Morir de viejo: Interesante reflexión del médico argentino argentino Hugo Dopaso, un profesional con una larga experiencia acompañando a personas al final de su vida
"La muerte en la ancianidad es un capítulo aparte. Algunos ancianos, mayores de 80 años, que ya han experimentado la vejez, piensan que ya es hora de dejar este mundo y van madurando esta inquietud. Generalmente la familia rechaza la idea de morir: todavía estás fuerte, se te ve bien, todo el mundo te quiere, le dicen. Nadie quiere escuchar al anciano hablar de la muerte voluntaria, pero él insiste y empieza a quedarse más tiempo en la cama, come menos, está más decaído. La familia lo lleva al médico, que le prescribe antidepresivos, un tratamiento que no efectivo, porque el anciano no tiene depresión, sino que siente que su vida está cumplida, que ya hizo todo lo que tenía que hacer y que quiere irse. La tensión familiar aumenta, mientras que el anciano, acorralado, ve que no puede cumplir su deseo de morir en paz , en su casa, como le gustaría. Entonces piensa en el suidicido, como una liberación, porque vivir es un derecho, que no puede convertirse una obligación.
Ante nuestra incapacidad para escuchar y respetar la libertad de cada ser humano, desgraciadamente muchos de estos ancianos acaban internados en una institución. Mal asunto, ¡qué disparate!
"La muerte en la ancianidad es un capítulo aparte. Algunos ancianos, mayores de 80 años, que ya han experimentado la vejez, piensan que ya es hora de dejar este mundo y van madurando esta inquietud. Generalmente la familia rechaza la idea de morir: todavía estás fuerte, se te ve bien, todo el mundo te quiere, le dicen. Nadie quiere escuchar al anciano hablar de la muerte voluntaria, pero él insiste y empieza a quedarse más tiempo en la cama, come menos, está más decaído. La familia lo lleva al médico, que le prescribe antidepresivos, un tratamiento que no efectivo, porque el anciano no tiene depresión, sino que siente que su vida está cumplida, que ya hizo todo lo que tenía que hacer y que quiere irse. La tensión familiar aumenta, mientras que el anciano, acorralado, ve que no puede cumplir su deseo de morir en paz , en su casa, como le gustaría. Entonces piensa en el suidicido, como una liberación, porque vivir es un derecho, que no puede convertirse una obligación.
Ante nuestra incapacidad para escuchar y respetar la libertad de cada ser humano, desgraciadamente muchos de estos ancianos acaban internados en una institución. Mal asunto, ¡qué disparate!