Meses después en el salón de Karmele se sigue oyendo el tictac del reloj de pared, pero no los latidos de su corazón. Tras solicitar la eutanasia, este lunes ha conseguido "ser libre y volar" lejos de su castigado cuerpo. Antes compartió generosa, en su domicilio de Urretxu, su dura experiencia para pedir que se respete a quienes no puedan más y sigan sus pasos.
Arantza Rodríguez también nos cuenta en Deia el miedo de Karmele a que le denegaran la eutanasia alegando que su capacidad cognitiva estaba mermada por la medicación. Por eso quería mantener su mente despierta, para asentir todas las veces necesarias y ante quien hiciera falta y que nadie dudara de su palabra. "Es que lo tengo tan claro... ¿Es mucho pedir que alguien de la familia me acompañe?", preguntaba con la voz quebrada. Desde hace muchos años he visto que aquí el dolor es de cada uno y, mientras no te llega, no lo entiendes. ¿Cómo va a querer alguien este sufrimiento para sí mismo? Que piensen en el de al lado". “Lo siento, quisiera vivir, pero así no puedo.”
¿Cuál es la propuesta que los fundamentalistas le hacen a personas con un sufrimiento constante e intolerable como Karmele? Ajo, agua y resina: a joderse, a aguantarse y a resignarse. Ya sea en nombre de su Dios, o por ignorancia, justifican el sufrimiento del otro con argumentos absurdos como el peligro que supone que Karmele muera de forma voluntaria, porque realmente no es ella la que decide y los paliativos podrían aliviar su sufrimiento. ¡Falso! ¿Cómo es posible que alguien sea capaz de decirle a Karmele que siga sufriendo, porque no puede morir? El mundo es cruel, cuánto daño hacen esas creencias que condenan al infierno a todas las personas que no piensan, ni actúan como ellas imponen. ¡Aúpa Karmele!