
El 24 de enero falleció Jose Luis, tal y como él había decidido: en su casa, con los suyos, consciente de su decisión de disminuir su conciencia hasta que aconteciera su muerte.
La causa de la sedación paliativa fueron sus síntomas: angustia y deterioro, frente a los que no existe ningún tratamiento que aliviara su sufrimiento de forma satisfactoria.
¿Tiene un enfermo avanzado derecho a una sedación paliativa cuando su sufrimiento es insoportable? Sí, así lo establece la legislación (ver Si quieres morir, no se lo digas a tu médico).
Jose Luis lo habló con sus médicos, que le dijeron que aguantara, que esperara un poco más. ¿Por qué? En todos los ámbitos de la medicina el juicio clínico tiene un componente subjetivo importante, que es mucho mayor en la sedación por la complejidad del concepto de sufrimiento. ¿Quién puede juzgar mejor la experiencia de sufrimiento que el propio enfermo? Obviamente nadie, pero por la tradición paternalista de la medicina todavía en muchos casos el que decide es el médico, que teme que la muerte voluntaria, aunque el enfermo se esté muriendo, sea ilegal. Pero no lo es.
La sedación no puede considerarse nunca una eutanasia cuando la intención del profesional no es provocar la muerte, sino aliviar su sufrimiento mientras ésta acontece (a consecuencia de su enfermedad) y en el procedimiento no se emplea ninguna medicación letal. Sin embargo, como se habla en sedación paliativa: poco respeto y muchos prejuicios, aunque sea una obligación moral, algunos profesionales se oponen a que sea el paciente terminal el que decida cuándo es tiempo de morir. Hablan de bioética, respeto, autonomía, pero no le permiten al paciente elegir entre las opciones clínicas, por ejemplo cuándo se debe iniciar una sedación paliativa. Si la inminencia de la muerte es un dato éticamente irrelevante: ¿Por qué no le dejan al paciente ser el protagonista? No es medicina, es su creencia personal en la sacralidad de la vida, que tratan de imponer a los demás.
