Carrol decidió que recibiría cuidados paliativos en casa y que ya no asistiría a nuestras reuniones. Cuando fui a verla, deseaba apresurar su muerte, no sólo por ella sino también por su marido y su hijo. Parecía sana, había dejado de comer, sólo bebía agua y empezaba a sentirse aturdida por la medicación contra el dolor.
Carrol e Ilka me enseñaban lecciones opuestas sobre cómo acercarse a la muerte. Anticipándola, Carrol trató de matar a la muerte lo más eficientemente posible. Aferrada a la vida, Ilka intentó colocarla lo más lejos posible. A veces me preocupaba que Carrol se rindiera demasiado rápido. Otras veces temía que Ilka se sometiera a sufrimientos excesivos por los tratamientos médicos.
Después de reflexionar, me di cuenta de que tanto Carrol como Ilka estaban subrayando la importancia de que cada cual determine a su manera, según sus propios valores, el momento adecuado para renunciar al tratamiento. Qué difícil debe ser esa decisión: determinar cuándo deben interrumpirse los tratamientos, qué postura, más o menos activa o pasiva, debe adoptarse frente al cáncer, qué grado de deterioro físico debe soportarse y cuál no.
Carrol e Ilka me estaban enseñando que nadie obtiene un aprobado para morir. Hay muchas formas de valor: el coraje de abandonar la vida, el coraje de no renunciar a la vida, y el coraje de compartir la experiencia.
Nota: Para muchas personas valores como la sacralidad de la vida (la vida esta en manos de dios), postergar la muerte o resignarse al sufrimiento son valores primordiales. Para la mayoría, estos valores están supeditados a otros como la libertad para decidir cuándo morir, no soportar unas condiciones que consideran indignas o adelantar su muerte por coherencia biográfica. Todos estos valores son respetables, el problema es que actualmente la sacralidad se impone a toda la sociedad a través del Código Penal, que castiga la cooperación necesaria en la muerte voluntaria, obligando a vivir a miles de personas en contra de su voluntad.
Paradójicamente, en el día de hoy, una mayoría del Congreso de los Diputados, formada por PP, PSOE y Ciudadanos, se ha opuesto a debatir una ley sobre la eutanasia que apoya una mayoría de los ciudadanos. Es el mundo al revés, el gobierno del pueblo (democracia) sin tener en cuenta a la gente. Desgraciadamente, las creencias personales de una minoría se han impuesto en una institución donde se hacen muchos discursos grandilocuentes sobre la dignidad pero que, a la postre, no muestra ningún respeto a una sociedad que es plural. "Si quieres morir, búscate la vida", ese es el mensaje de los diputados. Así lo haremos.