Siguiendo la estela integrista (ver falacias y disparates del Comité de Bioética de España), la Organización Médica Colegial ha actualizado su Guía de Sedación Paliativa, cuya única aportación es la sedación por sufrimiento existencial: “el sentimiento de que la propia vida está vacía o carente de sentido, con un sufrimiento percibido por la persona enferma como insoportable, de manera que algunos pacientes desean la muerte como salida de una vida que se experimenta como algo muy penoso y sin sentido”. Efectivamente, como dice el documento, ese es el paradigma de la eutanasia.
Tras reconocer que “el sufrimiento existencial se desliza en la borrosa línea divisoria que separa la esfera biomédica de otras situaciones vitales de la persona que generan gran sufrimiento, como ocurre en las crisis sentimentales, económicas, etc.” (los ejemplos son lamentables), el documento dice que “en estos casos, estaría indicada la sedación provisional, transitoria o intermitente, que podría llegar a ser definitiva o irreversible cuando estuviéramos ante pacientes en situación de agonía”, “de tal manera que la refractariedad del síntoma se pueda definir con profesionalidad”. ¿En serio? ¿Es una broma macabra?
¡Menuda propuesta! Se supone que le enfoque paliativo es integral, es decir, que borra las fronteras entre lo bio y lo demás (psico-social y espiritual). Sin embargo, arrambla con todo eso para olvidarse de la complejidad de la persona y colocar en el centro a “la refractariedad del síntoma”, eso sí, con “profesionalidad”.
Los autores del documento tratan de sorber y soplar a la vez. Y eso es imposible. Como ya se ha dicho, no se puede plantear la sedación como solución al deseo de morir y a la vez afirmar que los paliativos ni aceleran, ni retrasan la muerte. ¡Y es rotundamente falso que la medicina no adelante la muerte! Lo hace de forma cotidiana y lo hace bien, como parte de una buena práctica.
Ya lo vimos hace años, a propósito de la sedación a demanda de Jose Luis, un enfermo terminal que dio su testimonio en los medios de comunicación y que ya comentamos en este blog. Se escandalizaron diciendo ¿Por qué lo llamas eutanasia, si quieres decir sedación paliativa? ¡Cuidado, cuidado! Aclaremos términos, eso no es una sedación, decían. O esos otros inquisidores que, sin conocer la paciente, se permitían afirmar que en ese caso la eutanasia se disfrazaba de sedación. Al menos ahora ya han abandonado el discurso del principio del doble efecto. Algo es algo, sólo les falta ser más honestos y reconocer que, además de los trámites legales, en muchos casos la diferencia entre una sedación a demanda y una eutanasia es una cuestión de horas.
Como el perro del hortelano, que ni come, ni deja comer, algunos de los que no están dispuestos a ayudar a morir, pretenden que nadie lo haga. Menudo suplicio. Tienen altavoces, y hay ingentes sumas de dinero financiando grupos integristas, pero no tienen argumentos. La eutanasia ya es un derecho. Esperemos que podamos superar de una vez el discurso absurdo de la intención y pongamos en el centro la libertad.
¡Menuda propuesta! Se supone que le enfoque paliativo es integral, es decir, que borra las fronteras entre lo bio y lo demás (psico-social y espiritual). Sin embargo, arrambla con todo eso para olvidarse de la complejidad de la persona y colocar en el centro a “la refractariedad del síntoma”, eso sí, con “profesionalidad”.
Los autores del documento tratan de sorber y soplar a la vez. Y eso es imposible. Como ya se ha dicho, no se puede plantear la sedación como solución al deseo de morir y a la vez afirmar que los paliativos ni aceleran, ni retrasan la muerte. ¡Y es rotundamente falso que la medicina no adelante la muerte! Lo hace de forma cotidiana y lo hace bien, como parte de una buena práctica.
Ya lo vimos hace años, a propósito de la sedación a demanda de Jose Luis, un enfermo terminal que dio su testimonio en los medios de comunicación y que ya comentamos en este blog. Se escandalizaron diciendo ¿Por qué lo llamas eutanasia, si quieres decir sedación paliativa? ¡Cuidado, cuidado! Aclaremos términos, eso no es una sedación, decían. O esos otros inquisidores que, sin conocer la paciente, se permitían afirmar que en ese caso la eutanasia se disfrazaba de sedación. Al menos ahora ya han abandonado el discurso del principio del doble efecto. Algo es algo, sólo les falta ser más honestos y reconocer que, además de los trámites legales, en muchos casos la diferencia entre una sedación a demanda y una eutanasia es una cuestión de horas.
Como el perro del hortelano, que ni come, ni deja comer, algunos de los que no están dispuestos a ayudar a morir, pretenden que nadie lo haga. Menudo suplicio. Tienen altavoces, y hay ingentes sumas de dinero financiando grupos integristas, pero no tienen argumentos. La eutanasia ya es un derecho. Esperemos que podamos superar de una vez el discurso absurdo de la intención y pongamos en el centro la libertad.