Una revista comenta el trabajo de unos investigadores australianos que entrevistaron a 96 médicos de 10 especialidades sobre situaciones en las que los pacientes terminales recibieron cuidados que fueron inadecuados. Cuando se les preguntó por las causas el 96% señaló factores relacionados con el médico, es decir, se culparon a sí mismos como los principales causantes de un tratamiento inútil.
Otras causas fueron la falta de comunicación, el apego emocional a los pacientes y la aversión a la muerte. El 91% de los médicos citó otras razones como la familia o las solicitudes de tratamiento del mismo paciente, la incertidumbre respecto al pronóstico y desconocer los deseos del individuo.
Cerca del 70% de los médicos citaron causas relacionadas al hospital, como las especialidades, la jerarquía médica y la presión del tiempo, como factores de un cuidado inútil. Hay muchos especialistas participando del procedimiento, cada uno centrado en un órgano en particular, dificultando una asistencia integral.
El 25% afirmó que los tratamientos agresivos son difíciles de detener una vez que se inician. Limitar el esfuerzo terapéutico es un reto cotidiano, que se complica por la aversión natural ciertos médicos a los conflictos, que no saben cómo gestionar. Es más fácil quejarse en privado sobre la obstinación terapéutica que reflexionar sobre si los cuidados son adecuados a los objetivos que buscamos con cada paciente. “Todo se reduce a lo que el paciente valore, y es muy difícil discutir respecto a lo quiere el paciente si no hemos hablado de ello”. Para las familias es emocionalmente muy difícil rechazar un tratamiento que, aunque sea agresivo e inútil, el médico propone como una opción razonable, pero "si supieran los riesgos reales, beneficios y alternativas, quizás no escogerían el tratamiento que están recibiendo".
“El mensaje final para los pacientes y sus familias es sobre lo necesario que es tener una conversación sobre lo que quieren y no quieren al final de la vida”, aseveró quien lideró el estudio. Este tipo de conversaciones son complicadas, los médicos no tienen mucho tiempo, pero el camino para mejorar la asistencia al final de la vida pasa ineludiblemente por promover y respetar la autonomía de cada persona.
Por cierto, el estudio menciona que un 30% de los médicos australianos aseguró que ellos o sus colegas habían proporcionado un tratamiento inútil debido a las preocupaciones acerca de las consecuencias legales.
Este es un efecto perverso del código penal (también comentado en este blog) que va mucho más allá de prohibir las conductas eutanásicas, provocando el temor de los profesionales a verse obligados a dar explicaciones a un juez que no conoce la complejidad del tema y cuya única referencia es un texto legal de cuatro lineas. Desgraciadamente es un factor común a todos los países que no han regulado la eutanasia.