Carlos Santos era un hombre de mundo. Amaba tanto la vida que quiso gobernar la suya hasta el final. Tenía un tumor incurable. Estaba condenado a morir sufriendo. Pero se rebeló. Acudió a la asociación Derecho a Morir Dignamente. Ellos le acompañaron en su última voluntad. El pasado 10 de noviembre decidió tomarle la delantera a su enfermedad. Desayunó y dio un paseo antes de tomar un cóctel letal. Murió dormido en la habitación de un hotel. Antes quiso contarnos su historia. Pretendía que su caso sirviera para reabrir el debate de la eutanasia.
"Me dijeron: 'Haga el testamento vital. Le quedan meses"."Mi casa parece una farmacia de las pastillas que hay". Espero que mañana a estas horas ya esté terminado". "He ido desprendiéndome de todo. Ahora no llevo ni cadena al cuello, no llevo nada. El barco ha llegado al fin del viaje"."He vivido una vida rica, que la mayoría no ha podido vivir". "Prepararé el potingue, lo tomaré y me tumbaré".
LEER ARTÍCULO
"Me dijeron: 'Haga el testamento vital. Le quedan meses"."Mi casa parece una farmacia de las pastillas que hay". Espero que mañana a estas horas ya esté terminado". "He ido desprendiéndome de todo. Ahora no llevo ni cadena al cuello, no llevo nada. El barco ha llegado al fin del viaje"."He vivido una vida rica, que la mayoría no ha podido vivir". "Prepararé el potingue, lo tomaré y me tumbaré".
LEER ARTÍCULO