
Por fin, el 1 de agosto, murió Luis de Marcos. Dos días después, su familia expresaba su dolor en una carta que resumo así: La Consejería de Sanidad prolonga innecesariamente el sufrimiento de enfermos terminales. Luis fallece tras una larga agonía:
- El paciente se despertó numerosas veces de la sedación cuando ya se había despedido de su familia.
- Padecía un enorme y constante dolor, tenía inmovilidad casi total y su enfermedad era irreversible, por lo que suplicó hasta el último día de su vida que terminasen con su tortura.
Quería dejar de sufrir, pero los médicos empezaron con sus criterios técnicos, con sus evaluaciones, con sus protocolos, métodos que tenían más que ver con sus convicciones morales que con respetar los deseos del paciente.
Una parte de los sanitarios que le trataron se la había jurado por haber solicitado la eutanasia en Change.org, por protestar. Así, se le negó la ayuda que el solicitaba en domicilio con la misma jerga del hospital (situación no refractaria, paliativo, solo síntomas, etc.). No había medicinas para sedar a Luis. En el hospital donde finalmente aceptaron sedarle por su sufrimiento existencial, se encontraron con que el dichoso protocolo de sedación ata de pies y manos a médicos y enfermeros, no pudiendo acortar de ninguna manera los tiempos de sufrimiento. Luis, como muchos enfermos terminales en la Comunidad de Madrid sufrió, y mucho.
El protocolo obliga, por ejemplo, a no acelerar el proceso de sedación, aunque el paciente pida agua con un hilo de voz. Los profesionales no puden actuar bajo su criterio...
Acusamos a los Servicios Paliativos de ser los responsables de haber generado un sufrimiento gratuito a los más desvalidos, responsables de enfrentar a excelentes profesionales (con empatía y conciencia) con familiares angustiados con el alargamiento absurdo de la agonía de sus seres queridos, responsables de llevar al límite la resistencia de miles de enfermos terminales, familias y profesionales.
Ojalá los políticos cumplan con su deber y dejen claro en la ley que la sedación es un derecho para los enfermos incurables.
Lamentablemente, también se muere mal con paliativos. Es una película que, como ya comentamos a propósito del corto Stop de Horror, se repite una y otra vez: el paciente sufriendo en su fase de últimos días, mientras su familia le acompaña angustiada sin comprender por qué no aumentan la medicación y le dejan profundamente dormido de una vez.
¿Paliativos para todos? Si, pero no éstos, los de la sacralidad de la vida, los que -obsesionados con su dogma de que ni adelantan ni retrasan la muerte-, prefieren tolerar el dolor de los demás, no vaya a ser que cometan un pecado. Los paliativos no son un fin, sino un medio para aliviar el sufrimiento. Lo que hay que garantizar no son más equipos de paliativos, sino el derecho del enfermo a morir dormido. La Consejería es una excusa, la responsabilidad es de cada médico, porque ningún protocolo obliga a prolongar el sufrimiento.
Una parte de los sanitarios que le trataron se la había jurado por haber solicitado la eutanasia en Change.org, por protestar. Así, se le negó la ayuda que el solicitaba en domicilio con la misma jerga del hospital (situación no refractaria, paliativo, solo síntomas, etc.). No había medicinas para sedar a Luis. En el hospital donde finalmente aceptaron sedarle por su sufrimiento existencial, se encontraron con que el dichoso protocolo de sedación ata de pies y manos a médicos y enfermeros, no pudiendo acortar de ninguna manera los tiempos de sufrimiento. Luis, como muchos enfermos terminales en la Comunidad de Madrid sufrió, y mucho.
El protocolo obliga, por ejemplo, a no acelerar el proceso de sedación, aunque el paciente pida agua con un hilo de voz. Los profesionales no puden actuar bajo su criterio...
Acusamos a los Servicios Paliativos de ser los responsables de haber generado un sufrimiento gratuito a los más desvalidos, responsables de enfrentar a excelentes profesionales (con empatía y conciencia) con familiares angustiados con el alargamiento absurdo de la agonía de sus seres queridos, responsables de llevar al límite la resistencia de miles de enfermos terminales, familias y profesionales.
Ojalá los políticos cumplan con su deber y dejen claro en la ley que la sedación es un derecho para los enfermos incurables.
Lamentablemente, también se muere mal con paliativos. Es una película que, como ya comentamos a propósito del corto Stop de Horror, se repite una y otra vez: el paciente sufriendo en su fase de últimos días, mientras su familia le acompaña angustiada sin comprender por qué no aumentan la medicación y le dejan profundamente dormido de una vez.
¿Paliativos para todos? Si, pero no éstos, los de la sacralidad de la vida, los que -obsesionados con su dogma de que ni adelantan ni retrasan la muerte-, prefieren tolerar el dolor de los demás, no vaya a ser que cometan un pecado. Los paliativos no son un fin, sino un medio para aliviar el sufrimiento. Lo que hay que garantizar no son más equipos de paliativos, sino el derecho del enfermo a morir dormido. La Consejería es una excusa, la responsabilidad es de cada médico, porque ningún protocolo obliga a prolongar el sufrimiento.