Goya tenía unos dolores espantosos. Insufribles. El cáncer de mama y útero se le había extendido a huesos y pulmón. La enfermedad la devoraba por dentro. Desde que recibieron el diagnóstico y supieron que lo único que se podía hacer era aliviar ese dolor que casi quemaba, esta mujer y sus cuatro hijos peregrinaron por la sanidad privada y pública en busca de cuidados paliativos. De algo que permitiera que Goya continuase siendo ella misma hasta el final. Esa mujer, gata de puro madrileño, a la que la Guerra Civil y las dificultades hicieron tan dura y fuerte, no perdió nunca la alegría a pesar de las dificultades. El dolor hace que se olviden hasta los momentos más bellos en la vida, y en España aún hay gente que muere con sufrimiento.
Pepita enfermó de Alzhéimer a los 56 años y pasó los últimos ocho atada a una sonda nasogástrica que se le puso sin consultar a la familia. Ocho largos años sin un planteamiento paliativo, ni siquiera en los últimos 24 meses, cuando su situación era gravísima. En la residencia, especial para enfermos de Alzhéimer, ni siquiera le daban un calmante para poder dormir. Los enfermos de Alzhéimer muchas veces no hablan ni se quejan, "por eso los tienen dejados de lado", dice la hija de Pepita, a quien tampoco quisieron suministrarle los cuidados paliativos. LEER ARTÍCULO
Pepita enfermó de Alzhéimer a los 56 años y pasó los últimos ocho atada a una sonda nasogástrica que se le puso sin consultar a la familia. Ocho largos años sin un planteamiento paliativo, ni siquiera en los últimos 24 meses, cuando su situación era gravísima. En la residencia, especial para enfermos de Alzhéimer, ni siquiera le daban un calmante para poder dormir. Los enfermos de Alzhéimer muchas veces no hablan ni se quejan, "por eso los tienen dejados de lado", dice la hija de Pepita, a quien tampoco quisieron suministrarle los cuidados paliativos. LEER ARTÍCULO