Todos los días, en todos los hospitales del mundo, se decide dejar morir a personas cuya vida se ha deteriorado de forma grave e irreversible. Y así debe ser. De lo contrario, se convertirían en centros de tortura.
En 2003, una revista de medicina intensiva publicaba un caso que llamó de limitación del esfuerzo terapéutico requerida por los familiares.
Una mujer de 28 años previamente sana se acostó con sensación febril y se despertó con intenso malestar general. Acudió al hospital, donde a pesar de recibir un tratamiento intensivo en unas horas desarrolló un fracaso multiorgánico por meningitis, que exigía la amputación de las cuatro extremidades, por encima de los codos y de las rodillas.
Los padres se opusieron a la amputación, con el argumento de que ella no querría vivir en esas condiciones, y ellos no desean verla sufrir el resto de su vida.
Tras varios días sin cambios en su situación clínica ni en la actitud de los familiares, se pidió la opinión del comité de ética asistencial, que, después de deliberar por separado con familiares y profesionales, decidió recomendar que se respetaran los deseos de la familia. La paciente falleció el día 29 de su ingreso.
En 2003, una revista de medicina intensiva publicaba un caso que llamó de limitación del esfuerzo terapéutico requerida por los familiares.
Una mujer de 28 años previamente sana se acostó con sensación febril y se despertó con intenso malestar general. Acudió al hospital, donde a pesar de recibir un tratamiento intensivo en unas horas desarrolló un fracaso multiorgánico por meningitis, que exigía la amputación de las cuatro extremidades, por encima de los codos y de las rodillas.
Los padres se opusieron a la amputación, con el argumento de que ella no querría vivir en esas condiciones, y ellos no desean verla sufrir el resto de su vida.
Tras varios días sin cambios en su situación clínica ni en la actitud de los familiares, se pidió la opinión del comité de ética asistencial, que, después de deliberar por separado con familiares y profesionales, decidió recomendar que se respetaran los deseos de la familia. La paciente falleció el día 29 de su ingreso.
Todos los comentarios fueron unánimes al considerar que la resolución del caso fue correcta desde el punto de vista ético y científico. Por ejemplo:
"La decisión sobre no prolongar medidas es éticamente irreprochable. La familia, como representante directa de la enferma, transmite sus deseos de que la amputación es una medida que limitará terriblemente una vida digna (sería un equivalente a una tetraplejia funcional). Aquí el principal criterio que se respeta es el de autonomía. La enferma ha tomado una decisión previa (en boca de su familia) plenamente válida, porque no se trata de eutanasia sino de limitación de esfuerzo, con la negativa a aceptar una alternativa terapéutica con una dudosa beneficencia (funcional) futura. Este segundo criterio, el de beneficencia, habría que aplicarlo no a conservar la vida a toda costa, opinión que en absoluto comparto, sino en el sentido de dignidad (siempre subjetiva) e independencia funcionales (de nuevo autonomía). Es posible que en otros casos, enferma y familiares podrían haber optado por la aceptación de una situación de invalidez buscando la vida como criterio superior. Esta opción es igualmente irreprochable porque se asienta en una escala de valores igualmente lícitos".
"Debemos hacer un esfuerzo importante en conocer las motivaciones de la familia para la toma de decisiones, y asegurarnos de que en todo momento tanto la familia como nosotros estamos buscando el mayor beneficio del paciente, ya que la opinión del mismo (autonomía) no nos consta claramente. Por eso es tan importante contar con un Comité de Ética en los hospitales, que nos ayuden a precisar estas cuestiones".
15 años después, todavía es difícil hablar con claridad de las decisiones al final de la vida y el respeto a la autonomía sigue dependiendo del médic@ que te toque. Algun@s no entienden que los valores a respetar no son los del profesional, sino los de la persona enferma, expresados por ella misma en el momento presente, previamente en su testamento vital o a través de una historia de valores que se puede componer haciendo memoria de testimonios, comentarios o actitudes de esa persona respecto al sentido de la vida y del proceso de morir. Cuando -a su juicio y según sus valores- lo mejor que le puede pasar a una persona es morirse, el bien a proteger no es la vida, sino la buena muerte. Si además, ha dejado por escrito que en ese caso quiere morir de forma rápida e indolora, la eutanasia no es únicamente un acto compasivo, sino una obligación moral. Mientras que se regula, lo mejor es asegurarse de que la persona no sufre y explicar a los familiares que hacemos cuanto es posible para respetar su voluntad y su dignidad.
"La decisión sobre no prolongar medidas es éticamente irreprochable. La familia, como representante directa de la enferma, transmite sus deseos de que la amputación es una medida que limitará terriblemente una vida digna (sería un equivalente a una tetraplejia funcional). Aquí el principal criterio que se respeta es el de autonomía. La enferma ha tomado una decisión previa (en boca de su familia) plenamente válida, porque no se trata de eutanasia sino de limitación de esfuerzo, con la negativa a aceptar una alternativa terapéutica con una dudosa beneficencia (funcional) futura. Este segundo criterio, el de beneficencia, habría que aplicarlo no a conservar la vida a toda costa, opinión que en absoluto comparto, sino en el sentido de dignidad (siempre subjetiva) e independencia funcionales (de nuevo autonomía). Es posible que en otros casos, enferma y familiares podrían haber optado por la aceptación de una situación de invalidez buscando la vida como criterio superior. Esta opción es igualmente irreprochable porque se asienta en una escala de valores igualmente lícitos".
"Debemos hacer un esfuerzo importante en conocer las motivaciones de la familia para la toma de decisiones, y asegurarnos de que en todo momento tanto la familia como nosotros estamos buscando el mayor beneficio del paciente, ya que la opinión del mismo (autonomía) no nos consta claramente. Por eso es tan importante contar con un Comité de Ética en los hospitales, que nos ayuden a precisar estas cuestiones".
15 años después, todavía es difícil hablar con claridad de las decisiones al final de la vida y el respeto a la autonomía sigue dependiendo del médic@ que te toque. Algun@s no entienden que los valores a respetar no son los del profesional, sino los de la persona enferma, expresados por ella misma en el momento presente, previamente en su testamento vital o a través de una historia de valores que se puede componer haciendo memoria de testimonios, comentarios o actitudes de esa persona respecto al sentido de la vida y del proceso de morir. Cuando -a su juicio y según sus valores- lo mejor que le puede pasar a una persona es morirse, el bien a proteger no es la vida, sino la buena muerte. Si además, ha dejado por escrito que en ese caso quiere morir de forma rápida e indolora, la eutanasia no es únicamente un acto compasivo, sino una obligación moral. Mientras que se regula, lo mejor es asegurarse de que la persona no sufre y explicar a los familiares que hacemos cuanto es posible para respetar su voluntad y su dignidad.