"Lo que me queda es un deterioro hasta acabar siendo un vegetal. Y yo he sido siempre muy independiente. No quiero que mi mujer y mis dos hijos hipotequen lo que me queda de vida en cuidarme para nada”.
"Si hubiera una ley de suicidio asistido y eutanasia podría retrasar la decisión. Habría aguantado más tiempo. Pero quiero poder decidir el final. Y la situación actual no me lo garantiza”, explica con una indignación pausada, no se sabe si por su carácter o porque los problemas para respirar le frenan. “La verdad es que es triste que no haya una ley que regule estos actos. Así me la estoy jugando”.
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