Lidia, de 82 años, se cayó y sufrió un derrame cerebral. Así empezó su calvario. Y el de su familia. Lidia no podía comer, no hablaba. Sufría convulsiones. Los médicos del Hospital comunicaron que la mujer estaba en coma irreversible y que no se podía demostrar si sufría o no. La familia solicitó que "le dieran algo para quitarle el dolor", pero los médicos se negaron. "A partir de ahí, empezó la batalla campal", añade su hija.
La familia decidió sacar a Lidia del centro, pero este se negó y amenazó a la familia con acusarla de secuestro si se la llevaban. El centro recurrió a un juez, pero éste se declaró incompetente.
Los días pasaban, Lidia continuaba en coma irreversible, con medio cuerpo llagado, y los médicos la atiborraban a antibióticos para mantenerla con vida. "No quiero verme nunca en una situación así", había dicho muchas veces.
Finalmente, 20 días después de su caída, Lidia fue trasladada a casa, donde un médico la durmió. Ya no volvió a despertar. "Lo que nos ha dejado más amargadas es esa forma de morir tan horrible. A mi pobre madre le alargaron la agonía", concluye si hija. LEER NOTICIA
La familia decidió sacar a Lidia del centro, pero este se negó y amenazó a la familia con acusarla de secuestro si se la llevaban. El centro recurrió a un juez, pero éste se declaró incompetente.
Los días pasaban, Lidia continuaba en coma irreversible, con medio cuerpo llagado, y los médicos la atiborraban a antibióticos para mantenerla con vida. "No quiero verme nunca en una situación así", había dicho muchas veces.
Finalmente, 20 días después de su caída, Lidia fue trasladada a casa, donde un médico la durmió. Ya no volvió a despertar. "Lo que nos ha dejado más amargadas es esa forma de morir tan horrible. A mi pobre madre le alargaron la agonía", concluye si hija. LEER NOTICIA