A propósito de las mentiras que va contando donde le llaman el profesor de teología Theo Boer, sobre el “contagio” del suicidio y el descontrol de la muerte asistida en Países Bajos, Neil Francis (Dying for Choice 5/10/20, citado en la entrada anterior), se hace esta pregunta: ¿Por qué los fundamentalistas contra la muerte voluntaria nunca hablan de Suiza?
Desde 1942, una excepción en el Código Penal suizo permite el suicidio asistido, siempre que no existan motivos no egoístas. Eso es todo. A diferencia del resto de países del mundo que han regulado la muerte asistida con leyes que establecen requisitos, procedimientos y garantías de control, en Suiza no hay nada legislado sobre edad, tipo de padecimiento, condiciones del deterioro de la salud, capacidad de decisión, períodos en los que la petición ha de ser reiterada, o cualquier otro aspecto.
En los 80 se fundaron las asociaciones Exit Deutsche Schweiz y la francófona Exit ADMD. Posteriormente otras más pequeñas, y en 1998 Dignitas, que atiende a extranjeros, resultando que en una población de 8,5 millones, más de 150.000 personas están asociadas. La muerte asistida a menudo se discute abiertamente en los medios de comunicación.
Uno de los argumentos contra la muerte asistida es que en los Países Bajos, debido a la ley de eutanasia, está aumentando el suicidio “por contagio”. Pero no dicen nada de Suiza porque allí la tasa de suicidios ha disminuido desde los 80 (fundación de las asociaciones) y ha seguido bajando a medida que aumentaba la muerte asistida y la discusión pública (ver gráfica en el original).
Esto es coherente con un marco de trabajo de las asociaciones pro-derecho a morir que previene el suicidio, al promover la reflexión de las personas que se plantean su muerte voluntaria, ayudándolas sólo cuando no existe ninguna alternativa que alivie su sufrimiento de forma aceptable. Cada asociación tiene procesos claramente definidos y supervisión por especialistas en ética. Cada persona es evaluada cuidadosamente por médicos, responsables últimos de prescribir el medicamento letal.
Los datos también confirman que algunos suicidios violentos y en soledad, motivados por un sufrimiento intolerable e irreversible, se convierten en una plácida muerte asistida.
Aspectos como que la tasa de muerte asistida en Suiza sea menor de la mitad que en Países Bajos, o que las personas con cáncer sean el 40% (según datos de Exit Deutsche Schweiz de 2015), mientras que en Bélgica y Países Bajos son el 70%, necesitarán de más estudios para ser explicados.
Además, si comparamos las tasas de suicidio de Suiza con las de Australia (sin muerte asistida hasta 2019, solo en el estado de Victoria), hasta 2010 eran iguales, pero posteriormente en Suiza bajan, mientras en Australia suben.
Tras poner en evidencia el anclaje ideológico de algunos discursos (religiosos) supuestamente basados en pruebas, podemos llegar a dos conclusiones:
En los 80 se fundaron las asociaciones Exit Deutsche Schweiz y la francófona Exit ADMD. Posteriormente otras más pequeñas, y en 1998 Dignitas, que atiende a extranjeros, resultando que en una población de 8,5 millones, más de 150.000 personas están asociadas. La muerte asistida a menudo se discute abiertamente en los medios de comunicación.
Uno de los argumentos contra la muerte asistida es que en los Países Bajos, debido a la ley de eutanasia, está aumentando el suicidio “por contagio”. Pero no dicen nada de Suiza porque allí la tasa de suicidios ha disminuido desde los 80 (fundación de las asociaciones) y ha seguido bajando a medida que aumentaba la muerte asistida y la discusión pública (ver gráfica en el original).
Esto es coherente con un marco de trabajo de las asociaciones pro-derecho a morir que previene el suicidio, al promover la reflexión de las personas que se plantean su muerte voluntaria, ayudándolas sólo cuando no existe ninguna alternativa que alivie su sufrimiento de forma aceptable. Cada asociación tiene procesos claramente definidos y supervisión por especialistas en ética. Cada persona es evaluada cuidadosamente por médicos, responsables últimos de prescribir el medicamento letal.
Los datos también confirman que algunos suicidios violentos y en soledad, motivados por un sufrimiento intolerable e irreversible, se convierten en una plácida muerte asistida.
Aspectos como que la tasa de muerte asistida en Suiza sea menor de la mitad que en Países Bajos, o que las personas con cáncer sean el 40% (según datos de Exit Deutsche Schweiz de 2015), mientras que en Bélgica y Países Bajos son el 70%, necesitarán de más estudios para ser explicados.
Además, si comparamos las tasas de suicidio de Suiza con las de Australia (sin muerte asistida hasta 2019, solo en el estado de Victoria), hasta 2010 eran iguales, pero posteriormente en Suiza bajan, mientras en Australia suben.
Tras poner en evidencia el anclaje ideológico de algunos discursos (religiosos) supuestamente basados en pruebas, podemos llegar a dos conclusiones:
- El suicidio es un problema serio y complejo, que en realidad no interesa a los fundamentalistas que luchan contra la muerte asistida. Son muchos los factores de riesgo, como la salud mental, el abuso de sustancias, el desempleo, la ruptura de relaciones, la falta de oportunidades, etc., etc. Y los factores de prevención, como las líneas telefónicas de atención, y sobre todo, una buena financiación de la salud mental y de las prestaciones y programas contra la desigualdad social, se estrellan contra su modelo de sociedad neoliberal, que deja a demasiadas personas en los márgenes.
- Es importante encontrar un equilibrio entre las garantías de las leyes y exigir a los que deseen una muerte asistida que suban al monte Everest con una mano atada a la espalda. Suiza es un ejemplo que demuestra no solo que esa otra formulación del timo de la pendiente resbaladiza en forma de "contagio suicida" es falso, sino sobre todo que la ciudadanía es suficientemente madura para decidir con responsabilidad sobre su propia muerte.