La profesora de filosofía y miembro del Hastings Center Margaret P. Battin, escribe:
¿Cómo nos acercamos a la muerte? La evitamos, especialmente nuestra propia muerte. Es algo difícil hablar, pensar o siquiera imaginar. Tenemos miedo al tiempo que nos engulle hasta tragarse nuestra identidad y personalidad, po eso en lugar de pensar en el futuro lejano, preferimos distraernos con las cosas del momento.
Sin embargo, a veces en nuestros momentos racionales hacemos preparativos. Firmamos el testamento vital, damos instrucciones a nuestros seres queridos sobre la asistencia cuando estemos enfermos, hablamos sobre lo que deseamos evitar: morir rodeados de tubos, nombramos un representante, decidimos el destino de nuestro cuerpo...
Pero este es un enfoque equivocado, porque todo esto no garantiza que lo que decimos que queremos de verdad sucederá o que vamos a tener lo que cada uno llamaría una "buena muerte". Esto es así por dos razones:
Saber cómo se muere en nuestra sociedad es importante. Permitimos muertes que se prolongan en el tiempo y que a menudo terminan en el borramiento de la persona, con tratamientos para el dolor que la colocan en una nube que la deja medio desconectada de la realidad o medicinas que deliberadamente anulan la conciencia.
Si abrimos los ojos a lo que está por venir quizá podamos recuperar otra concepción de la muerte. Los médicos dicen que son capaces de mejorar nuestro confort, pero ese no es el problema. La cuestión es qué considera cada uno una buena muerte y cómo se puede conseguir que sus preferencias se hagan realidad.
Esto nos atañe a todos, porque todos morimos, la maypría (75%) por enfermedades crónicas de pronóstico limitado, atendidos por sanitarios en casa o en el hospital. Nuestra muerte será el último fotograma de un fotomontaje de derrotas cognitivas y corporales.
Supongamos que usted pudiera tomar sus propias decisiones, disponer las cosas para que muriera tal y como le gustaría. ¿Le gustaría estar consciente y alerta hasta el final? ¿O simplemente dormir y no despertar? ¿Desea que se utilicen todos los esfuerzos médicos para prolongar la vida? ¿Le gustaría no darse cuenta de su deterioro, ni de la proximidad de la muerte, por una demencia grave?
Tiene diferentes opciones: desde negarse a un tratamiento, a optar por una sedación paliativa, la eutanasia o el suicidio asistido. Su muerte no tiene por qué ser una derrota, su cuerpo no ha de sucumbir ante cualquier enfermedad hasta que finalmente le mate. Usted no tiene que dejar su muerte en manos de otros. Vamos a empezar a pensar en nuestras muertes de forma proactiva, por así decirlo, de manera que nos acerquemos más a nuestras propias elecciones auténticas para nuestros últimos momentos en este mundo.
¿Cómo nos acercamos a la muerte? La evitamos, especialmente nuestra propia muerte. Es algo difícil hablar, pensar o siquiera imaginar. Tenemos miedo al tiempo que nos engulle hasta tragarse nuestra identidad y personalidad, po eso en lugar de pensar en el futuro lejano, preferimos distraernos con las cosas del momento.
Sin embargo, a veces en nuestros momentos racionales hacemos preparativos. Firmamos el testamento vital, damos instrucciones a nuestros seres queridos sobre la asistencia cuando estemos enfermos, hablamos sobre lo que deseamos evitar: morir rodeados de tubos, nombramos un representante, decidimos el destino de nuestro cuerpo...
Pero este es un enfoque equivocado, porque todo esto no garantiza que lo que decimos que queremos de verdad sucederá o que vamos a tener lo que cada uno llamaría una "buena muerte". Esto es así por dos razones:
- Enunciamos nuestros deseos según lo que no queremos: dolor, sufrimiento, obnubilación...
- Tenemos que poner nuestro proceso de morir en manos de otras personas.
Saber cómo se muere en nuestra sociedad es importante. Permitimos muertes que se prolongan en el tiempo y que a menudo terminan en el borramiento de la persona, con tratamientos para el dolor que la colocan en una nube que la deja medio desconectada de la realidad o medicinas que deliberadamente anulan la conciencia.
Si abrimos los ojos a lo que está por venir quizá podamos recuperar otra concepción de la muerte. Los médicos dicen que son capaces de mejorar nuestro confort, pero ese no es el problema. La cuestión es qué considera cada uno una buena muerte y cómo se puede conseguir que sus preferencias se hagan realidad.
Esto nos atañe a todos, porque todos morimos, la maypría (75%) por enfermedades crónicas de pronóstico limitado, atendidos por sanitarios en casa o en el hospital. Nuestra muerte será el último fotograma de un fotomontaje de derrotas cognitivas y corporales.
Supongamos que usted pudiera tomar sus propias decisiones, disponer las cosas para que muriera tal y como le gustaría. ¿Le gustaría estar consciente y alerta hasta el final? ¿O simplemente dormir y no despertar? ¿Desea que se utilicen todos los esfuerzos médicos para prolongar la vida? ¿Le gustaría no darse cuenta de su deterioro, ni de la proximidad de la muerte, por una demencia grave?
Tiene diferentes opciones: desde negarse a un tratamiento, a optar por una sedación paliativa, la eutanasia o el suicidio asistido. Su muerte no tiene por qué ser una derrota, su cuerpo no ha de sucumbir ante cualquier enfermedad hasta que finalmente le mate. Usted no tiene que dejar su muerte en manos de otros. Vamos a empezar a pensar en nuestras muertes de forma proactiva, por así decirlo, de manera que nos acerquemos más a nuestras propias elecciones auténticas para nuestros últimos momentos en este mundo.