- Las epidemias siempre han existido
- Hay que estar preparados (mentalmente, al menos) para lo peor
- ¿Cómo actuar?
- No hay que menospreciar las consecuencias de la epidemia sobre las vidas de la gente
- La vida sigue
En un magnífico artículo, publicado en la revista The Conversation, dos historiadores nos recuerdan que la historia puede arrojar mucha luz sobre nuestro presente, y señalan cinco lecciones de la historia:
0 Comentarios
Para Naomi Klein (La doctrina del shock), el capitalismo de la catástrofe es la estrategia política de utilizar las crisis a gran escala para impulsar políticas que sistemáticamente aumentan la desigualdad, enriquecen a las elites y debilitan a todos los demás. Los momentos de crisis son su oportunidad para impulsar políticas impopulares.
Cuando las personas están demasiado angustiadas y centradas en las emergencias diarias de sobrevivir a una crisis, tienden a confiar demasiado en el poder. Tenemos que mirar más allá de las cifras del Covid y estar alerta ante las políticas que atacan el bien común. Ante la profunda crisis ecológica, el cambio climático, es la habitabilidad del planeta lo que se está sacrificando. Es por eso que debemos pensar qué tipo de respuesta vamos a exigir, y esta tiene que estar basada en los principios de una economía verdaderamente regenerativa, basada en el cuidado y la reparación. Cuando la gente habla sobre cuándo las cosas volverán a la normalidad, debemos recordar que la normalidad era una inmensa crisis. Es necesaria una transformación masiva hacia una economía basada en la protección de la vida, en fortalecer los lazos que nos unen en comunidad, porque estamos mucho más interconectados entre nosotros de lo que nuestro brutal sistema económico quiere hacernos creer. Abramos los ojos y desarrollemos nuevas herramientas para la desobediencia civil que nos permitan actuar a distancia, luchemos para que como sociedad construyamos un sistema con sanidad pública, escuela infantil universal y baja por enfermedad retribuida. La normalidad no es un lugar al que podamos volver: es un lugar que tenemos que construir juntos y un lugar por el que tenemos que luchar. El foro profesional SIAP COVID-19 ha publicado un documento con testimonios estremecedores, que muestran el sufrimiento evitable que muchísimas personas están padeciendo en esta pandemia. Por ejemplo, los trabajadores del campo, que viven en asentamientos, a los que hemos tratado “como ratas”, sin informales de nada (Médicos del Mundo). O las personas con niños y niñas, a las que después de someter a un confinamiento desproporcionadamente duro, no pueden aislarse en su domicilio porque tienen que acudir a las colas del hambre a por comida. O las personas mayores que viven en residencias, inmersas una distopía brutal, inaceptable desde todos los puntos de vista. Hablamos de personas mayores que llevan seis meses (!!) encerradas en su habitación, en residencias que se han convertido en cárceles con un número inadmisible de celdas de aislamiento. A las que no se les permite salir, ni siquiera para asistir al entierro de una hija, sin que existan motivos epidemiológicos que justifiquen que sean tratadas como ganado, pasando por encima de sus derechos fundamentales. Personas para las que acudir al hospital es una liberación, porque a pesar del deterioro evitable de su salud, al menos durante unos días abandonan su encarcelamiento y son acompañadas por sus familiares. Los motivos de ingreso son de juzgado de guardia: negligencias políticas por falta de recursos en las residencias. No somos objetos potencialmente contagiosos. ¿Cuándo hemos perdido la humanidad? El aislamiento de las personas mayores es un riesgo para la salud tan grave, o quizá más, que el Covid. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar y cuánto va a durar este disparate? Para colmo de males, en algunos territorios, aprovechando la pandemia se está provocando una voladura controlada de la atención primaria, que es la verdadera columna vertebral del sistema público de salud. Ya no estamos en medio del tsunami de marzo y abril. Ya no hay excusas para repetir los errores que provoca el miedo. La mayor parte de este sufrimiento, el de estas personas mayores y el resto de personas socialmente desfavorecidas, no se debe al Coronavirus, sino a la gestión de esta pandemia. ¡Ya basta! Como dice el texto, “podríamos aprender tantas cosas”… aquí para editar. Miles de personas mayores, las más vulnerables al Coronavirus, fueron literalmente abandonadas en sus residencias. Esta es la vergonzosa realidad que pone encima de la mesa un informe Médicos sin Fronteras. En España, el 69% de las muertes por Covid fueron personas mayores en residencias (27.359), que sufrieron el desamparo por una grave desatención en su asistencia sanitaria y sus cuidados, con una total desprotección del personal que los cuidaba. Magnífico artículo de José R. Loaissa, médico de urgencias en Navarra, sobre la pandemia, en el que expresa sus dudas sobre la eficacia de medidas drásticas que no se pueden mantener en el tiempo. Por ejemplo, el confinamiento de toda la población, en lugar de la protección de las personas más vulnerables (mayores y otras personas de riesgo). Necesitamos “abandonar una narrativa dirigida a mantener la psicosis social” y apoyar decididamente a las personas desfavorecidas. Necesitamos lanzar mensajes de tranquilidad razonablemente positivos, sin amedrentar informativamente a la población. De lo contrario, “las medidas de los gobiernos, y sus políticas comunicativas, pueden resultar más letales que el propio virus”. “Se inició la desescalada sin definir la “partitura” de la danza. Se toman medidas sin evidencia científica, como la mascarilla al aire libre, adecuada en un espacio cerrado, pero solo recomendable en la calle para las personas vulnerables. Pero su función no es evitar los contagios, sino “mantener la tensión social y el miedo, percepciones y sentimientos que nos están saliendo muy caros. El estrés genera enfermedad, y cuando es colectivo, sus repercusiones son muy graves” (quizás haya provocado ya más muertes que el Coronavirus en el ámbito comunitario). El Gobierno “ha abordado la pandemia imponiendo restricciones a relacionarse, abrazarse, divertirse, practicar el sexo, asistir a eventos placenteros, aprender del resto, o conocer nuevas experiencias. Se han eliminado interacciones esenciales para la vida humana que no pueden ser reemplazadas por la relaciones virtuales. Se defiende la vida contra la vida misma, una vida sin contenido, vacía, basada en la renuncia a la propia alegría de vivir, a las actividades que dan placer y sentido a la vida que hemos elegido libremente. Se propone un devenir biológico, en vez de la posibilidad de experimentar momentos en los que nos sentimos felices con nuestras elecciones y con nuestras decisiones responsables”. “Se ha fomentado la irracionalidad de la reacción visceral, y no se ha dejado espacio para el debate basado en los análisis objetivos y ponderados, cuando lo que la salud pública requiere son medidas equilibradas y que tomen en consideración la totalidad de los efectos en todas las áreas (sanitaria, social, económica). Todo esto ha dividido a la población entre la fidelidad a la “versión oficial” y quienes discrepan, sin posibilidad de un dialogo constructivo”. “La clave era proteger a la población vulnerable que ya estaba confinada, y no paralizar la vida económica y social. Aun así, las cifras no se acercan a las previsiones catastróficas de algunos “modelos”, en prácticamente ningún país, independientemente de las medidas adoptadas”. El Ministerio de Sanidad ha publicado el documento Manejo en domicilio de pacientes al final de la vida que requieran sedación paliativa en el contexto de la pandemia por COVID-19 (19/6/2020), que resumo:
¿Cuándo hay que sedar a una persona? Cuando su sufrimiento sea intolerable para ella (o si no se puede expresar, para su familia o allegados). La dificultad está en la deliberación del proceso de toma de decisiones: 1) Comprobar que la situación clínica provoca un sufrimiento irreversible. 2) Explorar los valores, las creencias y la voluntad de la persona: ¿Desea (ella o su representante) aliviar su sufrimiento con una sedación profunda y mantenida hasta su fallecimiento? 3) Inexistencia de otras medidas eficaces para aliviar su sufrimiento de forma satisfactoria para esa persona. La pandemia de la COVID-19 ha sido muy dura en residencias de personas mayores de algunos lugares del mundo, como la Comunidad de Madrid. Cabe preguntarse: ¿Se habrían muerto en el hospital? ¿Y si hubieran recibido una asistencia adecuada (oxígeno, hidratación y poco más) en su residencia? ¿Por qué murieron solas, sin testigos, sin compañía? Aun con los mismos fallecidos, ¿cuánto sufrimiento se podría haber evitado? La Covid en las residencias de Madrid: entre la ocultación y la negligencia. Llevarlos al hospital hubiera sido un error, pero abandonarlos ha sido una barbaridad.(Artículo publicado el 18/6/2020 por eldiario.es) "En mi unidad de cuidados intensivos nos hemos puesto la norma grabada a fuego de que nadie se va a morir solo y creo que si nosotros lo estamos haciendo lo puede hacer cualquiera. Para hacer eso hace falta informar a la familia y equipos de protección individual. El coronavirus no nos puede quitar nuestra humanidad, ni nuestra dignidad como seres humanos”. Esto lo decía el 16 de abril un médico intesivista, en un encuentro digital organizado por el grupo de profesionales que desde hace 6 años impulsan el Proyecto HU-CI (humanizando los cuidados intensivos, ver en 2 minutos). Ese día, según las cifras oficiales, fallecieron en España por Covid 551 personas, es decir, que todavía estábamos en medio del tsunami. Un mes después, @OriolMatadepera, escribía en twitter la dramática situación de su familia, reclamando, rogando, que les dejaran acompañar a su padre, ingresado desde hace mes y medio en un hospital, para hacerle llegar “el medicamento familiar, nuestro calor, nuestro amor, nuestra presencia, aquél que puede aportarle ganas de vivir y cambiar la situación clínica”. El discurso, más intuitivo, de la ciudadanía y el de los expertos, a la cabecera de la cama, coincide, pero las personas siguen muriendo solas. ¿Qué está pasando? Una vez superada la primera ola, ¿Por qué permanece el miedo y la deshumanización? El documento de DMD, llamado Covidecisiones, plantea como una opción alternativa al ingreso en el hospital, quedarse en casa. Frente al hospitalocentrismo del sistema sanitario (todos al hospital, más respiradores, más camas de UCI, más tratamientos que no han demostrado su eficacia…), con los datos de mortalidad hospitalaria por Covid, quedarse en casa no solo es la mejor opción para una muerte digna y acompañada, quizás también lo sea para la recuperación. En todo caso, es muy importante contar con la asistencia de un equipo de atención primaria (con oxígeno domiciliario) y el refuerzo de paliativos, por si la cosa va mal (o bien, según se mire). Algunos médicos de familia afirman (de forma intuitiva, porque no hay datos), que la mayoría de las personas ingresadas habrían evolucionado igual o mejor si se hubieran quedado en casa, evitando de paso el colapso hospitalario. Independientemente de si el Covid se comporta en el hospital de una forma más agresiva que en casa (que está por ver), incluso aunque la enfermedad evolucione mal, hay multitud de razones personales para quedarse en casa. |