Toda ley de eutanasia (o de suicidio asistido) contiene tres apartados: los requisitos que se exigen para acceder a esa prestación, el procedimiento para solicitar la muerte y las garantías del sistema para comprobar que se cumplen y evitar abusos.
Toda regulación es un ejercicio de reduccionismo, probablemente inevitable. Los requisitos que se exigen para la muerte asistida configuran un marco artificial, que deja fuera a una gran parte de la realidad. Con las leyes más avanzadas, en Bélgica y Holanda, casi la mitad de las solicitudes de eutanasia no son aceptadas, es decir, que miles de personas no obtienen ayuda médica para morir porque, a juicio de los legisladores, su sufrimiento no lo justifica. Es el absurdo de la ley.
El estigma del trastorno mental
En 2015, en Bélgica, hubo 43 eutanasias por sufrimiento psicológico. En Holanda, en 2016, fueron 60. Aunque las eutanasias por trastorno mental son poco frecuentes (del 1 al 2% de todos los casos), tal y como mencionan los informes de evaluación, este es un tema polémico en la sociedad. Por ejemplo, se critica que el tiempo de espera en caso de sufrimiento psíquico sea de “sólo un mes”, ignorando que una persona no le solicita a su psiquiatra que le ayude a morir de la noche a la mañana, sino que es una decisión que cada persona va madurando a los largo de meses o años, y en cualquier caso, mucho antes de firmar una solicitud de eutanasia por escrito.
Toda regulación es un ejercicio de reduccionismo, probablemente inevitable. Los requisitos que se exigen para la muerte asistida configuran un marco artificial, que deja fuera a una gran parte de la realidad. Con las leyes más avanzadas, en Bélgica y Holanda, casi la mitad de las solicitudes de eutanasia no son aceptadas, es decir, que miles de personas no obtienen ayuda médica para morir porque, a juicio de los legisladores, su sufrimiento no lo justifica. Es el absurdo de la ley.
El estigma del trastorno mental
En 2015, en Bélgica, hubo 43 eutanasias por sufrimiento psicológico. En Holanda, en 2016, fueron 60. Aunque las eutanasias por trastorno mental son poco frecuentes (del 1 al 2% de todos los casos), tal y como mencionan los informes de evaluación, este es un tema polémico en la sociedad. Por ejemplo, se critica que el tiempo de espera en caso de sufrimiento psíquico sea de “sólo un mes”, ignorando que una persona no le solicita a su psiquiatra que le ayude a morir de la noche a la mañana, sino que es una decisión que cada persona va madurando a los largo de meses o años, y en cualquier caso, mucho antes de firmar una solicitud de eutanasia por escrito.
Recientemente la prensa se ha hecho eco del debate existente en la sociedad y entre los propios profesionales. Para algunos psiquiatras, las personas con un trastorno mental tienen los mismos derechos que las personas con cáncer: cuando la medicina no puede aliviar el sufrimiento, la eutanasia debe ser una opción. “No se puede ver el sufrimiento en un escáner, tenemos que escuchar al paciente, tenemos que creerle, porque el sufrimiento no podemos medirlo”. "Siempre lamento no poder hacer otra cosa" -dice la Dra. Lieve Thienpont, una prestigiosa psiquiatra belga-, “pero al mismo tiempo, soy parte del alivio para el paciente".
Para esta psiquiatra, no debemos preocuparnos por establecer requisitos y límites para la eutanasia, porque solo los verdaderamente desesperados solicitan la muerte. Una de sus pacientes, tras soportar durante años el tratamiento fallido en instituciones psiquiátricas, estuvo varios meses deliberando sobre cómo suicidarse. Un mes antes de la fecha que escogió para su suicidio, su solicitud de eutanasia fue aceptada. La autorización para morir legalmente en su casa fue como si le hubieran quitado un gran peso de encima, un alivio tan reconfortante que elaboró una lista de cosas que le gustaría hacer antes de morir.
Cuando tu familia no te deja morir
Cariño y respeto no siempre van de la mano. Si ya nos cuesta afrontar la muerte, respetar la decisión de morir de un ser querido nos compromete mucho más, sobre todo cuando el sufrimiento es de origen psíquico o se trata de una persona anciana que simplemente se ha cansado de vivir. A veces, ante una situación de deterioro grave e irreversible, vivimos la contradicción de desear que una muerte natural -de un infarto o “de lo que sea”-acontezca cuanto antes, a la vez que nos resistimos a la muerte voluntaria, negando esa posibilidad, llegando incluso a inventar delitos como el suicidio, que no existen. Es una cuestión cultural, a una mayoría de personas la muerte, todavía, no les pertenece.
En Bélgica y Holanda algunas personas han denunciado la eutanasia de un familiar con un trastorno mental. Por ejemplo, un señor denunció que su madre muriera voluntariamente sin que los médicos se lo hubieran comunicado a él con antelación. La ley impide que los médicos informen a un familiar sin el consentimiento de la paciente, que es la titular del derecho a la información y, obviamente, la única capacitada para tomar decisiones sobre su salud. Por otra parte, en algunos casos no se lo comunican a sus familiares porque no confían en que respeten su decisión de morir. ¿Qué tipo de relación tiene un señor con su madre que ha preferido no comunicarle su decisión de morir? Cariño y respeto son dos valores distintos.
En otro caso, la hermana de una mujer de 38 años a la que la psiquiatra diagnosticó un tipo de autismo llamado enfermedad de Asperger, denunció que la paciente estaba tan ansiosa de ser sometida a la eutanasia que para cumplir el requisito de enfermedad incurable había manipulado a la psiquiatra. En un correo electrónico la psiquiatra escribía: "estoy empezando a comprender mejor su sufrimiento, su entorno es una familia seriamente disfuncional, herida y traumatizada, con muy poca empatía y respeto por los demás”. La denuncia penal fue desestimada, pero la familia ha recurrido.
¿Cuántas veces tengo que pedir permiso para morir?
En 2015 Thienpont publicó en una revista científica que de las 100 solicitudes de eutanasia recibidas entre 2007 y 2011, 48 fueron otorgadas. Para muchos psiquiatras (que reciben solo un puñado de solicitudes, de las que aceptan del 10 al 30%), estos datos son alarmantes. Según ellos, la ley otorga demasiada discreción a los médicos y solicitan una mayor supervisión.
Un periodista tuvo acceso a unos correos que se cruzaron esta psiquiatra y Distelmans, un oncólogo que preside la comisión de evaluación de la eutanasia, fundador de las clínicas LEIF (end of life information forum), que ha asistido la muerte de algunos de los casos de mayor repercusión mediática de Bélgica. Distelmans le transmitía sus discrepancias sobre el procedimiento, en el sentido de que los pacientes llegaban a su clínica “con expectativas poco realistas”, dando por hecho la aprobación de su solicitud de eutanasia. La ley exige que en estos casos se consulte con al menos otros dos médicos, que han de hacer una evaluación independiente. Parece ser que este requisito legal resultaba impracticable porque los pacientes, a los que se les había prometido una eutanasia, no deseaban involucrarse en la deliberación sobre si su muerte era la opción más razonable.
Thienpont comentó que muchas veces "estos pacientes están muy desesperados y dicen cosas que no siempre son correctas”. Hasta la fecha, ella nunca ha recibido una solicitud de la comisión de evaluación de la eutanasia pidiendo explicaciones sobre sus casos. Tras la publicación de estos mensajes, ambos han declarado que se trataba de una discusión privada que, en ningún caso, pone en duda la decisión clara, seria e inequívoca de esas personas de morir voluntariamente.
¿Estamos dispuestos a respetar la opción de morir?
La publicación de este artículo en el Washington Post provocó cierta polémica en la sociedad belga, que desde hace muchos años muestra un masivo apoyo a la ley de eutanasia. 42 psiquiatras, psicólogos y académicos publicaron una carta abierta afirmando que la ley actual es demasiado vaga y flexible: "La ley no indica los criterios exactos para un sufrimiento insoportable y psicológico. Cada vez más, no importa cuántos criterios haya, depende simplemente de cómo un psiquiatra los interprete o los evalúe individualmente, de las propias suposiciones del médico y del informe del paciente sobre sus síntomas". “Algunas personas se están muriendo innecesariamente”, dicen los firmantes, que solicitan ser más estrictos, porque –según ellos- a veces la eutanasia se concede demasiado rápido, muy fácilmente, sin suficientes controles y equilibrios. “Estoy convencido de que en Bélgica murieron personas que todavía tenían opciones de tratamiento, con años e incluso décadas de (calidad) vida", decía un psiquiatra.
En el otro lado del debate, restringir aún más la eutanasia para pacientes psiquiátricos es una forma de discriminación que anula su autonomía. "Puedo obtener un préstamo, puedo comprar un automóvil, puedo (tengo) niños, puedo comprar una casa (y) hacer todo lo que quiero. Pero si quiero terminar con mi vida, de repente, ¿ya no puedo pensar con claridad? Eso es algo extraño", declara una señora con un trastorno mental que ha solicitado la eutanasia.
“Papá, ¿Qué puede ayudarme a morir?” le preguntó un día a Pierre su hija Edith, que padecía un trastorno mental desde hacía años. Como padre él no podía ayudarla, así que solicitaron una eutanasia, que le fue denegada. Poco después, Edith se cortó su garganta. En España, cada día, se suicidan más de diez personas. Cinco se ahorcan, tres se precipitan desde una altura, una se vuela los sesos con un arma y otra se envenena. ¿Cuántas de estas personas, como Edith, podrían morir dignamente, rodeadas por sus seres queridos, con una ley de eutanasia?
Morir es una decisión personalísima. Si el médico comprende que para ese paciente en particular morir es la opción más razonable y se siente comprometido a ayudarle: ¿En nombre de qué o de quién, con qué autoridad, deciden unas personas ajenas a esa relación de confianza sobre esa voluntad de morir? La ayuda médica a morir debería legalizarse como un acto médico más, cuya única condición fuera documentar la libertad del individuo para disponer de su propia vida, ya sea por razones de enfermedad o por hartazgo de vivir.
El elemento esencial de una ley de eutanasia no son los requisitos, sino la voluntad de morir. Por ello, el abuso a evitar es utilizar la ley para provocar la muerte a una persona en contra de su voluntad de vivir. Esta es la famosa pendiente resbaladiza, de la que ha surgido una versión light, que afirma que cuanto menos sean los requisitos, mayor será el desastre provocado por la muerte voluntaria. Decenas de miles de personas han decidido morir voluntariamente con una eutanasia en Bélgica, Holanda y Canadá, o con un suicidio asistido en Suiza y EEUU, sin que haya existido un solo caso de homicidio. De la misma forma que millones de personas mueren por un suicidio simple, sin que nadie sugiera que en realidad sean homicidios, los hechos han demostrado que la hipótesis de la pendiente resbaladiza es falsa. Las leyes de eutanasia funcionan bien, todos los casos que se comunican son revisados por las comisiones de control, que comprueban que cumplen los procedimientos y los requisitos.
Por supuesto que en estos países hay debate, porque el único requisito de una ley de eutanasia debería ser la voluntad de morir. El resto de calificativos que se utilizan para definirla, como voluntad libre, seria, razonada, inequívoca, reiterada, etc., etc., y el resto de condiciones en forma de requisitos, que las leyes imponen, son una consecuencia del paternalismo del estado, en este caso magníficamente representado por el paternalismo médico. ¿Por qué una persona va a cometer la estupidez de solicitar una muerte médicamente asistida en contra de su voluntad? “Porque son niños que no saben lo que hacen”. Solamente desde la concepción de que, cuando enferman, los ciudadanos se vuelven idiotas, se puede sostener esta idea fuerza del paternalismo, que ha perdurado desde los tiempos de Hipócrates (s.IV aC.) hasta mediados del siglo XX.
¿Qué consecuencias sociales puede provocar que el Boletín Oficial del Estado reconozca como una causa justificada de eutanasia el sufrimiento psíquico? Más libertad será más felicidad y más tranquilidad la final de la vida. Porque en toda sociedad democrática del siglo XXI, morir en paz, cuando y como uno decida, es un derecho.
(Artículo publicado en la Revista nº 75 de la Asociación DMD, Diciembre 2017)
Para esta psiquiatra, no debemos preocuparnos por establecer requisitos y límites para la eutanasia, porque solo los verdaderamente desesperados solicitan la muerte. Una de sus pacientes, tras soportar durante años el tratamiento fallido en instituciones psiquiátricas, estuvo varios meses deliberando sobre cómo suicidarse. Un mes antes de la fecha que escogió para su suicidio, su solicitud de eutanasia fue aceptada. La autorización para morir legalmente en su casa fue como si le hubieran quitado un gran peso de encima, un alivio tan reconfortante que elaboró una lista de cosas que le gustaría hacer antes de morir.
Cuando tu familia no te deja morir
Cariño y respeto no siempre van de la mano. Si ya nos cuesta afrontar la muerte, respetar la decisión de morir de un ser querido nos compromete mucho más, sobre todo cuando el sufrimiento es de origen psíquico o se trata de una persona anciana que simplemente se ha cansado de vivir. A veces, ante una situación de deterioro grave e irreversible, vivimos la contradicción de desear que una muerte natural -de un infarto o “de lo que sea”-acontezca cuanto antes, a la vez que nos resistimos a la muerte voluntaria, negando esa posibilidad, llegando incluso a inventar delitos como el suicidio, que no existen. Es una cuestión cultural, a una mayoría de personas la muerte, todavía, no les pertenece.
En Bélgica y Holanda algunas personas han denunciado la eutanasia de un familiar con un trastorno mental. Por ejemplo, un señor denunció que su madre muriera voluntariamente sin que los médicos se lo hubieran comunicado a él con antelación. La ley impide que los médicos informen a un familiar sin el consentimiento de la paciente, que es la titular del derecho a la información y, obviamente, la única capacitada para tomar decisiones sobre su salud. Por otra parte, en algunos casos no se lo comunican a sus familiares porque no confían en que respeten su decisión de morir. ¿Qué tipo de relación tiene un señor con su madre que ha preferido no comunicarle su decisión de morir? Cariño y respeto son dos valores distintos.
En otro caso, la hermana de una mujer de 38 años a la que la psiquiatra diagnosticó un tipo de autismo llamado enfermedad de Asperger, denunció que la paciente estaba tan ansiosa de ser sometida a la eutanasia que para cumplir el requisito de enfermedad incurable había manipulado a la psiquiatra. En un correo electrónico la psiquiatra escribía: "estoy empezando a comprender mejor su sufrimiento, su entorno es una familia seriamente disfuncional, herida y traumatizada, con muy poca empatía y respeto por los demás”. La denuncia penal fue desestimada, pero la familia ha recurrido.
¿Cuántas veces tengo que pedir permiso para morir?
En 2015 Thienpont publicó en una revista científica que de las 100 solicitudes de eutanasia recibidas entre 2007 y 2011, 48 fueron otorgadas. Para muchos psiquiatras (que reciben solo un puñado de solicitudes, de las que aceptan del 10 al 30%), estos datos son alarmantes. Según ellos, la ley otorga demasiada discreción a los médicos y solicitan una mayor supervisión.
Un periodista tuvo acceso a unos correos que se cruzaron esta psiquiatra y Distelmans, un oncólogo que preside la comisión de evaluación de la eutanasia, fundador de las clínicas LEIF (end of life information forum), que ha asistido la muerte de algunos de los casos de mayor repercusión mediática de Bélgica. Distelmans le transmitía sus discrepancias sobre el procedimiento, en el sentido de que los pacientes llegaban a su clínica “con expectativas poco realistas”, dando por hecho la aprobación de su solicitud de eutanasia. La ley exige que en estos casos se consulte con al menos otros dos médicos, que han de hacer una evaluación independiente. Parece ser que este requisito legal resultaba impracticable porque los pacientes, a los que se les había prometido una eutanasia, no deseaban involucrarse en la deliberación sobre si su muerte era la opción más razonable.
Thienpont comentó que muchas veces "estos pacientes están muy desesperados y dicen cosas que no siempre son correctas”. Hasta la fecha, ella nunca ha recibido una solicitud de la comisión de evaluación de la eutanasia pidiendo explicaciones sobre sus casos. Tras la publicación de estos mensajes, ambos han declarado que se trataba de una discusión privada que, en ningún caso, pone en duda la decisión clara, seria e inequívoca de esas personas de morir voluntariamente.
¿Estamos dispuestos a respetar la opción de morir?
La publicación de este artículo en el Washington Post provocó cierta polémica en la sociedad belga, que desde hace muchos años muestra un masivo apoyo a la ley de eutanasia. 42 psiquiatras, psicólogos y académicos publicaron una carta abierta afirmando que la ley actual es demasiado vaga y flexible: "La ley no indica los criterios exactos para un sufrimiento insoportable y psicológico. Cada vez más, no importa cuántos criterios haya, depende simplemente de cómo un psiquiatra los interprete o los evalúe individualmente, de las propias suposiciones del médico y del informe del paciente sobre sus síntomas". “Algunas personas se están muriendo innecesariamente”, dicen los firmantes, que solicitan ser más estrictos, porque –según ellos- a veces la eutanasia se concede demasiado rápido, muy fácilmente, sin suficientes controles y equilibrios. “Estoy convencido de que en Bélgica murieron personas que todavía tenían opciones de tratamiento, con años e incluso décadas de (calidad) vida", decía un psiquiatra.
En el otro lado del debate, restringir aún más la eutanasia para pacientes psiquiátricos es una forma de discriminación que anula su autonomía. "Puedo obtener un préstamo, puedo comprar un automóvil, puedo (tengo) niños, puedo comprar una casa (y) hacer todo lo que quiero. Pero si quiero terminar con mi vida, de repente, ¿ya no puedo pensar con claridad? Eso es algo extraño", declara una señora con un trastorno mental que ha solicitado la eutanasia.
“Papá, ¿Qué puede ayudarme a morir?” le preguntó un día a Pierre su hija Edith, que padecía un trastorno mental desde hacía años. Como padre él no podía ayudarla, así que solicitaron una eutanasia, que le fue denegada. Poco después, Edith se cortó su garganta. En España, cada día, se suicidan más de diez personas. Cinco se ahorcan, tres se precipitan desde una altura, una se vuela los sesos con un arma y otra se envenena. ¿Cuántas de estas personas, como Edith, podrían morir dignamente, rodeadas por sus seres queridos, con una ley de eutanasia?
Morir es una decisión personalísima. Si el médico comprende que para ese paciente en particular morir es la opción más razonable y se siente comprometido a ayudarle: ¿En nombre de qué o de quién, con qué autoridad, deciden unas personas ajenas a esa relación de confianza sobre esa voluntad de morir? La ayuda médica a morir debería legalizarse como un acto médico más, cuya única condición fuera documentar la libertad del individuo para disponer de su propia vida, ya sea por razones de enfermedad o por hartazgo de vivir.
El elemento esencial de una ley de eutanasia no son los requisitos, sino la voluntad de morir. Por ello, el abuso a evitar es utilizar la ley para provocar la muerte a una persona en contra de su voluntad de vivir. Esta es la famosa pendiente resbaladiza, de la que ha surgido una versión light, que afirma que cuanto menos sean los requisitos, mayor será el desastre provocado por la muerte voluntaria. Decenas de miles de personas han decidido morir voluntariamente con una eutanasia en Bélgica, Holanda y Canadá, o con un suicidio asistido en Suiza y EEUU, sin que haya existido un solo caso de homicidio. De la misma forma que millones de personas mueren por un suicidio simple, sin que nadie sugiera que en realidad sean homicidios, los hechos han demostrado que la hipótesis de la pendiente resbaladiza es falsa. Las leyes de eutanasia funcionan bien, todos los casos que se comunican son revisados por las comisiones de control, que comprueban que cumplen los procedimientos y los requisitos.
Por supuesto que en estos países hay debate, porque el único requisito de una ley de eutanasia debería ser la voluntad de morir. El resto de calificativos que se utilizan para definirla, como voluntad libre, seria, razonada, inequívoca, reiterada, etc., etc., y el resto de condiciones en forma de requisitos, que las leyes imponen, son una consecuencia del paternalismo del estado, en este caso magníficamente representado por el paternalismo médico. ¿Por qué una persona va a cometer la estupidez de solicitar una muerte médicamente asistida en contra de su voluntad? “Porque son niños que no saben lo que hacen”. Solamente desde la concepción de que, cuando enferman, los ciudadanos se vuelven idiotas, se puede sostener esta idea fuerza del paternalismo, que ha perdurado desde los tiempos de Hipócrates (s.IV aC.) hasta mediados del siglo XX.
¿Qué consecuencias sociales puede provocar que el Boletín Oficial del Estado reconozca como una causa justificada de eutanasia el sufrimiento psíquico? Más libertad será más felicidad y más tranquilidad la final de la vida. Porque en toda sociedad democrática del siglo XXI, morir en paz, cuando y como uno decida, es un derecho.
(Artículo publicado en la Revista nº 75 de la Asociación DMD, Diciembre 2017)