Uno de los más bellos y conmovedores mitos griegos narra la muerte de dos ancianos, Filemón y Baucis. Zeus visita la tierra bajo el disfraz de un vagabundo que pide alojamiento y, tras encontrar cerradas las puertas de los ricos, prueba en una miserable choza, habitada por una pareja de ancianos; y es allí donde acaba hallando hospitalidad. Para agradecerles su generoso trato, Zeus les pide sus deseos. Morir juntos, suspiran los ancianos. Zeus hace el deseo realidad: los viejos se metamorfosean en dos árboles y a la más leve brisa sus ramas se rozan suavemente.
En 2007 la escritora M. Zgustova escribía una reflexión que desgraciadamente sigue vigente: Nuestra sociedad actual no acepta que alguien ayude a morir a otro, aunque eso signifique cumplir los deseos de éste; menos acepta que uno se quite la vida a sí mismo. Y es que aún hay muchos los que siguen creyendo, influenciados por uno de los dogmas de la Iglesia, que lo que concedió Dios sólo él puede arrebatarlo. Pero el Dios de nuestros días, ayudado por una avanzada tecnología, respaldado por los últimos inventos de la ciencia y armado por la poderosa industria farmacéutica, suele titubear a la hora de quitar la vida que concedió, dejando así a muchos enfermos y ancianos malviviendo, vegetando contra su voluntad y soportando la tortura cotidiana de las dolencias de la decrepitud. Ese Dios, en definitiva, actúa contra la naturaleza y contra el orden universal. (Leer artículo en El País, 2007)
Más noticias: Un anciano con cáncer mata a su mujer con Azlheimer y se suicida (2001)
En 2007 la escritora M. Zgustova escribía una reflexión que desgraciadamente sigue vigente: Nuestra sociedad actual no acepta que alguien ayude a morir a otro, aunque eso signifique cumplir los deseos de éste; menos acepta que uno se quite la vida a sí mismo. Y es que aún hay muchos los que siguen creyendo, influenciados por uno de los dogmas de la Iglesia, que lo que concedió Dios sólo él puede arrebatarlo. Pero el Dios de nuestros días, ayudado por una avanzada tecnología, respaldado por los últimos inventos de la ciencia y armado por la poderosa industria farmacéutica, suele titubear a la hora de quitar la vida que concedió, dejando así a muchos enfermos y ancianos malviviendo, vegetando contra su voluntad y soportando la tortura cotidiana de las dolencias de la decrepitud. Ese Dios, en definitiva, actúa contra la naturaleza y contra el orden universal. (Leer artículo en El País, 2007)
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