Cuando el médico y la enfermera llegaron a su casa para ayudarle a morir, se encontraron con unas 35 personas reunidas alrededor de su cama.
El médico contaba: "era un bullicio en el que unos bebían y otros reían o lloraban, y pensé ¿Cómo hago para que haya un poco de calma?
Pero el hombre, enfermo terminal de cáncer, lo sabía perfectamente. De repente dijo: ¡Está bien, chicos! y todos entendieron. Todos callaron. Los niños pequeños salieron y le puse su inyección. Podría haberle besado, pero no sabía cómo terminar esa ceremonia".
Este médico holandés forma parte del Grupo de Expertos en Eutanasia, que en 2017 ayudó a morir a 750 personas. Para él, que estudió filosofía antes que medicina, la eutanasia representa una nueva era. “Por primera vez en la historia hemos desarrollado un espacio donde las personas se acercan a la muerte mientras las tocamos y están en medio de nosotros. Eso es completamente diferente a suicidarse cuando tu esposa sale de compras y los niños están en la escuela y te ahorcas, que es la forma más horrible de hacerlo, porque la herida nunca sana. El hecho de que seas una persona significa que estás vinculado a otras personas. Y hemos encontrado una forma soportable de cortar ese vínculo, no por una muerte natural, sino por un final voluntario. Es una cosa muy especial”.
Este testimonio aparece en un largo reportaje publicado por The Guardian en 2019 bastante tendencioso (por eso lo citan algunos fundamentalistas). Como explicaré, el autor interpreta algunos datos como le parece y eso está feo.
El médico contaba: "era un bullicio en el que unos bebían y otros reían o lloraban, y pensé ¿Cómo hago para que haya un poco de calma?
Pero el hombre, enfermo terminal de cáncer, lo sabía perfectamente. De repente dijo: ¡Está bien, chicos! y todos entendieron. Todos callaron. Los niños pequeños salieron y le puse su inyección. Podría haberle besado, pero no sabía cómo terminar esa ceremonia".
Este médico holandés forma parte del Grupo de Expertos en Eutanasia, que en 2017 ayudó a morir a 750 personas. Para él, que estudió filosofía antes que medicina, la eutanasia representa una nueva era. “Por primera vez en la historia hemos desarrollado un espacio donde las personas se acercan a la muerte mientras las tocamos y están en medio de nosotros. Eso es completamente diferente a suicidarse cuando tu esposa sale de compras y los niños están en la escuela y te ahorcas, que es la forma más horrible de hacerlo, porque la herida nunca sana. El hecho de que seas una persona significa que estás vinculado a otras personas. Y hemos encontrado una forma soportable de cortar ese vínculo, no por una muerte natural, sino por un final voluntario. Es una cosa muy especial”.
Este testimonio aparece en un largo reportaje publicado por The Guardian en 2019 bastante tendencioso (por eso lo citan algunos fundamentalistas). Como explicaré, el autor interpreta algunos datos como le parece y eso está feo.
El médico del testimonio, recientemente jubilado, llevó a cabo su primera eutanasia en 1984. En aquel entonces trabajaba en una residencia de ancianos. La eutanasia era ilegal. Cuando un señor mayor, de oficio zapatero, que se estaba muriendo de cáncer de pulmón, pidió que lo sacaran de su miseria, descubrió que dos lados de sí mismo, el médico respetuoso de la ley y el altruista, estaban en desacuerdo.
"No tenía dolor, pero sí esa debilidad extrema que todo oncólogo conoce, un agotamiento desgarrador, y lo vi menguar delante de mí". Para él, que los 11 años vio a su madre sufrir una muerte insoportable por enfermedad hepática, fue un acto altruista. Inyectó 40 mg de Valium, lo suficiente como para provocarle un coma, y luego le dio un medicamento que acabó con su vida.
¿Qué le había llevado a violar la ley y el principio de la preservación de la vida, que ha definido la ética médica desde Hipócrates? "Fue algo muy egoísta. Si alguna vez estuviese en su situación, pidiendo la muerte, me gustaría que la gente me escuchara y no dijera: No se puede hacer porque lo dice la ley o la Biblia”.
Volviendo al reportaje, para sembrar dudas sobre la ley de eutanasia en Países Bajos, recurre (cómo no) a Theo Boer, ya conocido en este blog, para sostener la famosa falacia de la pendiente resbaladiza (the winter is comming), por dos razones: el aumento del número de eutanasias y la menor exigencia de los requisitos.
Es evidente que el número de eutanasias no tiene nada que ver con el supuesto abuso de la ley que sostiene la pendiente resbaladiza (de la muerte voluntaria al homicidio), sino con la mayor difusión entre la población y formación entre profesionales. Afirmar que en 2017 en los Países Bajos más de una cuarta parte de todas las muertes (32 mil) fueron inducidas es una barbaridad, porque una cosa es que se adelante la muerte por retirar un tratamiento o iniciar una sedación, y otra la eutanasia. Otro “lapsus” en bandeja para que lo expandan como fake news los integristas (con el marchamo de ser escrita en The Guardian, en inglés, que es más cool).
Por otra parte, los requisitos siguen siendo los mismos desde 2002. Que en el imaginario colectivo la imagen de la eutanasia se asocie a la enfermedad terminal (el 90% de los casos), no significa que la ley no permita abordar casos mucho más complejos, como el sufrimiento de origen psicológico. Los casos más conflictivos aumentan, siguen siendo una excepcionalidad inferior al 3%, dentro de otra como es la eutanasia (4% de fallecimientos), pero ese no es el punto, sino si la ley ofrece suficientes garantías. Si aumentan es porque los médicos, psicólogas y psiquiatras, aprenden con la experiencia a evaluar mejor el sufrimiento intolerable, incluyendo la tragedia de una persona joven que desea morir.
De hecho, el artículo cuenta el caso de un joven de 38 años que murió de forma asistida a cuya familia una mujer, cuya hija había salido un día a llevar unas botellas vacías a la tienda, y se arrojó delante de un tren, les dijo: “Os envidio. Yo no sé por qué lo hizo. Vosotros pudisteis hablar con vuestro hijo. Yo ahora solo tengo preguntas”.
Su muerte no traumatizó a ningún conductor de tren, ni a nadie que durante el fin de semana pescaba en un canal. Murió después de mucho pensar y discutir con su familia. Se divirtió mucho con el empresario de pompas fúnebres que había venido a tomar sus medidas para un ataúd de gran tamaño. Pudo despedirse de todos los que lo amaban y murió en paz. Si existe una palabra para este tipo de suicidio, aceptable para todas las partes, es consenso.
Según el autor, el médico del Grupo de Expertos en Eutanasia afirma que existe una pendiente resbaladiza, pero no es cierto. A lo que se refiere no es al homicidio, sino a que ahora se acepta estudiar peticiones de muerte voluntaria que anteriormente se rechazaban por la falta de experiencia para abordar su extrema complejidad.
También pone en duda los requisitos en el caso de la demencia, donde efectivamente se da una situación paradójica: "es imposible establecer que el paciente sufre insoportablemente, porque ya no puede explicarlo". Pues sí, esa es la complejidad de la muerte voluntaria decidida en un testamento vital, la “subordinación de un ser humano irracional a su ser racional anterior”. Precisamente eso, es respetar su dignidad, y si una persona tiene sus dudas, pues basta con que no solicite la eutanasia en su testamento vital.
Afortunadamente, en el caso judicial que menciona, los profesionales fueron absueltos. El autor no lo sabía, pero la afirmación de que la escena “debía de haber sido de una tristeza indescriptible” es poco respetuosa con la familia, presente durante el fallecimiento y eternamente agradecida a la médica que respetó la voluntad de morir de esa mujer demenciada.
También menciona un caso curioso, como el caso de un señor al que su madre no comunicó su decisión de morir. En lugar de dudar sobre la gravedad de sus dolencias o si fingía su sufrimiento, la pregunta debería ser: ¿Qué tipo de relación tiene una persona con su madre para que ella no desee compartir su decisión de morir?
Por supuesto, también habla de la muerte voluntaria por “vida completa”, es decir, de personas mayores hartas de vivir (tema ya aclarado en este blog), con una nota final de mal gusto al afirmar que “en la práctica las personas no están dispuestas a quitarse la vida. En lugar de beber el veneno o abrir el goteo, el 95% de los solicitantes de eutanasia pide a un médico que los ayude. En una sociedad que alardea de su rechazo a las figuras de autoridad establecidas, cuando se trata de la muerte, todos preguntan por mamá.” En fin, después de tantas vueltas, sus propios prejuicios le impiden entender en qué consiste la muerte asistida. Tiempo habrá...
Leer más sobre eutanasia y testimonios de médic@s sobre eutanasia
"No tenía dolor, pero sí esa debilidad extrema que todo oncólogo conoce, un agotamiento desgarrador, y lo vi menguar delante de mí". Para él, que los 11 años vio a su madre sufrir una muerte insoportable por enfermedad hepática, fue un acto altruista. Inyectó 40 mg de Valium, lo suficiente como para provocarle un coma, y luego le dio un medicamento que acabó con su vida.
¿Qué le había llevado a violar la ley y el principio de la preservación de la vida, que ha definido la ética médica desde Hipócrates? "Fue algo muy egoísta. Si alguna vez estuviese en su situación, pidiendo la muerte, me gustaría que la gente me escuchara y no dijera: No se puede hacer porque lo dice la ley o la Biblia”.
Volviendo al reportaje, para sembrar dudas sobre la ley de eutanasia en Países Bajos, recurre (cómo no) a Theo Boer, ya conocido en este blog, para sostener la famosa falacia de la pendiente resbaladiza (the winter is comming), por dos razones: el aumento del número de eutanasias y la menor exigencia de los requisitos.
Es evidente que el número de eutanasias no tiene nada que ver con el supuesto abuso de la ley que sostiene la pendiente resbaladiza (de la muerte voluntaria al homicidio), sino con la mayor difusión entre la población y formación entre profesionales. Afirmar que en 2017 en los Países Bajos más de una cuarta parte de todas las muertes (32 mil) fueron inducidas es una barbaridad, porque una cosa es que se adelante la muerte por retirar un tratamiento o iniciar una sedación, y otra la eutanasia. Otro “lapsus” en bandeja para que lo expandan como fake news los integristas (con el marchamo de ser escrita en The Guardian, en inglés, que es más cool).
Por otra parte, los requisitos siguen siendo los mismos desde 2002. Que en el imaginario colectivo la imagen de la eutanasia se asocie a la enfermedad terminal (el 90% de los casos), no significa que la ley no permita abordar casos mucho más complejos, como el sufrimiento de origen psicológico. Los casos más conflictivos aumentan, siguen siendo una excepcionalidad inferior al 3%, dentro de otra como es la eutanasia (4% de fallecimientos), pero ese no es el punto, sino si la ley ofrece suficientes garantías. Si aumentan es porque los médicos, psicólogas y psiquiatras, aprenden con la experiencia a evaluar mejor el sufrimiento intolerable, incluyendo la tragedia de una persona joven que desea morir.
De hecho, el artículo cuenta el caso de un joven de 38 años que murió de forma asistida a cuya familia una mujer, cuya hija había salido un día a llevar unas botellas vacías a la tienda, y se arrojó delante de un tren, les dijo: “Os envidio. Yo no sé por qué lo hizo. Vosotros pudisteis hablar con vuestro hijo. Yo ahora solo tengo preguntas”.
Su muerte no traumatizó a ningún conductor de tren, ni a nadie que durante el fin de semana pescaba en un canal. Murió después de mucho pensar y discutir con su familia. Se divirtió mucho con el empresario de pompas fúnebres que había venido a tomar sus medidas para un ataúd de gran tamaño. Pudo despedirse de todos los que lo amaban y murió en paz. Si existe una palabra para este tipo de suicidio, aceptable para todas las partes, es consenso.
Según el autor, el médico del Grupo de Expertos en Eutanasia afirma que existe una pendiente resbaladiza, pero no es cierto. A lo que se refiere no es al homicidio, sino a que ahora se acepta estudiar peticiones de muerte voluntaria que anteriormente se rechazaban por la falta de experiencia para abordar su extrema complejidad.
También pone en duda los requisitos en el caso de la demencia, donde efectivamente se da una situación paradójica: "es imposible establecer que el paciente sufre insoportablemente, porque ya no puede explicarlo". Pues sí, esa es la complejidad de la muerte voluntaria decidida en un testamento vital, la “subordinación de un ser humano irracional a su ser racional anterior”. Precisamente eso, es respetar su dignidad, y si una persona tiene sus dudas, pues basta con que no solicite la eutanasia en su testamento vital.
Afortunadamente, en el caso judicial que menciona, los profesionales fueron absueltos. El autor no lo sabía, pero la afirmación de que la escena “debía de haber sido de una tristeza indescriptible” es poco respetuosa con la familia, presente durante el fallecimiento y eternamente agradecida a la médica que respetó la voluntad de morir de esa mujer demenciada.
También menciona un caso curioso, como el caso de un señor al que su madre no comunicó su decisión de morir. En lugar de dudar sobre la gravedad de sus dolencias o si fingía su sufrimiento, la pregunta debería ser: ¿Qué tipo de relación tiene una persona con su madre para que ella no desee compartir su decisión de morir?
Por supuesto, también habla de la muerte voluntaria por “vida completa”, es decir, de personas mayores hartas de vivir (tema ya aclarado en este blog), con una nota final de mal gusto al afirmar que “en la práctica las personas no están dispuestas a quitarse la vida. En lugar de beber el veneno o abrir el goteo, el 95% de los solicitantes de eutanasia pide a un médico que los ayude. En una sociedad que alardea de su rechazo a las figuras de autoridad establecidas, cuando se trata de la muerte, todos preguntan por mamá.” En fin, después de tantas vueltas, sus propios prejuicios le impiden entender en qué consiste la muerte asistida. Tiempo habrá...
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