Un artículo del blog no gracias, afirma con una ingente cantidad de datos que el precio desorbitado y la utilización irracional que los médicos hacen de los nuevos antineoplásicos son la peor amenaza contra la sostenibilidad de los sistemas de salud en todo el mundo.
En EE.UU. cada nuevo fármaco anticancerígeno cuesta más de 100 mil $ por año, existiendo una variabilidad de precios entre países, que va de un 28 a un 388%, que demuestra que el mercado no está funcionando adecuadamente.
Los antineoplásicos son el mayor gasto de todas las especialidades médicas (de cien mil millones $ hoy, a 150.000 millones en 2020; de 100$ en los sesenta, a 10.000$ actuales, de precio medio por mes de tratamiento).
En EE.UU. cada nuevo fármaco anticancerígeno cuesta más de 100 mil $ por año, existiendo una variabilidad de precios entre países, que va de un 28 a un 388%, que demuestra que el mercado no está funcionando adecuadamente.
Los antineoplásicos son el mayor gasto de todas las especialidades médicas (de cien mil millones $ hoy, a 150.000 millones en 2020; de 100$ en los sesenta, a 10.000$ actuales, de precio medio por mes de tratamiento).
Pero el mayor problema es la desproporción entre estos precios y sus beneficios en términos de supervivencia global y calidad de vida para los pacientes. Por ejemplo, un análisis de 71 fármacos aprobados para el tratamiento de pacientes con tumores sólidos entre 2002 y 2012, mostraba que la supervivencia global y el intervalo libre de enfermedad eran de 2.1 y 2.3 meses respectivamente. De los 47 antineoplásicos aprobados en EEUU entre abril de 2014 y febrero de 2016 sólo 9 (19%) producían un beneficio clínico significativo, y de 226 ensayos clínicos, solamente 70 (31%) demostraban beneficios.
Los datos mencionados proceden de ensayos clínicos realizados para la comercialización del fármaco, con poblaciones ideales muy seleccionadas, pero la realidad con el resto de pacientes es aún peor. Por eso algunos autores proponen que el aumento de la supervivencia global (lo que llaman una variable subrogada) se exija en todos los ensayos clínicos (actualmente sólo lo es para un tercio de los fármacos).
Una cosa es ahorrar a base de recortes que deterioran la calidad de la asistencia, como ha ocurrido en España desde 2008, y otra es derrochar el dinero con fármacos contra el cáncer cuyo costo-beneficio es inasumible. El reto es comunicar esto a una población indignada cuando le niegan un medicamento sobre el que han creado falsas expectativas. Es el caso del Regorafenib (cáncer colorrectal metastásico), que cuesta 10.186€ (5 ciclos): mejora la supervivencia libre de progresión, pero no la supervivencia global. En España se está utilizando, pero en Inglaterra no.
Con el Pertuzumab (cáncer de mama metastásico) hay que tratar a 20 pacientes para que uno aumente un 6% su probabilidad de vivir el pirmer añio, con un coste de un millón de euros.
El Bevacizumab (cáncer colorrectal metastásico, 20.000 euros), aumenta 6 meses la supervivencia libre de progresión, pero no la supervivencia global. El Reino Unido no lo financia, pero España si.
Necitumumab (cáncer de pulmón escamoso metastásico) aumenta 1,6 meses la supervivencia global.
Estas cifras superan todos y cada uno de los umbrales de coste-efectividad razonable aplicados en cualquier país. En reino Unido no se financian muchos de estos antineoplásicos potencialmente beneficiosos, pero la esperanza de vida promedio sigue siendo mayor en el Reino Unido que en los EE. UU.
Si se administraran todos los fármacos anticancerígenos existentes a todos los pacientes con cáncer para los que están indicados, todas las naciones estarían en bancarrota. Por una parte, necesitamos utilizarlos racionalmente, pero sobre todo es imprescindible negociar sus precios, que no están justificados en su investigación y desarrollo, acortar la duración de las patentes y fabricar fármacos genéricos. La única opción insostenible es el statu quo.
Otras entradas: La oncología, fuera de control (2016)
Los datos mencionados proceden de ensayos clínicos realizados para la comercialización del fármaco, con poblaciones ideales muy seleccionadas, pero la realidad con el resto de pacientes es aún peor. Por eso algunos autores proponen que el aumento de la supervivencia global (lo que llaman una variable subrogada) se exija en todos los ensayos clínicos (actualmente sólo lo es para un tercio de los fármacos).
Una cosa es ahorrar a base de recortes que deterioran la calidad de la asistencia, como ha ocurrido en España desde 2008, y otra es derrochar el dinero con fármacos contra el cáncer cuyo costo-beneficio es inasumible. El reto es comunicar esto a una población indignada cuando le niegan un medicamento sobre el que han creado falsas expectativas. Es el caso del Regorafenib (cáncer colorrectal metastásico), que cuesta 10.186€ (5 ciclos): mejora la supervivencia libre de progresión, pero no la supervivencia global. En España se está utilizando, pero en Inglaterra no.
Con el Pertuzumab (cáncer de mama metastásico) hay que tratar a 20 pacientes para que uno aumente un 6% su probabilidad de vivir el pirmer añio, con un coste de un millón de euros.
El Bevacizumab (cáncer colorrectal metastásico, 20.000 euros), aumenta 6 meses la supervivencia libre de progresión, pero no la supervivencia global. El Reino Unido no lo financia, pero España si.
Necitumumab (cáncer de pulmón escamoso metastásico) aumenta 1,6 meses la supervivencia global.
Estas cifras superan todos y cada uno de los umbrales de coste-efectividad razonable aplicados en cualquier país. En reino Unido no se financian muchos de estos antineoplásicos potencialmente beneficiosos, pero la esperanza de vida promedio sigue siendo mayor en el Reino Unido que en los EE. UU.
Si se administraran todos los fármacos anticancerígenos existentes a todos los pacientes con cáncer para los que están indicados, todas las naciones estarían en bancarrota. Por una parte, necesitamos utilizarlos racionalmente, pero sobre todo es imprescindible negociar sus precios, que no están justificados en su investigación y desarrollo, acortar la duración de las patentes y fabricar fármacos genéricos. La única opción insostenible es el statu quo.
Otras entradas: La oncología, fuera de control (2016)