A la primera pregunta trata de responder el artículo “Dolor y síntomas neuropsiquiátricos asociados en pacientes con demencia: desafíos a diferentes niveles y propuesta de marco conceptual” (2021). Reconocer y tratar el dolor depende, en primer lugar, de que la persona pueda decir que le duele. Pero en la demencia avanzada, tanto la comprensión como el lenguaje están afectados.
Además, los síntomas neuropsiquiátricos interactúan con la percepción del dolor.
Resultado: dolor crónico infradiagnosticado y poco tratado.
En los pacientes con demencia avanzada que no se comunican, los síntomas neuropsiquiátricos observables (p. ej., depresión, agitación, inquietud, posturas, expresiones verbales, etc.) no sólo son consecuencia de la neurodegeneración, sino también del dolor. Hay muchos factores que pueden estar entrelazados, provocando un cuadro clínico único que cambia con la progresión de la demencia.
Vistas las dificultades para medir el dolor ¿Cómo podemos valorar el sufrimiento? ¿Puede haber alguien tan osado para afirmar que de unos papeles se deduce que no se constata sufrimiento en una persona con demencia avanzada? Haberlos, haylos.
Además, los síntomas neuropsiquiátricos interactúan con la percepción del dolor.
Resultado: dolor crónico infradiagnosticado y poco tratado.
En los pacientes con demencia avanzada que no se comunican, los síntomas neuropsiquiátricos observables (p. ej., depresión, agitación, inquietud, posturas, expresiones verbales, etc.) no sólo son consecuencia de la neurodegeneración, sino también del dolor. Hay muchos factores que pueden estar entrelazados, provocando un cuadro clínico único que cambia con la progresión de la demencia.
Vistas las dificultades para medir el dolor ¿Cómo podemos valorar el sufrimiento? ¿Puede haber alguien tan osado para afirmar que de unos papeles se deduce que no se constata sufrimiento en una persona con demencia avanzada? Haberlos, haylos.
Volviendo al artículo. Las patologías cerebrales relacionadas con la demencia se superponen en parte con las señales cerebrales de dolor, alterando las dimensiones sensoriales, afectivas y cognitivas de esas experiencias. No sabemos si los individuos con Alzheimer muestran diferentes umbrales de dolor. Varias dimensiones del dolor están entrelazadas y se manifiestan en diferentes niveles en pacientes con demencia, formando así una intrincada red de interacciones que afectan los aspectos neuroconductuales y psicosociales del dolor.
Hay muchas escalas de dolor. En la demencia avanzada, cuando los pacientes no pueden informar sobre el dolor, las más apropiadas son herramientas de observación, como la Evaluación del dolor en la cognición alterada PAIC15 (0 nada, 1: grado ligero, 2: moderado, 3: alto grado, X: no anotado), que valora:
Expresión facial:
1. Frunce el ceño
2. Entrecierra los ojos, con tensión alrededor
3. Eleva el labio superior, la nariz puede estar arrugada
4. Abre la boca, separa los labios, la mandíbula se deja caer
5. Se la ve tensa, la cara refleja tensión o preocupación
Expresión corporal:
1. Petrificada, rígida, con movimientos de evitación, o contención de la respiración
2. Se protege, se sujeta alguna parte del cuerpo, evitando el contacto, alejándose
3. Se resiste a los cuidados, a ser movida, mostrando falta de cooperación
4. Se frota, estira o masajea la zona afectada
5. Está inquieta, retorciéndose las manos, balanceándose hacia adelante y hacia atrás
Expresiones verbales:
1. Usa palabras relacionadas con el dolor, como “ay”, “uy”, “eso duele”
4. Grita, habla fuerte, con voz alta para expresar palabras
5. Hace un quejido o gemido, realiza un sonido profundo, inarticulado
6. Masculla, pronunciando palabras y sonidos indistintamente
7. Se queja, expresando ser infeliz, estar enferma, incomoda o padecer dolor
La interacción entre el dolor crónico y los síntomas neuropsiquiátricos asociados es compleja y, hasta el momento, se comprende poco. La relación entre dolor, envejecimiento y demencia está modulada por predisposiciones, así como por factores biopsicosociales actuales y de por vida. El modelo biopsicosocial parece un marco prometedor que espera más evidencia empírica.
Hasta aquí el artículo. Vistas las dificultades para medir el dolor ¿Cómo podemos valorar el sufrimiento?
1) Si después del tratamiento analgésico (con paracetamol o lo que corresponda), una persona con una demencia avanzada frunce el ceño, está tensa, inquieta, dice “ay”, grita o se queja, es porque tiene dolor y sufre.
2) Además, si para ella perder la cabeza significa perder su dignidad, las limitaciones en su autonomía física están asociada a un sufrimiento psíquico que es constante e intolerable. No porque lo diga un profesional, sino porque así lo expresó ella en su testamento vital.
El sufrimiento no se puede medir. En ese contexto tan complejo, formado por esa maraña degenerativa que provoca la demencia, nadie puede afirmar que esa persona no sufra. Respetar su voluntad es una obligación moral.
Hay muchas escalas de dolor. En la demencia avanzada, cuando los pacientes no pueden informar sobre el dolor, las más apropiadas son herramientas de observación, como la Evaluación del dolor en la cognición alterada PAIC15 (0 nada, 1: grado ligero, 2: moderado, 3: alto grado, X: no anotado), que valora:
Expresión facial:
1. Frunce el ceño
2. Entrecierra los ojos, con tensión alrededor
3. Eleva el labio superior, la nariz puede estar arrugada
4. Abre la boca, separa los labios, la mandíbula se deja caer
5. Se la ve tensa, la cara refleja tensión o preocupación
Expresión corporal:
1. Petrificada, rígida, con movimientos de evitación, o contención de la respiración
2. Se protege, se sujeta alguna parte del cuerpo, evitando el contacto, alejándose
3. Se resiste a los cuidados, a ser movida, mostrando falta de cooperación
4. Se frota, estira o masajea la zona afectada
5. Está inquieta, retorciéndose las manos, balanceándose hacia adelante y hacia atrás
Expresiones verbales:
1. Usa palabras relacionadas con el dolor, como “ay”, “uy”, “eso duele”
4. Grita, habla fuerte, con voz alta para expresar palabras
5. Hace un quejido o gemido, realiza un sonido profundo, inarticulado
6. Masculla, pronunciando palabras y sonidos indistintamente
7. Se queja, expresando ser infeliz, estar enferma, incomoda o padecer dolor
La interacción entre el dolor crónico y los síntomas neuropsiquiátricos asociados es compleja y, hasta el momento, se comprende poco. La relación entre dolor, envejecimiento y demencia está modulada por predisposiciones, así como por factores biopsicosociales actuales y de por vida. El modelo biopsicosocial parece un marco prometedor que espera más evidencia empírica.
Hasta aquí el artículo. Vistas las dificultades para medir el dolor ¿Cómo podemos valorar el sufrimiento?
1) Si después del tratamiento analgésico (con paracetamol o lo que corresponda), una persona con una demencia avanzada frunce el ceño, está tensa, inquieta, dice “ay”, grita o se queja, es porque tiene dolor y sufre.
2) Además, si para ella perder la cabeza significa perder su dignidad, las limitaciones en su autonomía física están asociada a un sufrimiento psíquico que es constante e intolerable. No porque lo diga un profesional, sino porque así lo expresó ella en su testamento vital.
El sufrimiento no se puede medir. En ese contexto tan complejo, formado por esa maraña degenerativa que provoca la demencia, nadie puede afirmar que esa persona no sufra. Respetar su voluntad es una obligación moral.