Los humanos llevamos haciéndonos las mismas preguntas desde que aparecimos sobre la faz de la tierra. ¿Quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos? ¿Cuál es el sentido de nuestra vida? ¿Para qué todo esto? Parece ser que en Atapuerrca hay restos de enterramientos de hace 350 mil años. ¿Por qué deja de respirar? Cuando dormimos, despertamos, pero ¿Qué ocurre cuando un cuerpo se enfría, se descompone y desaparece? Desde que el hombre piensa lleva dándole vueltas, filosofando, preguntándose, sobre por qué la vida es así, si el mundo es como yo lo veo, si es real o es una percepción individual, etc., etc., etc.
Cuando aparece una situación amenazante para la vida, surgen además otras preguntas como ¿Por qué a mí? ¿Qué he hecho yo -bien o mal- para merecer esto? ¿Hasta cuándo durará mi enfermedad? ¿Cuánto más he de sufrir?
Y desde hace muy poco (apenas un instante en este relato), con la puesta en valor de la autonomía, la persona enferma se hace aún más preguntas: ¿Cuánto podré soportar el sufrimiento? ¿Para qué? ¿Cómo? ¿Puedo decidir cuándo y cómo morir?
La libertad, como decía el Quijote, el es don más grande que a los hombres dieron los dioses, pero no es gratis, tiene un coste personal, hay que pelearla para ganársela y disfrutar de sentirse -más o menos- libre.
La muerte es una experiencia cotidiana para el ser humano, pero inédita para cada individuo. No se puede aprender a morir, literalmente, porque sólo se muere una vez. Lo más, será prepararnos para ello a partir de la experiencia de otros que ya murieron, de su testimonio y de los que estuvieron a su lado.
Otros muchos, millones, estuvieron aquí antes que yo, en las postrimerías de la vida, en las puertas de la muerte. ¡Claro que era su vida, no la mía! Pero... ¿Cómo lo hicieron para morir en paz?
Esta página es un homenaje y un recordatorio de personas que nos regalaron su testimonio para contribuir al reconocimiento social de la disponibilidad de la propia vida (la eutanasia, el suicido asistido, la muerte voluntaria...) como un derecho fundamental. ¡Gracias!
Los testimonios llegan hasta la aprobación de la Ley de eutanasia en 2021. Es todo un hito, pero el camino sigue, la disponibilidad es un concepto mucho más amplio que todavía nos llevará tiempo. ¡Seguimos!
Cuando aparece una situación amenazante para la vida, surgen además otras preguntas como ¿Por qué a mí? ¿Qué he hecho yo -bien o mal- para merecer esto? ¿Hasta cuándo durará mi enfermedad? ¿Cuánto más he de sufrir?
Y desde hace muy poco (apenas un instante en este relato), con la puesta en valor de la autonomía, la persona enferma se hace aún más preguntas: ¿Cuánto podré soportar el sufrimiento? ¿Para qué? ¿Cómo? ¿Puedo decidir cuándo y cómo morir?
La libertad, como decía el Quijote, el es don más grande que a los hombres dieron los dioses, pero no es gratis, tiene un coste personal, hay que pelearla para ganársela y disfrutar de sentirse -más o menos- libre.
La muerte es una experiencia cotidiana para el ser humano, pero inédita para cada individuo. No se puede aprender a morir, literalmente, porque sólo se muere una vez. Lo más, será prepararnos para ello a partir de la experiencia de otros que ya murieron, de su testimonio y de los que estuvieron a su lado.
Otros muchos, millones, estuvieron aquí antes que yo, en las postrimerías de la vida, en las puertas de la muerte. ¡Claro que era su vida, no la mía! Pero... ¿Cómo lo hicieron para morir en paz?
Esta página es un homenaje y un recordatorio de personas que nos regalaron su testimonio para contribuir al reconocimiento social de la disponibilidad de la propia vida (la eutanasia, el suicido asistido, la muerte voluntaria...) como un derecho fundamental. ¡Gracias!
Los testimonios llegan hasta la aprobación de la Ley de eutanasia en 2021. Es todo un hito, pero el camino sigue, la disponibilidad es un concepto mucho más amplio que todavía nos llevará tiempo. ¡Seguimos!