"Creo que no se me olvida nada. La carta al juez, los papeles, está todo. "¡Inshallah!". Madeleine se levanta trabajosamente de la silla de ruedas, y, al abrir la cama, la estira con sus manos vencidas. Nunca pudo soportar las arrugas en las sábanas. Se quita las gafas y se atusa el pelo canoso, brillante, para tumbarse. "Estoy feliz, y contenta de tenerles aquí", sonríe. "Madeleine, se muere como se vive". La mujer se echa boca arriba, y se arropa, la lengua más torpe: "Huy, estoy en una nube... pero contenta... de verdad. Me voy a dejar ir despacito..." Levanta un momento las manos sobre la cara y las deja caer sobre el embozo. Comienza a roncar suavemente. Buen viaje, Madeleine. Vete en paz.
LEER REPORTAJE
LEER REPORTAJE