convertir cualquier faceta de nuestra vida en un hecho individual del que sólo dependemos de nosotros mismos. Nadie se hace a sí mismo, que es la frase preferida de la insolidaridad, el individualismo y la falta de empatía. Nos hacemos unos a otros, en la salud y en la enfermedad. En lugar de exigirle a las personas enfermas que luchen, sería más útil que lucháramos nosotros por ellos y por nosotros, por todos, y que, por lo menos, dejáramos de votar opciones políticas que recortan de manera homicida en investigación científica y en el sistema público de salud.