El foro profesional SIAP COVID-19 ha publicado un documento con testimonios estremecedores, que muestran el sufrimiento evitable que muchísimas personas están padeciendo en esta pandemia.
Por ejemplo, los trabajadores del campo, que viven en asentamientos, a los que hemos tratado “como ratas”, sin informales de nada (Médicos del Mundo). O las personas con niños y niñas, a las que después de someter a un confinamiento desproporcionadamente duro, no pueden aislarse en su domicilio porque tienen que acudir a las colas del hambre a por comida. O las personas mayores que viven en residencias, inmersas una distopía brutal, inaceptable desde todos los puntos de vista.
Hablamos de personas mayores que llevan seis meses (!!) encerradas en su habitación, en residencias que se han convertido en cárceles con un número inadmisible de celdas de aislamiento. A las que no se les permite salir, ni siquiera para asistir al entierro de una hija, sin que existan motivos epidemiológicos que justifiquen que sean tratadas como ganado, pasando por encima de sus derechos fundamentales. Personas para las que acudir al hospital es una liberación, porque a pesar del deterioro evitable de su salud, al menos durante unos días abandonan su encarcelamiento y son acompañadas por sus familiares. Los motivos de ingreso son de juzgado de guardia: negligencias políticas por falta de recursos en las residencias.
No somos objetos potencialmente contagiosos. ¿Cuándo hemos perdido la humanidad? El aislamiento de las personas mayores es un riesgo para la salud tan grave, o quizá más, que el Covid. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar y cuánto va a durar este disparate? Para colmo de males, en algunos territorios, aprovechando la pandemia se está provocando una voladura controlada de la atención primaria, que es la verdadera columna vertebral del sistema público de salud.
Ya no estamos en medio del tsunami de marzo y abril. Ya no hay excusas para repetir los errores que provoca el miedo. La mayor parte de este sufrimiento, el de estas personas mayores y el resto de personas socialmente desfavorecidas, no se debe al Coronavirus, sino a la gestión de esta pandemia. ¡Ya basta!
Como dice el texto, “podríamos aprender tantas cosas”…
aquí para editar.
Por ejemplo, los trabajadores del campo, que viven en asentamientos, a los que hemos tratado “como ratas”, sin informales de nada (Médicos del Mundo). O las personas con niños y niñas, a las que después de someter a un confinamiento desproporcionadamente duro, no pueden aislarse en su domicilio porque tienen que acudir a las colas del hambre a por comida. O las personas mayores que viven en residencias, inmersas una distopía brutal, inaceptable desde todos los puntos de vista.
Hablamos de personas mayores que llevan seis meses (!!) encerradas en su habitación, en residencias que se han convertido en cárceles con un número inadmisible de celdas de aislamiento. A las que no se les permite salir, ni siquiera para asistir al entierro de una hija, sin que existan motivos epidemiológicos que justifiquen que sean tratadas como ganado, pasando por encima de sus derechos fundamentales. Personas para las que acudir al hospital es una liberación, porque a pesar del deterioro evitable de su salud, al menos durante unos días abandonan su encarcelamiento y son acompañadas por sus familiares. Los motivos de ingreso son de juzgado de guardia: negligencias políticas por falta de recursos en las residencias.
No somos objetos potencialmente contagiosos. ¿Cuándo hemos perdido la humanidad? El aislamiento de las personas mayores es un riesgo para la salud tan grave, o quizá más, que el Covid. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar y cuánto va a durar este disparate? Para colmo de males, en algunos territorios, aprovechando la pandemia se está provocando una voladura controlada de la atención primaria, que es la verdadera columna vertebral del sistema público de salud.
Ya no estamos en medio del tsunami de marzo y abril. Ya no hay excusas para repetir los errores que provoca el miedo. La mayor parte de este sufrimiento, el de estas personas mayores y el resto de personas socialmente desfavorecidas, no se debe al Coronavirus, sino a la gestión de esta pandemia. ¡Ya basta!
Como dice el texto, “podríamos aprender tantas cosas”…
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