En un artículo publicado en el BMJ, escrito con motivo de la encuesta del Colegio de Médicos de Reino Unido sobre la muerte asistida (por cierto, el 40% dijo estar a favor de una ley, el 21% que la BMA debería ser neutral y el 33% que debería mantener su oposición), Sandy Buchman, médico paliativista y presidente de la Asociación Médica Canadiense, explica por qué realiza la asistencia médica a morir. Para él, la ley de eutanasia de Canadá (2016) representó un cambio fundamental en el papel de la profesión médica, y en la comprensión de los médicos de lo que realmente significa aliviar sufrimiento de los pacientes. Como médico de cuidados paliativos me pregunté: ¿seré objetor de conciencia o realizaré la muerte medicamente asistida? A diferencia de otros países (como España, donde la mayoría de colegios profesionales se han autoexcluido del debate por su fundamentalismo), la Asociación Médica Canadiense adoptó en 2013 una postura neutral, que le permitió apoyar tanto a los objetores de conciencia como a los médicos dispuestos a ayudar a morir a sus pacientes. Estamos de celebración. Tal día como hoy, en diciembre de 1984, se registró la Asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD) en el Ministerio del Interior. Desde entonces hemos recorrido un largo camino para “defender el derecho de toda persona a disponer con libertad de su cuerpo y de su vida, y a elegir libre y legalmente el momento y los medios para finalizarla”. Ningún derecho civil ha concitado tanto apoyo entre la ciudadanía como la eutanasia, pero ha costado. Es obligado agradecer a las personas que de una forma altruista decidieron, en el peor momento de su vida, compartir su voluntad de morir. Una larga lista de nombres propios que le han puesto cara al sufrimiento, que nos han mostrado el absurdo de ser obligadas a vivir en contra de su voluntad, una vida para ellas sin sentido, sin dignidad, cuya biografía ya había terminado. Testimonios que nos hablan de miles de personas anónimas que desean disponer de esa puerta de emergencia que es la eutanasia, como única opción para liberarse de un sufrimiento intolerable y un deterioro irreversible. Gracias a Miguel Ángel Lerma, a Salvador Pániker, a Luis Montes y a todas las personas que han contribuido a esta causa. Y también a aquellos medios de comunicación que han sido buenos compañeros de viaje, a los que necesitamos, no solo para defender el derecho a morir, sino todos los derechos humanos. No es la ley que esperábamos. Nos hubiera gustado que desapareciera el delito de cooperación al suicidio, que incluyera a los menores y a las personas con un sufrimiento insoportable de origen psicológico por trastorno mental, con capacidad para decidir. Nos preocupa la verificación previa, trámites innecesarios que no hacen la ley más garantista que las de Bélgica o Países Bajos, donde en casi 20 años no ha habido ni un solo caso de homicidio, sino más farragosa. Habría sido mejor que la decisión de morir se tomara en el ámbito íntimo de una relación médico paciente de confianza y respeto mutuo, con un segundo médico y un control posterior. Aun así, esta ley es una muy buena noticia, un paso importante para acabar con el tabú de la muerte, para que cada persona sea protagonista de su proceso final, que nos sitúa junto a los países más avanzados. Una vez se apruebe la ley, queda todo por hacer. Es fundamental que las Comunidades Autónomas coloquen la eutanasia en su agenda y se comprometan en su desarrollo, que se difunda entre la población y se forme a los profesionales. Ahí estará DMD para exigir que se cumpla, como hasta ahora, con un amplio apoyo de la ciudadanía. Celebramos con alegría una ley que a la inmensa mayoría de personas nos hará más libres y más felices. Publicado en El País, 10/12/2020 Con el título ¿Por qué han fallado las Directivas Anticipadas en España? los autores de este artículo realizaron una búsqueda bibliográfica que tratara de responder a una afirmación basada en que sólo el 0,6% de la población española ha registrado su testamento vital (TV) y que su impacto en la práctica clínica es todavía muy bajo. Pocos profesionales han firmado su TV pero, a pesar de su escaso conocimiento, la mayoría creen que puede ser útil, tanto para ellos mismos como para los pacientes, y están a favor de promover su desarrollo. No así los autores, cuyas conclusiones son sorprendentes: el TV no ha cumplido su propósito y no es una herramienta útil para respetar las decisiones autónomas de los pacientes, por lo que debería ser sustituido por la planificación de decisiones anticipada (PDA) (otra vez). Ciertamente el TV no se ha difundido, pero los autores lo descalifican sin aportar ningún dato sobre lo que realmente importa: ¿Se respetan las voluntades anticipadas de las personas con TV? Todo indica que sí. Por ello, su conclusión es errónea y su propuesta un paso atrás. Nota (añadida en marzo 2022): Un estudio realizado en Catalunya concluye que el TV tiene una "fuerza performativa". Aquí la infografía del Observatori de la Mort. Según un artículo del editor de la revista de la End of Life Choice Society (Nueva Zelanda), en realidad no hay nada nuevo en el concepto de que un médico que acelere el final para evitar dolor y sufrimiento. No es una idea fantasiosa de la Nueva Era, como algunos parecen pensar cuando ven iniciativas legislativas en todo el mundo. La eutanasia se practicó en la antigua Grecia y Roma, donde escritores y filósofos informaron que los buenos emperadores oraron para una despedida digna y sin dolor. Ahora, el derecho a morir cuando y como cada persona elija es un derecho humano por conquistar. Más de 200 millones de personas en las Américas, Europa y Australia viven en países que permiten la muerte asistida. El apoyo de la población es mayoritario, pero la mayoría de las asociaciones médicas (bastante conservadoras) se oponen a la muerte asistida, en muchos casos sin haber preguntado a sus miembros y negando que muchos profesionales apoyan su regulación (como en España, donde se encuestó al 25% de colegiados). Argumentan que el Juramento Hipocrático prohíbe la eutanasia, pero eso no es cierto. A propósito de las mentiras que va contando donde le llaman el profesor de teología Theo Boer, sobre el “contagio” del suicidio y el descontrol de la muerte asistida en Países Bajos, Neil Francis (Dying for Choice 5/10/20, citado en la entrada anterior), se hace esta pregunta: ¿Por qué los fundamentalistas contra la muerte voluntaria nunca hablan de Suiza? En 2017, el profesor Theo Boer, un experto en teología protestante reformista, escribió un artículo que afirmaba que en los Países Bajos la eutanasia provoca un efecto de contagio, aumentando las tasas de suicidio. En 2019, Neil Francis, director de Dying for Choice, la base de datos de artículos revisados por pares sobre la muerte asistida más importante del mundo, en su artículo El humo y los espejismos de Theo Boer sobre la eutanasia en Países Bajos, decía lo siguiente: “En resumen, el artículo de Boer contiene una letanía de errores científicos y académicos. Sus especulaciones están mal documentadas, mal ensambladas, son incoherentes en algunos párrafos, los datos están mal seleccionados e interpretados y la metodología del laissez faire es incapaz de respaldar válidamente su conclusión”. “La revista hizo mal en publicarlo, porque ni la revisión por pares, ni el esfuerzo editorial identificaron o intentaron corregir las tonterías del artículo”. La ciencia avanza a base de rectificaciones, pero a este señor sus errores le dan igual. Con una actitud similar a los hablan de la eutanasia tras recopilar un puñado de recortes de prensa, él mantiene un discurso. ¿Quién es y qué dice este hombre? Con motivo del referéndum sobre eutanasia, un grupo de médicos pidió a la Asociación Médica de Nueva Zelanda (NZMA, equivalente aquí a la Organización Médica Colegial, OMC) que dejara de desinformar a los votantes y de difundir información engañosa o falsa sobre la muerte asistida. Estas son su razones:
- No es una iniciativa de partidos políticos o gobiernos, es un movimiento ciudadano global, de personas comunes y corrientes que se enfrentan a la tragedia de obligar a una persona que sufre a vivir en contra de su voluntad. - No es una novedad, ni un experimento, sino una legislación similar a la disponible para millones de personas en todo el mundo, en el que posteriormente ningún país se ha planteado su derogación. - Las relaciones profesional paciente no se deterioran, sino que mejoran (mejoran el afrontamiento de la muerte, facilitando esas conversaciones difíciles tan necesarias). - Ningún dato indica que los vulnerables o discapacitados estén en riesgo, ni que sean sometidos a ningún tipo de coacción, ni que exista una normalización del suicidio o aumente su frecuencia. En España, estamos asistiendo a un uso descarado de los cuidados paliativos (CP) para tratar de imponer creencias personales (la vida es sagrada y le pertenece a Dios) a través de mentiras como la omnipotencia paliativa o su incompatibilidad con la eutanasia (los datos de Benelux, a la cabeza de Europa en CP, también son rotundos). Y tampoco es aceptable que se utilice la eutanasia para promocionar los intereses particulares de una minoría de profesionales con una ley estatal de CP muy discutible en un estado descentralizado, donde la atención paliativa figura en la cartera de servicios desde 2003, en un Sistema Nacional de Salud basado en la atención primaria, donde diez Comunidades Autónomas ya han concretado ese derecho en una ley de muerte digna. Paradójicamente, algunas CCAA con mayor cobertura de CP no tienen ley de muerte digna, porque el desarrollo de los CP no depende de leyes, sino de voluntad política. El dato de que “cada año 80 mil personas mueren con dolor por falta de acceso a CP”, es "poco riguroso", porque ningunea el trabajo de los equipos de atención primaria (y de otros especialistas) al final de la vida. Defender las condiciones de trabajo es legítimo, pero hay otros caminos. Los CP no han descubierto la rueda, su reconocimiento como una especialidad sería un gran error, y otra carga de dinamita más en la Atención Primaria. “Los verdaderamente vulnerables son aquellos que realmente están muriendo con un sufrimiento insoportable y a quienes se les niega la ayuda que solicitan con el argumento de que su sufrimiento es necesario y terminará en el momento señalado”. El informe del Comité de Bioética de España (CBE) sobre la eutanasia, publicado en octubre de 2020, es decepcionante. No por su posición legítima contra la muerte asistida, sino porque en su más de 70 páginas no aporta ni un solo argumento sostenido en la abundante evidencia disponible. Resumiendo, el CB se equivoca al utilizar un concepto erróneo de dignidad, al omitir que el derecho a la protección de la vida no puede convertirse en la obligación de vivir y al pasar por alto que la vida ya es disponible cuando depende de un tratamiento que cualquier persona tiene derecho a rechazar (¿Cuál es la respuesta frente al absurdo de la paradoja de la máquina? Ninguna). Es inaudito que no aporte ni un solo dato de la experiencia de casi 20 años de Benelux (o la más reciente de Canadá) y que utilice como referencia países donde no se ha regulado la eutanasia, ignorando otros documentos de instituciones del Estado con bastante más prestigio que el CBE, como el Comité de Bioética de Catalunya. El CB prefiere los lugares comunes, la pendiente resbaladiza y el mito paliativo, habar del amor como si estuvieran en un púlpito, en lugar de bajar al barro y ofrecer una respuesta a las personas que desean morir. Sin el más mínimo respeto, llegan a decir que desean morir porque no las quieren, o no las cuidan, no porque ese es su concepto de dignidad y de buena muerte. La falsa confrontación entre cuidados y muerte asistida o el disparate de que el Estado hace un juicio de valor sobre la vida de las personas son el colofón. Es una lástima, una oportunidad perdida. En fin, cuánto nos queda por hacer… En un magnífico artículo, publicado en la revista The Conversation, dos historiadores nos recuerdan que la historia puede arrojar mucha luz sobre nuestro presente, y señalan cinco lecciones de la historia:
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