Se sentó a su lado, le tomó la mano, le dijo unas palabras de despedida, la besó de nuevo. Luego inyectó en el suero las dosis del combinado que harían de su muerte un tránsito indoloro y dulce. Y se quedó a esperar.
Josefina era consciente de que iba a morir pronto y no se sentía con fuerzas para acudir más veces al hospital a recibir sus periódicas dosis de morfina y engaño piadoso. Uno de sus hijos debía responsabilizarse de que su madre tuviera una muerte digna y exenta de sufrimientos.
En un artículo dedicado a Luis Montes y sus compañer@s del Hospital Severo Ochoa, Jorge M. Reverte nos cuenta magistralmente el final de la vida de su madre
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Josefina era consciente de que iba a morir pronto y no se sentía con fuerzas para acudir más veces al hospital a recibir sus periódicas dosis de morfina y engaño piadoso. Uno de sus hijos debía responsabilizarse de que su madre tuviera una muerte digna y exenta de sufrimientos.
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