Dolor, lobreguez, amor, aflicción, impotencia, pesadilla..
Ya olía a primavera y los días ofrecían más luz, camino ya del solsticio de verano, cuando una tarde de abril Ignacio volvió a escuchar de labios de su madre, Isabel, su deseo de morir: "Hijo mío, ayúdame a morir, quiero morir". Y a Ignacio se le nubló la vista, sintió una fuerte punzada en el esternón y seguramente no pudo contener el llanto.
Su madre dormía en un sillón del cuarto de estar debido a los dolores de espalda y a la úlcera que tenía en una pierna; y tenía mucho tiempo para pensar en la oscuridad de sus días y sus noches. Allí mismo Isabel le explicó aquella tarde el método que creía tener más a mano: muerte por asfixia mediante una bolsa de plástico con cierre en su cabeza. Isabel desconfiaba de los médicos, nada quería saber de ellos, solo deseaba acabar, descansar. E Ignacio, equivocado o no, creyó que acudir a un médico significaba una deslealtad para con su madre.
Ignacio accedió. Toda una tarde, toda una noche, toda una madrugada con un temblor interior que le sacudía el alma, sin decir nada a nadie, pensando y repasando. Solo sabía que quería a su madre y que no la iba a dejar morir sola. Ya acostado José, padre y marido de Ignacio e Isabel, respectivamente, se dijeron palabras de cariño: "Te quiero mucho, eres la mejor madre del mundo", "yo también te quiero, hijo mío, gracias por darme esta noche tan bonita y con este cariño que estoy sintiendo ahora contigo". (leer)
Ya olía a primavera y los días ofrecían más luz, camino ya del solsticio de verano, cuando una tarde de abril Ignacio volvió a escuchar de labios de su madre, Isabel, su deseo de morir: "Hijo mío, ayúdame a morir, quiero morir". Y a Ignacio se le nubló la vista, sintió una fuerte punzada en el esternón y seguramente no pudo contener el llanto.
Su madre dormía en un sillón del cuarto de estar debido a los dolores de espalda y a la úlcera que tenía en una pierna; y tenía mucho tiempo para pensar en la oscuridad de sus días y sus noches. Allí mismo Isabel le explicó aquella tarde el método que creía tener más a mano: muerte por asfixia mediante una bolsa de plástico con cierre en su cabeza. Isabel desconfiaba de los médicos, nada quería saber de ellos, solo deseaba acabar, descansar. E Ignacio, equivocado o no, creyó que acudir a un médico significaba una deslealtad para con su madre.
Ignacio accedió. Toda una tarde, toda una noche, toda una madrugada con un temblor interior que le sacudía el alma, sin decir nada a nadie, pensando y repasando. Solo sabía que quería a su madre y que no la iba a dejar morir sola. Ya acostado José, padre y marido de Ignacio e Isabel, respectivamente, se dijeron palabras de cariño: "Te quiero mucho, eres la mejor madre del mundo", "yo también te quiero, hijo mío, gracias por darme esta noche tan bonita y con este cariño que estoy sintiendo ahora contigo". (leer)