En España, los CP aparecieron en los años 80 por iniciativa personal de algunos profesionales dispersos por el Estado, tanto en el sistema público de salud, como a través de organizaciones privadas como la Asociación Española Contra el Cáncer, otras de tipo confesional como la Orden de San Juan de Dios, los Religiosos Camilos o –más recientemente- las Hermanas Hospitalarias o el Opus Dei, y otras laicas como la Obra Social La Caixa.
Desde entonces, fueron apareciendo equipos domiciliarios y hospitalarios de CP, sin un plan claro, ni coherente con los recursos existentes en el sistema público, especialmente los equipos de atención primaria, responsables de la atención domiciliaria y de al asistencia desde el nacimiento hasta la muerte.
Además, los CP se han utilizado como un medio para oponerse a la eutanasia, situando por encima de los objetivos profersionales las creencias personales, que han tratado de imponerse a toda la sociedad, traicionando la finalidad última de los CP: morir en paz, mejorar la formación de todos los profesionales y el final de la vida de todas las personas.
Desde entonces, fueron apareciendo equipos domiciliarios y hospitalarios de CP, sin un plan claro, ni coherente con los recursos existentes en el sistema público, especialmente los equipos de atención primaria, responsables de la atención domiciliaria y de al asistencia desde el nacimiento hasta la muerte.
Además, los CP se han utilizado como un medio para oponerse a la eutanasia, situando por encima de los objetivos profersionales las creencias personales, que han tratado de imponerse a toda la sociedad, traicionando la finalidad última de los CP: morir en paz, mejorar la formación de todos los profesionales y el final de la vida de todas las personas.
En 1992 se creó la Sociedad Española de Cuidados Paliativos SECPAL, que con el Ministerio de Sanidad publicó en 1993 una Guía de Cuidados Paliativos. Ya entonces se propuso desarrollar los CP de modo universal a través de una formación básica que garantizara unos mínimos en Atención Primaria y en las especialidades que atienden un mayor número de pacientes en fases avanzadas y terminales, y al mismo tiempo crear equipos de soporte y unidades de CP con un nivel de formación avanzado, que les permitiera actuar como consultores y asumir los casos de mayor complejidad.
En el 2000 se estableció el Plan Nacional de Cuidados Paliativos. En 2003 la ley de cohesión y calidad del SNS incorporó los CP a la cartera de servicios del sistema de salud. En 2007, la Estrategia en Cuidados Paliativos del Sistema Nacional de Salud pretendió, sin mucho éxito, homogeneizar la atención paliativa por todo el territorio.
Pero, tras su fundación confesional, el desarrollo de los CP no ha estado exento de dificultades:
“Uno de los primeros y más importantes problemas de los cuidados paliativos ha sido y sigue siendo el de delimitar con claridad en qué consiste el bien específico que prestan a la sociedad. Cuando ese bien descansa en una serie de hechos técnicos, como es el caso del cirujano que opera una apendicitis, la cosa parece estar más clara, pero cuando se introducen conceptos con un fuerte contenido valorativo como el confort o la dignidad, las cosas se complican, y conviene al menos tener presente que lo que damos por objetivo contiene en muchas ocasiones una fuerte carga de subjetividad.
A diferencia de otros especialistas se ha identificado al paliativista más por sus características personales que profesionales, siendo confusa la conexión entre la motivación para trabajar con este tipo de enfermos y la competencia profesional en el área de los cuidados paliativos. Durante mucho tiempo se puso el acento más en las características de la persona que cuida, y hasta en sus convicciones religiosas, que en la actividad en sí misma, lo que ha elevado aún más la confusión” (Azucena Couceiro).
Respecto a esto, en 2011, el bioético Diego Gracia decía lo siguiente: “afortunadamente hoy ya no es así, pero en sus comienzos hubo en los cuidados paliativos un cierto fundamentalismo, que veía en ellos el modo de luchar contra la eutanasia. Eso es adulterar su esencia. Los paliativos aportan valor por sí mismos y no pueden verse como reacciones ante nada”.
Finalmente, las Leyes de muerte digna de Andalucía (2010), Navarra y Aragón (2011), Galicia, Canarias y Baleares (2015), País Vasco (2016), Madrid (2017), Asturias y Valencia (2018), así como los Estatutos de Autonomía de otros territorios, reconocen el derecho de toda persona al alivio de su sufrimiento mediante CP, pero todavía no ha existido voluntad política para desarrollar un modelo coherente en todas las CCAA, basado en la atención primaria, para que esto sea así.
CP en Madrid: 2018. Ver presentación.
Historia de Luis de Marcos (8/2017):
En el 2000 se estableció el Plan Nacional de Cuidados Paliativos. En 2003 la ley de cohesión y calidad del SNS incorporó los CP a la cartera de servicios del sistema de salud. En 2007, la Estrategia en Cuidados Paliativos del Sistema Nacional de Salud pretendió, sin mucho éxito, homogeneizar la atención paliativa por todo el territorio.
Pero, tras su fundación confesional, el desarrollo de los CP no ha estado exento de dificultades:
“Uno de los primeros y más importantes problemas de los cuidados paliativos ha sido y sigue siendo el de delimitar con claridad en qué consiste el bien específico que prestan a la sociedad. Cuando ese bien descansa en una serie de hechos técnicos, como es el caso del cirujano que opera una apendicitis, la cosa parece estar más clara, pero cuando se introducen conceptos con un fuerte contenido valorativo como el confort o la dignidad, las cosas se complican, y conviene al menos tener presente que lo que damos por objetivo contiene en muchas ocasiones una fuerte carga de subjetividad.
A diferencia de otros especialistas se ha identificado al paliativista más por sus características personales que profesionales, siendo confusa la conexión entre la motivación para trabajar con este tipo de enfermos y la competencia profesional en el área de los cuidados paliativos. Durante mucho tiempo se puso el acento más en las características de la persona que cuida, y hasta en sus convicciones religiosas, que en la actividad en sí misma, lo que ha elevado aún más la confusión” (Azucena Couceiro).
Respecto a esto, en 2011, el bioético Diego Gracia decía lo siguiente: “afortunadamente hoy ya no es así, pero en sus comienzos hubo en los cuidados paliativos un cierto fundamentalismo, que veía en ellos el modo de luchar contra la eutanasia. Eso es adulterar su esencia. Los paliativos aportan valor por sí mismos y no pueden verse como reacciones ante nada”.
Finalmente, las Leyes de muerte digna de Andalucía (2010), Navarra y Aragón (2011), Galicia, Canarias y Baleares (2015), País Vasco (2016), Madrid (2017), Asturias y Valencia (2018), así como los Estatutos de Autonomía de otros territorios, reconocen el derecho de toda persona al alivio de su sufrimiento mediante CP, pero todavía no ha existido voluntad política para desarrollar un modelo coherente en todas las CCAA, basado en la atención primaria, para que esto sea así.
CP en Madrid: 2018. Ver presentación.
Historia de Luis de Marcos (8/2017):