En el coloquio Eutanasia y paliativos: un diálogo necesario, se expresó el deseo de que la eutanasia, poco a poco, vaya siendo admitida como un acto médico más, una opción complementaria, por los equipos de cuidados paliativos (CP).
En otros países, el 81% de las personas que optaron por una muerte asistida recibieron CP. ¿Cómo se relacionan los CP y la muerte asistida? En una revisión sistemática publicada en 2019 (5.778 artículos, 105 revisados y 16 seleccionados) los autores concluyeron que existen varios tipos de relación.
El país más interesante es Bélgica, donde se considera que los CP son integrales cuando integran la eutanasia en su práctica clínica. Probablemente, Países Bajos esté en una situación parecida, pero no hay publicaciones sobre ello. Canadá está empezando y todavía tiene mucho camino por recorrer. Y por último, en Suiza y EEUU, el concepto de asistencia a la muerte es más bien una cooperación (prescribir una medicación), que no es comparable con estos países, ni con España, porque el médico no tiene que estar presente durante el trance de morir.
Hay muchas preguntas a resolver en un futuro próximo: ¿Cómo afecta la eutanasia a los CP? ¿Qué ocurrirá con las instituciones confesionales que se opongan? ¿Qué pasará cuando la evidencia demuestre que los CP son más y son mejores cuando integran la opción de una muerte asistida?
En otros países, el 81% de las personas que optaron por una muerte asistida recibieron CP. ¿Cómo se relacionan los CP y la muerte asistida? En una revisión sistemática publicada en 2019 (5.778 artículos, 105 revisados y 16 seleccionados) los autores concluyeron que existen varios tipos de relación.
El país más interesante es Bélgica, donde se considera que los CP son integrales cuando integran la eutanasia en su práctica clínica. Probablemente, Países Bajos esté en una situación parecida, pero no hay publicaciones sobre ello. Canadá está empezando y todavía tiene mucho camino por recorrer. Y por último, en Suiza y EEUU, el concepto de asistencia a la muerte es más bien una cooperación (prescribir una medicación), que no es comparable con estos países, ni con España, porque el médico no tiene que estar presente durante el trance de morir.
Hay muchas preguntas a resolver en un futuro próximo: ¿Cómo afecta la eutanasia a los CP? ¿Qué ocurrirá con las instituciones confesionales que se opongan? ¿Qué pasará cuando la evidencia demuestre que los CP son más y son mejores cuando integran la opción de una muerte asistida?
La situación ideal es Bélgica, donde la eutanasia se despenalizó con el apoyo de muchas asociaciones médicas y de CP (como la Federatie Palliatieve Zorg Vlaanderen). Existe ya una sobrada evidencia que demuestra que los CP y la muerte asistida no son excluyentes, sino que coexisten de forma sinérgica, con una vinculación ética, profesional, política y financiera. Los CP son una oferta asistencial accesible para todos, que se considera integral cuando integra la opción de la eutanasia (ver: los CP y la eutanasia van de la mano).
Los equipos de CP intervienen en la mayoría de los casos de eutanasia. Según un estudio, el 71% de las personas que solicitaron la eutanasia en Bélgica recibían CP, y los paliativistas participaron en la toma de decisiones o en la eutanasia en el 60% de los casos. Son profesionales con experiencia en conversaciones difíciles sobre la muerte, preparados para evaluar el sufrimiento y acompañar a las personas que solicitan la muerte asistida. A todos los médicos se les oferta formación en CP, ninguno es obligado a aceptar una solicitud de eutanasia y además tienen derecho a la objeción de conciencia.
En los Países Bajos, según la perspectiva de los médicos generales, promover la reflexión sobre las decisiones al final de la vida es en sí una medida paliativa, incluso cuando se trata del deseo de morir con una eutanasia. En este país los CP se han integrado en la práctica general, situándose junto a Bélgica y Reino Unido entre los tres países europeos con mayor desarrollo paliativo, pero ningún estudio aborda la relación entre muerte asistida y CP.
En Canadá muchos médicos de CP se oponen a la ley de muerte asistida. La experiencia muestra que estas leyes necesitan varios años para su desarrollo. Todavía, ni los CP, ni la muerte asistida, están accesibles en todo el país. Según un trabajo realizado en Toronto sobre CP domiciliarios, algunos médicos accedieron a participar en todos los aspectos de la muerte asistida, otros a realizar evaluaciones pero no a administrar los medicamentos letales, y otros no aceptaron participar en ningún aspecto. Los objetores de conciencia cumplieron con su obligación de transferir el caso a otro médico.
Otro estudio canadiense de 2020 (posterior a la revisión), con las opiniones de 13 médicos y 10 enfermeras de CP, concluye que existen 6 aspectos negativos de la muerte asistida. Algunos se deben a cómo se interpreta un texto legal que es claramente mejorable. Por ejemplo, la exigencia de que la persona otorgue su consentimiento antes de la eutanasia no debería ser un obstáculo para tratar los síntomas con medicación que provoque confusión (como morfina y derivados), ni para retrasar la fecha, por la angustia de perder sus facultades mentales. Bastaría el compromiso del profesional de que respetará su voluntad, certificada de forma clara y rotunda en todo el proceso deliberativo, restando protagonismo al consentimiento previo a la eutanasia, sustituyéndolo si fuera necesario por el testamento vital.
La pérdida de confianza en un profesional que rechaza la muerte asistida por parte de una persona que desea contar con la opción de una eutanasia es lógica ("te respeto, excepto si decides adelantar su muerte" es difícil de sostener). Es curiosa la afirmación de que “muchos participantes no deseaban ser identificados como objetores de conciencia, para evitar una estigmatización que complique su relación con los pacientes”. Daría para otro estudio.
Otros aspectos señalados, como las tensiones en las relaciones entre los pacientes que solicitan la muerte asistida y los familiares que no aceptan su decisión (un conflicto que también ocurre con el rechazo de tratamiento), el impacto emocional sobre los profesionales “que se añade a los enormes desafíos existenciales y afectivos intrínsecos de los CP” (más bien sería sobre sus creencias personales), o el uso de recursos de CP en la preparación de la muerte asistida (como si esa otra forma más de ayudar a morir no mereciera asistencia), no son problemas, sino retos que se deben afrontar con profesionalidad.
La revisión también recoge estudios realizados en Suiza y EEUU.
En Suiza un médico debe examinar al paciente y escribir la prescripción letal, pero el suicidio asistido es gestionado por organizaciones por el derecho a morir, que suministran la medicación y acompañan en el trance de morir, sin que sea necesaria la presencia del médico. En un trabajo, el 8% de los médicos de CP habían practicado el suicidio asistido, muchos los consideran una herramienta de los CP, pero la mayoría cree que es responsabilidad del paciente ponerse en contacto con organizaciones de derecho a morir y entienden que no es su función intervenir o prevenir el suicidio.
En los EEUU (California, Colorado, Distrito de Colombia, Hawai, Maine, Nueva Jersey, Oregón, Vermont, Washington y Montana) los médicos tampoco están obligados a estar presentes en el momento de la muerte del paciente. Su función se limita a prescribir una medicación letal a una persona competente con un pronóstico de vida de seis meses, que ella misma comprará en la farmacia y se la tomará, o no, cuando decida. En general, no hay una política clara y coherente sobre la muerte asistida, que en realidad es la menos asistida que existe. Por eso, muchas enfermeras y trabajadoras sociales de CP creen que la muerte asistida debería integrarse como parte del cuidado de los hospices, pero todavía es demasiado conflictiva para eso.
Es evidente que los modelos de muerte asistida de Suiza y EEUU no son comparables con Benelux, Canadá y España y que pocas lecciones prácticas se podrán aplicar porque en muchos casos la relación asistencial prácticamente no existe.
Para terminar, la revisión hace un comentario interesante, que es un aviso a navegantes. Según la OMS los CP no aceleran ni posponen la muerte y la mayoría de las asociaciones de CP del mundo se oponen a la muerte asistida. Esta oposición se basa en creencias basadas en principios, que no requieren evidencia de su veracidad, es decir, que la muerte asistida es moralmente incorrecta (o quizás no, pero mejor fuera de los CP).
Pero existe un sector crítico, probablemente mayoritario, que piensa que la función de estas asociaciones es promover los CP y no ser utilizadas por algunos para difundir su posición personal contra la muerte asistida y tratar de influir en la opinión pública.
Además, en el Estado español, miles de médicas y enfermeras de atención primaria, que no pertenecen a ninguna asociación de CP, aseguran una buena muerte a sus pacientes, en sus domicilios, con un enfoque paliativo. Es ahí, en el contexto de una relación médico paciente de confianza, donde la muerte voluntaria es una decisión más al final de la vida, que no escandaliza a nadie.
Los equipos de CP intervienen en la mayoría de los casos de eutanasia. Según un estudio, el 71% de las personas que solicitaron la eutanasia en Bélgica recibían CP, y los paliativistas participaron en la toma de decisiones o en la eutanasia en el 60% de los casos. Son profesionales con experiencia en conversaciones difíciles sobre la muerte, preparados para evaluar el sufrimiento y acompañar a las personas que solicitan la muerte asistida. A todos los médicos se les oferta formación en CP, ninguno es obligado a aceptar una solicitud de eutanasia y además tienen derecho a la objeción de conciencia.
En los Países Bajos, según la perspectiva de los médicos generales, promover la reflexión sobre las decisiones al final de la vida es en sí una medida paliativa, incluso cuando se trata del deseo de morir con una eutanasia. En este país los CP se han integrado en la práctica general, situándose junto a Bélgica y Reino Unido entre los tres países europeos con mayor desarrollo paliativo, pero ningún estudio aborda la relación entre muerte asistida y CP.
En Canadá muchos médicos de CP se oponen a la ley de muerte asistida. La experiencia muestra que estas leyes necesitan varios años para su desarrollo. Todavía, ni los CP, ni la muerte asistida, están accesibles en todo el país. Según un trabajo realizado en Toronto sobre CP domiciliarios, algunos médicos accedieron a participar en todos los aspectos de la muerte asistida, otros a realizar evaluaciones pero no a administrar los medicamentos letales, y otros no aceptaron participar en ningún aspecto. Los objetores de conciencia cumplieron con su obligación de transferir el caso a otro médico.
Otro estudio canadiense de 2020 (posterior a la revisión), con las opiniones de 13 médicos y 10 enfermeras de CP, concluye que existen 6 aspectos negativos de la muerte asistida. Algunos se deben a cómo se interpreta un texto legal que es claramente mejorable. Por ejemplo, la exigencia de que la persona otorgue su consentimiento antes de la eutanasia no debería ser un obstáculo para tratar los síntomas con medicación que provoque confusión (como morfina y derivados), ni para retrasar la fecha, por la angustia de perder sus facultades mentales. Bastaría el compromiso del profesional de que respetará su voluntad, certificada de forma clara y rotunda en todo el proceso deliberativo, restando protagonismo al consentimiento previo a la eutanasia, sustituyéndolo si fuera necesario por el testamento vital.
La pérdida de confianza en un profesional que rechaza la muerte asistida por parte de una persona que desea contar con la opción de una eutanasia es lógica ("te respeto, excepto si decides adelantar su muerte" es difícil de sostener). Es curiosa la afirmación de que “muchos participantes no deseaban ser identificados como objetores de conciencia, para evitar una estigmatización que complique su relación con los pacientes”. Daría para otro estudio.
Otros aspectos señalados, como las tensiones en las relaciones entre los pacientes que solicitan la muerte asistida y los familiares que no aceptan su decisión (un conflicto que también ocurre con el rechazo de tratamiento), el impacto emocional sobre los profesionales “que se añade a los enormes desafíos existenciales y afectivos intrínsecos de los CP” (más bien sería sobre sus creencias personales), o el uso de recursos de CP en la preparación de la muerte asistida (como si esa otra forma más de ayudar a morir no mereciera asistencia), no son problemas, sino retos que se deben afrontar con profesionalidad.
La revisión también recoge estudios realizados en Suiza y EEUU.
En Suiza un médico debe examinar al paciente y escribir la prescripción letal, pero el suicidio asistido es gestionado por organizaciones por el derecho a morir, que suministran la medicación y acompañan en el trance de morir, sin que sea necesaria la presencia del médico. En un trabajo, el 8% de los médicos de CP habían practicado el suicidio asistido, muchos los consideran una herramienta de los CP, pero la mayoría cree que es responsabilidad del paciente ponerse en contacto con organizaciones de derecho a morir y entienden que no es su función intervenir o prevenir el suicidio.
En los EEUU (California, Colorado, Distrito de Colombia, Hawai, Maine, Nueva Jersey, Oregón, Vermont, Washington y Montana) los médicos tampoco están obligados a estar presentes en el momento de la muerte del paciente. Su función se limita a prescribir una medicación letal a una persona competente con un pronóstico de vida de seis meses, que ella misma comprará en la farmacia y se la tomará, o no, cuando decida. En general, no hay una política clara y coherente sobre la muerte asistida, que en realidad es la menos asistida que existe. Por eso, muchas enfermeras y trabajadoras sociales de CP creen que la muerte asistida debería integrarse como parte del cuidado de los hospices, pero todavía es demasiado conflictiva para eso.
Es evidente que los modelos de muerte asistida de Suiza y EEUU no son comparables con Benelux, Canadá y España y que pocas lecciones prácticas se podrán aplicar porque en muchos casos la relación asistencial prácticamente no existe.
Para terminar, la revisión hace un comentario interesante, que es un aviso a navegantes. Según la OMS los CP no aceleran ni posponen la muerte y la mayoría de las asociaciones de CP del mundo se oponen a la muerte asistida. Esta oposición se basa en creencias basadas en principios, que no requieren evidencia de su veracidad, es decir, que la muerte asistida es moralmente incorrecta (o quizás no, pero mejor fuera de los CP).
Pero existe un sector crítico, probablemente mayoritario, que piensa que la función de estas asociaciones es promover los CP y no ser utilizadas por algunos para difundir su posición personal contra la muerte asistida y tratar de influir en la opinión pública.
Además, en el Estado español, miles de médicas y enfermeras de atención primaria, que no pertenecen a ninguna asociación de CP, aseguran una buena muerte a sus pacientes, en sus domicilios, con un enfoque paliativo. Es ahí, en el contexto de una relación médico paciente de confianza, donde la muerte voluntaria es una decisión más al final de la vida, que no escandaliza a nadie.